El otro día me surgió esta pregunta sobre la que voy a reflexionar en estas líneas. El diccionario de la RAE define supermercado de la siguiente manera: “Establecimiento comercial de venta al pormenor en el que se expenden todo género de artículos alimenticios, bebidas, productos de limpieza, etc., y en el que el cliente se sirve a sí mismo y paga a la salida”. De aquí se extrae que en un supermercado por lo general se puede encontrar casi de todo y esto a simple vista parece un punto muy a su favor desde luego, nos acerca todos los productos y nos ahorra tiempo. En un mundo que vive siempre con prisa esto es una ventaja. Pero, ¿Tanto tiempo se ahorra? Desplazamientos hasta el lugar, colas y demás son minutos que muchas veces no se contabilizan y suman, vaya que si suman.
Pero más allá del tiempo que inviertas en hacer la compra que puede parecer más o menos relevante lo que si me preocupa es la utilidad de estas superficies. Se nos venden como una mejora, un avance, como algo que nos nos hace la vida más fácil y cómoda. ¿Es esto del todo cierto? Creo que no, no creo que mejore la vida de nadie de hecho más bien al contrario. Detrás de este tipo de espacios hay toneladas de desperdicios de alimentos, las estanterías tienen que estar siempre llenas y la fruta brillante, por consiguiente se tira mucha cantidad de comida. Esto promueve que se produzca de una manera muy agresiva, acelerando los ritmos naturales y todo para que después cerca de 50% de la comida que se produce acabe en la basura, en parte por sus excedentes y en parte por la mala gestión de las compras en los hogares. De locos.
Desperdicios aparte otro punto importante es la cantidad de productos comestibles nutricionalmente inútiles que te intentan vender. Ojo que los supermercados no son los únicos responsables. Los primeros aquí son las industrias que quieren que compres sus productos, para eso emplean la publicidad agresiva y manipuladora que se crea para generar compras innecesarias, para que tus hijos e hijas vean al dibujo animado de moda en la caja de galletas o patatas fritas y te den la tabarra hasta conseguirlas y así de paso se llenan de azúcares, sal, harinas refinadas y grasas trans.
Ya lo dije la semana pasada, si se eliminaran todas esas cantidades de productos alimenticios superfluos, los supermercados se verían reducidos a poco más que una tienda de barrio. Vivimos dentro de un modelo de consumo egoísta que no respeta en absoluto el medio ambiente. Si el medio ambiente, lo hemos oído tantas veces que parece que cada vez que alguien lo menta es como la abuela pesada que cuenta siempre las mismas “batallas”, (aunque he de decir a mis abuelas Keka y Julia, que me encantan vuestras historias). La manera que tenemos actualmente de producir enferma en muchos casos a las personas y al planeta. Lo curioso es que producir alimentos de calidad, sanos, de temporada, ecológicos y fomentar que el planeta se recupere es muy sencillo, aunque parezca difícil no lo es. Difícil es entender como hemos podido llegar hasta aquí y continuar mirando para otro lado. Tiendas de barrio, mercadillos de productores locales, cooperativas de consumo, compra directa a pequeños productores. No tiene sentido importar mangos de América y vender los que aquí se producen al resto de Europa, o sí…yo que se.
Aunque tampoco es cuestión de pasar a fustigarnos, se pueden ir haciendo cambios poco a poco, recuerda que con cada compra emites un voto apoyando un modelo u otro. Tú y solo tú decides dónde y cómo compras.
Hasta la semana que viene!!