Hubo un tiempo en La Rioja en que los vinos se hacían con todo lo que había en el viñedo. Bajaba (o subía) el agricultor/enólogo a las viñas, veía que aquello estaba para recoger en una parte y no perdía el tiempo en volver porque había faena, así que recogía todo lo que hubiera, lo metía en la tolva y que se hiciera el vino. Y cuando digo todo quiero decir literalmente todo, ya hubiera uvas tintas o blancas, allá se iba todo y se hacía un gran vino. Muchos lo siguen haciendo, hay vinos muy reconocidos que ya declaran con la boca pequeña tener un porcentaje (no llega al 5) de uva blanca viura, porque así se ha hecho toda la vida
Hoy en día hay un movimiento entre algunos jóvenes elaboradores que han vuelto orgullosos a esos orígenes y están haciendo vinos cautivadores que marcan la misma esencia de lo que debe ser un vino riojano.
Una de las primeras grandes bodegas en volver al pasado fue Barón de Ley. Una bodega que ya en su fundación se empeñó en hacer las cosas como se deben hacer, con un criterio de chateau francés fundaron una bodega donde Navarra y La Rioja se cruzan y se encuentran, en Mendavia (bajo la DO Rioja). Y allá es donde se decidieron a hacer este proyecto que en aquel momento era diferente y atrevido y que hoy debería ser la tendencia en los vinos. Han recogido las tintas tempranillo, graciano, garnacha, mazuelo, las blancas viura, malvasía y garnacha blanca (7 variedades) de sus viñedos de más de 60 años en Rioja Baja, han hecho 4 vinificaciones por separado – tempranillo con las blancas y las otras tres tintas por separado – hicieron también su crianza por separado y luego se han unido y han hecho otra crianza todos junticos.
El resultado es un vino único, muy especial, muy aromático y sabroso y fácil por su elegancia, es como una conversación amable en una tertulia. Es el gran momento del vino de la Rioja. No hay sobresaltos de ningún tipo, no hay madera molesta, no hay vainillas falsas, en este vino todo es nobleza y seriedad. El precio es el que corresponde a un gran vino, sobre los 40 euros, pero merece la pena cada céntimo.
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