Que Maison Eguiazabal es uno de los templos dedicados a los buenos vinos es algo ya sabido. Además, el bar que abrieron hace ya algún tiempo sigue siendo un lugar para pasar un buen rato en torno a una copa de champagne en un ambiente agradable y distendido.
Desde el principio, Pierre Eguiazabal quiso que los clientes también pudieran tomar algo de picar. Aún queda en el recuerdo aquellas ostras que los sábados de diciembre se abrían y de los que ya nunca más se supo. Se fueron produciendo cambios y parecía que lo de la comida iba a ser algo anecdótico. Pero ha dado un cambio radical. En su afán de mejorar las cosas Pierre ha contratado a un cocinero con mucha mano y muy buen gusto. Vivien Durand se llama el joven cocinero que ha pasado por diversas cocinas y le ha dado un vuelco al espacio de Eguiazabal. La cocina es muy del día y de mercado, pero puede haber un par de recomendaciones básicas como, por ejemplo, el tartar, ese filete ruso que tan difícil es de encontrar y de disfrutar porque no acaba de hacerse bien (pensando que es un montón de carne picada sin más), Vivien le da vida propia y lo hace una delicatessen. Cualquier plato de caza que haya en la carta también es aconsejable porque las salsas son contundentes y muy sabrosas. La ventaja, además, es que se sirven en dos formatos, plato y pincho por si se quiere cenar o, sencillamente, tomar un tentenpié.
Lo dicho, Pierre Eguizabal ha dado un paso más en su casa y si antes merecía la pena la visita, ahora lo merece aún más.