Hace unos días, Martín R. Ojeda (*), nuestro etólogo, nos inició en el mundo de los marcadores de conducta (podéis leer el artículo pinchando aquí). Tal y como nos prometió en ese texto, hoy nos habla sobre el clicker.
“Que sí, que sí. Que conocemos los principios del condicionamiento pavloviano y del condicionamiento instrumental u operante, que llevamos no sé cuánto tiempo hablando de Thorndike, Skinner y Premack y hasta sabemos que podemos hacer “trampilla” a sus principios con el uso de ciertos elementos de ayuda-técnicas llamados marcadores de conducta.
Pero tengo ahora mi querido -y cabeza fresca- chucho frente a mí y viene el problema: ¿cómo se usan? ¿Qué hago con este cacharrito llamado clicker que tengo en la mano? Vamos a ello, que ya es hora.
Antes de nada, por si alguno no los conoce aún aunque creo que al menos de nombre le sonará a todo el mundo, vamos a decir qué es un clicker. Me refiero a su “físico”, porque el fundamento de su uso estoy seguro que ya todos lo manejáis a la perfección después del artículo anterior (hmm…oigo las risas desde aquí).
El clicker es, básicamente, un aparatito que tiene una lengüeta que al ser presionada en un sitio determinado -y depresionada luego- genera un ruido que suena a click-click (sí, no se han esforzado mucho al ponerle el nombre, la verdad). Para aquéllos con buena memoria (no hago referencia a edades, que conste), es lo mismo que aquellas “ranitas” de metal con que solían jugar los niños hace ya tiempo.
En cualquier tienda más o menos especializada en artículos para educadores y adiestradores encontraréis un sinfín de variedades, desde la simplísima con forma de cajita hasta otra con reguladores de tensión de la lengüeta que permiten obtener dos o tres variantes de click para trabajar con más de un perraco a la vez. Hay incluidas en varitas telescópicas y hasta he visto alguna a pilas que suplanta la parte mecánica por una grabación del sonido, para aquéllos con dedos que se cansan fácil.
Ahora que ya sabemos de qué estamos hablando, al turrón.
Dijimos en el artículo anterior que un marcador de conducta era un estímulo inicialmente neutro para el perro, que a través de condicionamiento transformamos en un estímulo condicionado para usarlo como puente entre la producción de la conducta deseada y la efectiva llegada del premio.
Hasta ahora, en nuestras manos el clicker, lo único que tenemos es el estímulo neutro (antes de trabajar comprobaremos que no produzca en el perro más que alguna leve curiosidad). Hay que transformarlo, pues, en el estímulo condicionado, en eso que nuestro can relacionará con el premio. Es el momento de lo que se conoce usualmente como “cargar el clicker“.
Lo primero que haremos será aprovisionarnos de premios de trabajo para nuestro perro: una buena cantidad que tendremos muy a mano para disponer de ella fácilmente y con rapidez. Las bolsas que usamos los profesionales son muy prácticas, pero también pueden usarse riñoneras o los mismos bolsillos, siempre y cuando tenga acceso fácil y rápido.
Una vez hecho esto, nos iremos con nuestro amigo y nuestro clicker a un sitio donde tenga el mínimo de distracciones posible y comenzaremos el ejercicio que consiste únicamente en darle un premio e inmediatamente después hacer click. Recordad a Thorndike: es imprescindible la inmediatez entre premio y click, así que lo recomendable es que con una mano sujetéis el clicker y con la otra soltéis el premio. Este ejercicio se repetirá en sesiones de no más de un par de minutos, tras lo cual liberaremos al animal para que descanse. ¿Cuánto tiempo hay que hacerlo? Hasta que veamos que reacciona ante el click, que antes no le producía reacción alguna.
Un par de recomendaciones:
1- La secuencia es premio e inmediatamente después click, no a la inversa. Y debe variarse la forma de acceder al premio: en la mano, en el suelo, sobre la silla, adelante, detrás, etc.
2- Premios apetitosos. Un grano del pienso que habitualmente come no le resultará estimulante para trabajar.
3- Tiene que estar con hambre. Esto no quiere decir hacerlo sufrir, sino que si tenéis pensado trabajar por la mañana, darle de comer la tarde anterior y no a última hora de la noche.
4- Sesiones cortas. No hay que agobiarlo ni cansarlo demasiado.
5- Sed serios en la ejecución, pero no dejéis de divertiros. Ya veréis cómo se lo pasa el chucho.”
(*) Martín R. Ojeda es etólogo y adiestrador de Servicios Caninos Integrales
(**) Si quieres que Martín te ayude con tu perro, recuerda rellenar este cuestionario y enviarlo aunomasenlafamiliablog@gmail.com.