Hay un síndrome de las dos estrellas que afecta a un montón de cocineros y restaurantes. Luchan durante años para que se les reconozca elesfuerzo y la creatividad a través de las estrellas y, cuando alcanzan la segunda pasan unos años de dudas. Años en los que están intentando ser más creativos que nadie, quieren epatar en todos los congresos, se sienten en otro mundo y lo tienen que demostrar. La pena es que muchos se quedan estancados. Sí, hay grandes platos en sus menús degustación, pero hay otros que no alcanzan el aprobado. Muchas de las comidas se convierten en viajes en una montaña rusa. Grandes momentos al lado de otros incomprensibles. Alargan el menú en un intento por rizar el rizo y, como los toreros que han alcanzado un status, alargan las faenas sin ningún sentido por ver si algún pase es glorioso y muchas veces lo único que sale glorioso es el precio.
Por eso cuando uno sale de un dos estrellas totalmente satisfecho con todos y cada uno de los platos que ha tomado en el menú degustación merece la pena que se diga a los cuatro vientos. Y si encima el menú ha costado 69 euros merece la pena incluso aplaudir a rabiar. Casa Marcial con Nacho Manzano al frente es uno de esos momentos mágicos que uno encuentra y que no se espera. Literalmente donde alguien perdió el mechero, en la punta del monte allá en Arriondas (Asturias), en una casa a la que no te acercarías si no fuera porque te han dicho que se come bien, se encuentra la casa familiar de la familia Manzano donde desde hace un montonazo de años alguien decidió que el hijo de la familia cocinaba muy bien y que le daban una oportunidad de sacar adelante un restaurante. Y vaya que si lo ha conseguido.Su cocina se define de una manera muy sencilla porque es muy directa. Es una cocina que se entiende, que huye de las complicaciones, lo ves, sabes lo que es y te lo comes. No hace falta más. Claro que es fácil cuando pides un menú más tradicional, pero es cuando se nota al verdadero cocinero, sin complejos de moderneces, ahí es cuando se notan los elementos de la vanguardia que hacen que el camino de la tradición esté más iluminado, sea más fresco, la vanguardia se nota en la mano, en los detalles, el plato es la esencia, la mano del cocinero es el paisaje, si el cuadro no está distorsionado entonces se nota la genialidad. Hay muchos que intentan hacer cuadros impecables y les salen muchos borrones. Aquí todo encaja.
El menú completo:
Gazpacho ajoblanco
Oricio con holandesa (muy ligera) acidulada y aromáticos sobre yogur. Un plato casi perfecto en el que destaca todo el potente sabor del oricio con esos toques tan clásicos de una salsa imposible como la holandesa.
Callos de bacalao con lentejas al comino, caldo de verduras a la brasa, pil – pil ligero y cebolleta. Brillante en todos sus sabores que se ayudan entre sí. TExtura difícil y sin embargo llevadero gracias a las lentejas que contrastan con los callos.
Liebre en suave royal con matices frutales. Me parece el plato por excelencia en el que un cocinero demuestra que lo es.
Pitu de caleya guisado al estilo de mi madre con ravioli de sus menudillos. Ya se ve de dónde le viene la mano a Nacho Manzano. Y esos raviolis todavía están en la memoria.
Y crema de maiz con helado de trufa y agua de manzana
Unos cuantos postres ligeros cubrieron todo el menú.
La sala es otro de los jardines en los que los dos estrellas se suelen meter. De tener una sala relajada al mismo tiempo que precisa y bien llevada, en cuanto a algunos les dan un par de estrellas y se vuelven serios, tensos, se ponen estupendos y no puedes ni toser. Aquí no, se ve que es una sala que se sigue haciendo en el mismo tono familiar que siempre se ha hecho. El comedor es pequeño, coqueto y la casa está bien diseñada. Lo lleva Sandra Manzano, hermana de Nacho (las otras dos hermanas llevan el nuevo local de Gijón) y el sumiller murciano Juan Luis García que, como debe ser, no se echa atrás al recomendar vinos locales, aunque Asturias no sea tradicionalmente tierra de vinos él sabe lo que tiene entre manos y lo recomienda. Gracias a eso pudimos probar un más que recomendable Dominio del Urogallo Retortoiro 2011 un biodinámico de Cangas de Narcea con fruta y mineralidad, perfectamente equilibrado. La sorpresa que es lo que se busca cuando uno se pone en manos de un sumiller y no quiere lo clásico.
Es uno de esos lugares al que apetece volver todos los años por seguirle el rastro.
Como siempre, el titular para despistar: Algo falla en los dos estrellas, no es este el caso.
En twitter: @guiabuenamesa