Me cogen de la mano las niñas y me llevan de paseo. Así, andando, andando llegamos hasta los Pirineos leridanos, concretamente a Bossost, el último pueblo antes de llegar a la frontera (el primero al pasar la frontera desde Francia). Hay que apartar a unos cuantos franceses haciendo largas colas en las gasolineras antes de situarse pero no es difícil.
Bossost es un pueblo turístico muy activo con unos cuantos restaurantes, lo cierto es que toda la zona del Valle de Arán tiene retsaurantes de interés, aunque después de pasar varios días las cartas pueden resultar aburridas.
Al otro lado del río Garona (ese río que se convierte en mayor y que de camino al Atlántico nos da los grandes vinos de Burdeos) hay una calle en la que se encuentra una anitgua borda reformada en restaurante muy interesante: El Portalet.
Carta corta con productos de temporada pero con gran imaginación. Aciertan plenamente en sus presentaciones y lo moderno no esconde una falta de imaginación, al revés, platos en los que se ensambla perfectamente lo moderno y lo tradicional.
Una carta de vinos de mucha altura y un servicio familiar muy atento y profesional.
Lo tiene todo para ser un gran restaurante y, estando tan cerca de Francia no se entiende que no esté en el firmamento de las estrellas.
Recomendable. Precio: 50 €