Como si los psicólogos no tuvieran nada mejor que hacer, se acaba de publicar un estudio de Adrian Noth, de la Universidad Heriot Watt de Edimburgo, en el que demuestra la influencia de la música en el vino. Basándose en el hecho de que el productor chileno Aurelio Montes pone cantos gregorianos a sus vinos durante la crianza, dice que ha demostrado “científicamente” que la música puede afectar a la percepción de otros sentidos y modificar el sabor del vino.
Apunta que el rock potente tipo Hendrix o Stones (para dar la idea de la edad del psicólogo en cuestión) mejora en un 60% los sabores de un cabernet sauvignon como si tuviera más fuerza, sabor y robustez y la ópera es buena para un syrah, pero no cualquiera, sino un syrah del 2006. Si ya lo dejó escrito Allen: En cuanto escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia.
Yo creía que el vino se disfrutaba más con una buena conversación entre amigos, pero si resulta que ahora tenemos que poner la música a tope no habrá quien se entienda, eso sí, parece ser que disfrutaremos más del vino. Sinceramente, un buen disco, cualquiera que sea el estilo, parece que va mejor con cualquier vino mientras se esté a gusto.
Pero precisamente para gustos están los colores así que ahí va el listado propuesto para cada uva, lo que no dice es qué ocurre cuando el vino es un coupage entre varias uvas y no explica qué música le va mejor a cada barrica, en fin, que se queda corto el tal North:
Cabernet Suavignon: All Along the Watchtower de Hendrix (no la versión de Dylan), Honky Tonk Women de los Stones, Live and Let Die de McCartney o Won’t Get Fooled Again de los Who.
Chardonnay: Atomic de Blondie, Rock DJ de Robbie Williams, What’s Love Got to Do With It de Tina Turner o Spinning Around de Kylie Minogue.
Syrah: Nessum Dorma de Puccini pero sólo cantada por Pavarotti, Orinoco Flow de Enya, Carros de Fuego de Vangelis o el Cannon de Pachelbel.
Merlot: Sitting on the Dock of the Bay de Otis Redding, Easy de Lionel Richie, Over the Rainbow en versión de Eva Cassidy o Heartbeats de José González.
Por mi parte tengo que decidirme si escucho una caja de Miles que me acaban de regalar o beberme una botella de vino, proque del jazz no habla, así que o me deshago de los discos o me deshago de los vinos.