Nuestro etólogo canino, Martín R. Ojeda (*), contesta hoy a la consulta de Daniel, quien nos escribe muy preocupado porque su yorkshire ha comenzado a enseñar los dientes “siempre que se le recrimina por algo” e incluso ha echado la boca a su hija de 7 años. Ahí va el consejo de Martín:
“La consulta de hoy trata sobre un macho de raza yorkshire de tres años de edad que desde hace unos meses ha comenzado a enseñar los dientes cuando se le recrimina alguna cosa e incluso ha llegado a marcar a uno de los integrantes de la familia.
Solemos decir frecuentemente que en todos los casos que pasan por estas consultas las respuestas son basadas en la información que nos hace llegar el dueño y que en modo alguno puede suplirse la observación de un profesional a la hora del diagnóstico de un problema. En el caso de hoy esa intervención es, si cabe, más relevante aún porque no es sino a través de la observación tanto del entorno como de la interacción del animal con los miembros de la familia que podrá determinarse el origen y en consecuencia el tratamiento correcto para la situación.
La primera cuestión es que el perro llegó a su hogar sin haber cumplido siquiera los dos meses. Mal asunto. Reiteradas veces hemos dicho ya que la socialización del cachorro no culmina antes de los tres meses y que es durante ese período que el perrillo aprende las normas básicas de conducta a través de la interacción con su madre, la camada de la que forma parte y, si estamos ante un criador responsable y formado, con los seres humanos.
Luego, si le extraemos de ese entorno, el aprendizaje se dará muy probablemente de una forma inconveniente ya que quedará librado a la buena voluntad del nuevo dueño que, desgraciadamente, suele no bastar para la formación cabal del peludo.
Dentro de esa formación están no solamente las pautas de conducta para el hogar (no subas al sofá, etc.), sino la forma en que habrá de relacionarse jerárquicamente con los demás miembros de la familia que no son aquél que reconoce, por decirlo de alguna manera, como amo.
Aquí tenemos dos cuestiones: por un lado, si la interacción del perro para con los humanos es ostensiblemente más frecuente e intensa con uno de los miembros de la familia será normal que desarrolle una mayor dependencia con ese miembro -y por tanto que le haga más caso y respete más- “pasando” un poco de los demás. Si no se le enseña que todos los miembros de la familia están al mismo nivel, es probable que no acepte las reprimendas de quien no es a sus ojos su dueño. Por el otro lado, para los perros no es lo mismo un adulto que un niño porque el lenguaje corporal no es igual, y si no ha sido correctamente socializado también con niños puede no entender correctamente sus gestualidad e interpretarla como amenazante. Por eso son más frecuentes los ataques a niños que a adultos.
Además, debemos recordar que si nuestro perro toma una determinada conducta y a través de ella obtiene el resultado que desea, la adoptará como habitual a la hora de buscar nuevamente ese resultado. Es decir, si no quiere que se le acerquen y lo logra mostrando los dientes, lo hará cada vez que alguien quiera acercarse. Y lo habitual en ese proceso de aprendizaje es que si de repente la conducta deja de surtir efecto, aumente la intensidad.
Usualmente suelo dar en las consultas alguna pauta de actuación, pero en este caso no puedo más que recomendar la intervención de un profesional primero que pase el perro por un programa de educación que permita su control, y segundo para reconducir este aprendizaje incorrecto trabajando entre otras cosas el vínculo con todos y cada uno de los miembros de la familia.”
(*) Martín R. Ojeda es etólogo y adiestrador de Servicios Caninos Integrales
(**) Si quieres que Martín te ayude con tu perro, recuerda rellenar este cuestionario y enviarlo a unomasenlafamiliablog@gmail.com.
(***) Tened en cuenta que los consejos se dan habiendo leído el cuestionario rellenado por la persona que hace la consulta, por lo que el etólogo cuenta con muchos más datos de los que aquí se comentan.