La última jornada resultó sorprendente, a veces descolocada, una jornada en la que habñia momentos en que la palabra “artesanía” tenía un sentido más de marketing que de otra cosa. Pan artesano dice que es Bimbo y por mucho que quieran proponer que buscan los ingredientes más adecuados para acercarse a lo artesano, seguirá siendo industrial. Así que por mucho que alguien quiera decir que es artesano, si lo que quiere es fabricar cientos e incluso miles de productos quizás iguales debería replantearse su identidad.Y por mucho que se quiera una perfomrance nunca podrá ser artesana porque su principio existencial es precisamente ser diferente en cada instalación. Y, mire usted, por mucho que se le invite a una ponencia sobre artesanía, no se puede encajar la invención de “instagram” o la “wikipedia” como artesanía de las nuevas teconologías.
Así que estábamos contemplando el bien y el mal cuando en eso surgieron Jose Miguel Carmona y Víctor Carrillo, el uno tocador de guitarra y el otro luthier. Ambos con naturalidad y desparpajo dicendo, claramente, lo que hacían y cómo lo hacían. El que hace las guitarras las hace todas de una en una, tarda semanas en hacerlas y las personaliza hablando con el que las va a tocar. Elige el material como si fueran ingredientes selectos y construye a fuego lento, que es como se debe hacer la gran cocina artesana. El otro sabe tocar la guitarra por familia, porque en su casa es lo que se hace y se ha convertido en un maestro absoluto porque no sólo se dedica con pasión a su oficio sino que ha sabido mirar más allá del flmaenco puro y duro, tiene una mentalidad abierta y sabe apreciar lo que hay de bueno en otras culturas. Explicó lo que era una “granaína” y la tocó, explicó lo que era una “soleá” y la tocó, tocó una pieza clásica para que notáramos la diferencia entre una guitarra española y una clásica y, al final nos despidió con una pieza brasileña. Entiendes que cuando te explican las cosas con cariño y pasión las puedes entender mejor, puedes sentir las sensaciones que quieren que descubras. Lo curioso de Carmona es que dijo de una manera clara y rotunda que él no sabe leer ni escribir música, literalmente es un analfabeto en su matería, y eso lo confesó en la Universidad de la gastronomía, como quien dice que el arte, la artesanía, es algo que se transmite de corazón, se transmite como pasión y que no hacen falta estudios. No sé yo si conviene volver a invitarle.
Si al menos su presencia ha hecho que cambien la música de algunos restaurantes me alegraría, que la guitarra, flamenca o clásica, queda muy bien en ambientes gastronómicos.
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