Cierto día, el Maestro paseaba tranquilamente por los jardines del Monasterio.
Al rato, se le acerca un discípulo y le dice:
-“Maestro, estoy preparado para aprender la calma interior. Dime cómo
conseguir estar siempre en paz y que nada me altere. Enséñame, por favor”
Siguieron caminando en silencio hasta que se acercaron a un pequeño lago
que había en las inmediaciones del Monasterio. En un rápido e inesperado
movimiento, el Maestro empujó a su discípulo que, de inmediato, cayó al agua.
El discípulo agitaba los brazos en el lago gritando:
-“¡Maestro, sácame de aquí, que no sé nadar y me ahogo!”
Rápidamente, el Maestro cogió una rama del suelo que acercó al discípulo
para que se agarrara a ella y así poder salir del lago. Cuando estuvo fuera, el
Maestro le preguntó:
-“Cuando estabas ahogándote en el agua, ¿qué era lo que más necesitabas?”
-“Necesitaba aire para respirar” –le respondió el discípulo.
-“Tú mismo lo has sentido. En medio de esa situación, no buscabas estar
tranquilo, ni la calma interior, sino encontrar lo que necesitabas, que era el aire
para respirar, y así te movías en el lago queriendo salir de él. De la misma
manera, en la vida sólo necesitas vivir lo que se te presente y responder a lo
que necesitas, que no siempre será estar tranquilo. Una vez que hayas
actuado para encontrarlo, podrás estar en paz” –le respondió el Maestro.
Cuando estés en medio de una situación difícil, no pretendas mantenerte a distancia de ella como si no fuera contigo. Vívela y siéntela para encontrar la respuesta a lo que necesitas: a veces, responder enérgicamente, en otras, marcharte de lo que te oprime; después podrás estar tranquilo.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce