El hombre andaba siempre en busca de nuevas lecturas, nuevos libros con los que satisfacer su ansia de saber. En realidad, se decía a sí mismo, no leía cualquier cosa, sino libros de autoayuda o de tipo espiritual que le hicieran pensar, pero empezaba a dudar de que tanta lectura le sirviera para algo.
“Ando buscando un cambio en mi vida, pero los libros que me enganchan y me dicen algo, me sirven mientras dura la novedad de la lectura, pero luego es como si me olvidara de lo que he leído y mi vida siguiera igual que antes, sin cambiar”, pensaba.
“¿De qué me ha servido todo lo que he leído? ¿Por qué no he conseguido cambiar mi vida como hubiera deseado? Lo veía todo tan claro mientras leía un libro que no entiendo por qué me ha resultado tan difícil aplicarlo a mi vida y mejorar”, se preguntaba.
Así que decidió tomarse una temporada de descanso, sin leer un libro detrás de otro. “Lo que podía ser importante para mi vida ya lo he leído, no tengo necesidad de más”, se dijo.
Entonces, siguió con su vida de cada día, dedicándose en sus ratos libres a pasear, charlar con los amigos y leer algún libro, sí, pero ya sin el ansia de encontrar en la lectura respuestas a las inquietudes de su vida.
Aparentemente, su vida seguía siendo la misma de siempre, pero parecía que algo se hubiera movido en su interior. Los cambios inmediatos que él esperaba seguían sin darse, seguía sintiendo dudas, miedos y no conseguía dejar de sufrir los vaivenes de las diferentes emociones que sentía cada día.
Pero sentía, no sabía cómo expresarlo, como si estuviera escribiendo su propio libro, uno desde sus propias vivencias, no un libro leído desde las vivencias de los demás. Y su propio libro, aun no escribiendo nada en él, lo iba haciendo desde su simple día a día, sin más pretensiones que ir viviendo como podía.
“¿En esto consistirá el cambio, en ir haciendo a mi ritmo lo que pueda para sentirme bien conmigo mismo, sin forzarme a nada que en este momento no pueda conseguir?”, pensaba.
“Mi libro es un libro de mi propia vida, sólo puedo reconocerme a mí mismo en mis propias experiencias, no en las de los demás, sólo me puedo reconocer en los pasos que yo doy por mí mismo al vivir cada día, en mis propios pasos”
“Y no puedo aprender nada de fuera que no esté ya en mi interior porque sólo puedo aprendo aquello para lo que ya estoy preparado, y eso significa que su enseñanza ya existe dentro de mí”, se decía.
Entonces, el hombre se dio cuenta de que había descubierto el mejor libro espiritual: su propio LIBRO DE VIDA, aquel del cual no se iba a olvidar y del que siempre iba a seguir aprendiendo: de sí mismo.
Ahora, por fin, había encontrado el camino del autoconocimiento: su propia vida, sus propios pasos, su propio caminar. Ya estaba dentro de él todo lo que necesitaba, sólo hacía falta vivir y ser consciente de que se está viviendo.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce