No oyes nada nuevo si te digo que es muy beneficioso el consumo de pescado azul para la salud. Han salido muchos, muchísimos estudios alabando los beneficios del ya más que famoso omega tres, y como no podía ser de otra manera, la industria no tardó en utilizar esa asociación que se hizo entre el omega tres y la salud para introducirlo en toda clase de productos y es que lo puedes encontrar hasta en unas salchichas. Pero más allá de lo absurdo que pueda resultar aportar unas gotas de un determinado ácido graso a un producto que es muy poco saludable, hoy quiero hablar de un alimento que de manera natural aporta grandes cantidades de este ácido graso. El salmón.
Este pez es el paradigma de los pescados azules y su consumo se elevó mucho a lo largo del siglo XX. Tanto que pasó de ser un pez de consumo ocasional, en fechas señaladas, a un pescado habitual en las mesas de muchas familias. Este aumento de la demanda hizo que aumentase la pesca y las cifras de este pescado se redujeron enormemente. En Noruega se apostó por la acuicultura para controlar la producción y asegurar el abastecimiento. Y es aquí donde aparecen los colores. El salmón debe su color, que varía de tono más rojizos a otros más rosáceos a su alimentación, en concreto se lo aportan pequeños crustáceos, como el krill o los camarones. Al comerlos, los pigmentos que colorean el exterior de estos crustáceos se acumula en el tejido adiposo (grasa) y de ahí su color. Lo que ocurre es que a día de hoy la gran mayoría del salmón que se consume es de piscifactoría.
Al ser alimentados a base de piensos específicamente diseñados para cubrir sus necesidades, su carne no obtiene ese característico color, sino que es gris. ¿Alguien se comería un salmón gris? Claro que no, por eso la industria inventó una carta de color que le presenta a los productores de salmón para que elijan de qué color quieren que quede la carne de sus pescados y en función de ello les darán una cantidad determinada de colorante mediante unas perlas que ellos comerán. Y además en Estados Unidos, la FDA acaba de aprobar el uso de una especie transgénica de salmón que crece en la mitad de tiempo. Todo para que llegue a casa unos filetes rosados a un precio razonable.
Y digo yo, ¿no sería más razonable reducir el consumo de este pescado, permitir que se desarrolle de una manera sostenible y comerlo salvaje con su color natural? Lo que ocurre es que realmente esta información no suele salir a la luz y a los consumidores se nos da muy bien mirar para otro lado y no pensar si realmente tiene sentido comer salmón todas las semanas y qué impacto puede tener nuestras compras en el medio ambiente. Un ejemplo de pesca responsable es Alaska donde desde 1959 se lleva a cabo un plan de sostenibilidad alrededor al salmón regulando cada año el número de kilos que se pueden capturar para proteger las especies que allí crecen. Mi consejo es sencillo no hace falta comer salmón, si lo quieres comer genial, mejor elije el salvaje y reduce la cantidad que sueles comer, hay muchos otros pescados azules que te aportarán el preciado omega tres.
Hasta la semana que viene!!