Quiero pedir perdón por las veces que me he sentado contigo y te he explicado con pelos y señales la vida, obra y milagros del cocinero que está al mando del restaurante. Como si le conociera de toda la vida.

Quiero pedir perdón por explicarte porqué me gusta o no me gusta un restaurante y en qué detalles debes fijarte.

Quiero pedir perdón por decirte qué plato deberías pedir para que podamos probar de todo lo que hay en el menú, aunque a ti no te apeteciera.

Quiero pedir perdón por explicarte cada plato que llega a la mesa.

Quiero pedir perdón por cada foto que saco a cada plato, antes incluso de saber si está bueno,

Quiero pedir perdón por cada tweet que he enviado de ese plato, incluso sin saber si está bueno, sin hacerte caso, como si no existieras.

Si es por eso incluso quiero pedir perdón por estar tweeteando mientras hablas y me intentas explicar cosas. (Un conferenciante – de la talla de Pepe Ferrer – hizo la gracieta de que era la primera vez que daba iuna conferencia sin que ninguno de los asistentes le estuviera mirando a la cara).

Quiero pedir perdón por probar el vino como si fuera un joyero tasando un diamante que le han traido para valorar

Quiero pedir perdón por explicarte con detalle todo lo que sé de la bodega y del enólogo que hace ese vino.

Quiero pedir perdón por explicarte porqué el vino es bueno.

Quiero pedir perdón por cada vino que me ha gustado que no te ha gustado a ti.

Quiero pedir perdón por haber entrado en ese nuevo género de “foodie”, una palabra que si la tuviera que traducir la traduciría como: “coñazo”.

Pero esto de comer y beber ¿no era para divertirse, pasarlo bien, hablar con gente y disfrutar?

Pues eso, quiero pedir perdón por haberlo olvidado.

En twitter: @guiabuenamesa