El jerez empieza siendo jerez, un generoso fino. Con el tiempo y los milagros de la química (natural) en forma de levaduras y los trasvases de bota a bota (barricas que llaman otros) va tomando otro aspecto más oscuro y va acomplejándose, que quiere decir que se hace más complejo, no que tiene más complejos, pasa a ser un amontillado y de ahí pasa a ser un oloroso. Son los cuatro momentos básicos de esos grandes vinos del marco de Jerez y Montilla – Moriles, que es como más de Córdoba.
Pues bien, entre las bodegas que están haciendo las cosas con mayor y mejor interés está la de Emilio Hidalgo, en la que los hermanos se esfuerzan a diario en pregonar la importancia de la tierra, del cuidado de las viñas, del momento óptimo para la recogida de la uva y de la tranquila y paciente labor que debe hacerse en la bodega de manera natural y sin estrés de ningún tipo. Han llegado incluso a convencerme a mí, que he sido un escéptico en la materia porque me parece que el generoso es un vino que se hace en la bodega, que así ha sido durante siglos y que ya puedes traer la uva de una manera o de otra que se acabará por arreglar entre la levadura y las botas. Pero no, y yo he probado sus vinos para convencerme.
Pero van más allá, porque los hermanos conocen los secretos de sus mejores vinos y saben sacarles el mejor partido para que los amantes de los generosos podamos disfrutar de esas genialidades. Así que tienen un vino que empieza a convertirse en mayor, que va camino de ser un amontillado pero que aún no ha llegado a serlo y deciden sacarlo al mercado conocedores de que es un vino muy especial, tiene lo mejor del fino y empieza a tener lo mejor del amontillado. Lo llaman El Tresillo Amontillado Fino, y es uno de los vinos más perfectos que son capaces de hacer estos hermanos. Hay cosas en este vino que serías incapaz de explicarte, es un vino para todo los momentos del día, queda bien en un aperitivo, queda bien en la comida, queda bien como una copa después de comer, te despide por la noche después de un día complicado y te despide después de un día lleno de triunfos y, además, es comedido y no quiere abusar de su presencia, una copa basta para que te quedes satisfecho porque la disfrutas poco a poco, con intensidad y con pasión. Si alguien quisiera buscar la definición de la palabra elegancia en un vino, este sería una de sus mejores representaciones. Te aporta un mundo nuevo de sensaciones y te obliga a decir “vinazo” cuando te lo tomas.
¿Caro? Es un vino que merece la pena cada euro que cuesta (en torno a 25 euros en Goñi Ardoteka – calle Aldamar de San Sebastián)) porque disfrutas de cada copa lentamente.
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