Meses con la dietista Arri (a la que tengo que volver, lo juro) y no hay manera de quitarse las lorzas, Horas de gimnasio que no parece que sirvan realmente de mucho y resulta que el quitagrasas auténtico está en el vino.

De Ulm (Alemania) llega la buena doctora Pamela Fischer-Posovsky para decirnos que el resveratrol (ese componente tan maravilloso que se ha descubierto en el vino) reduce el número de células grasas. concretamente reduce la producción de ciertas citoquinas, unas sustancias que pueden estar asociadas al desarrollo de desórdenes relacionados con la obesidad como la diabetes y la obstrucción de las arterias coronarias. Además, el resveratrol “estimulaba la formación de una proteina de la que se sabe que disminuye el riesgo de sufrir un ataque al corazón.” Muy de acuerdo con la conocida paradoja francesa.

Va a tener razón el amigo Iban (Dolarea de Beasain) cuando dice que lo que engorda no es el vino sino lo que se come con el vino y es que siempre que te abres una buena botella te apetece acompañarla con algo de comer.

De todas maneras ya lo dice la buena de Pamela, “algún día podría utilizarse para prevenir la obesidad”, hasta el momento todo se reduce a teorías y pruebas de laboratorio con ratas. No queda más remedio que seguir con las dietas y coger el camino al gimnasio.