Una mala comida se puede mejorar. Cambia un proveedor, el pescado o la carne llegan en mejores condiciones o el embutido sale mejor. Inlcuso el primer plato ha estado bien y el segundo puede mejorar, se pueden pedir otras cosas en la carta.
Un servicio malo, un desprecio y una mala actitud sin disculpas de ningún tipo no se deben perdonar. La prepotencia, el pensar que “ya volverán”, es imperdonable. Hay muchos restaurantes y la calidad está toda en un punto tan parecido que  no  se puede ser  condescendientes.
Ocurrió hace una semana en una ciudad a orillas del mar. Una pareja celebraba  un acontecimiento en un restaurante que pretende ser un punto emblemático de esa ciudad. 35 minutos en coger la comanda, no un rato sino 35 minutos de reloj. Les hablaban en el idioma local de esa ciudad, dijeron que no lo hablaban con fluidez e insistieron en hablarles a lo largo de todo el servicio. No pasa nada. Pidieron un Remelluri blanco (que estaba en carta), la camarera se rió diciendo que ese vino sólo era tinto. Pidieron el cambio de un plato en el menú degustación porque no todo el mundo puede comer cerdo, a algunos incluso se lo prohíbe la religión, se lo permitieron cobrándoles un suplemento, curiosamente, todos los platos de carne tienen el mismo precio. Les retiraron el primer postre y les tomaron la comanda del café, tuvieron que advertir que aún les faltaba un segundo postre. Y del frío que hacía en el local ni quisieron hablar. Sin disculpas en ningún momento salieron corriendo, evidentemente, sin dejar propina. Aunque pienso que, en esos casos, es mucho más sangrante dejar entre 2 y 5 céntimos de propina para dejar las cosas claras.
Y yo me pregunto ¿por qué hay que volver a un sitio así?