El primer recuerdo que tengo de una galleta con nombre es un “bocata” de dos trozos de galleta de chocolate con una crema blanca por dentro.

Me acompañó durante una infancia, no todos los días, pero los suficientes para que se convirtiera en mi galleta preferida. Nada original por cierto, porque resulta ser la galleta más consumida en el mundo.

Establecerme en San Sebastián hizo que la perdiera de vista, simplemente no existía, No me hacían gracia las Marías y, no me acostumbraba a la rosquilla de chocolate ya que me parecía raro comerme a un amigo así como así (parece que el gobierno filipino hizo una queja formal por unas galletas llamadas “filipinos”.). Así que cuando se empezó a distribuir, muchísimos años después, fui feliz por volver a recordar la niñez, aunque, como en todo, yo había cambiado y ya no me convenía.

La única galleta que se presenta con libro de instrucciones (aunque yo nunca le he visto la gracia a comerla así). La galleta que tiene tantas variantes como la doble de crema, bañado con chocolate blanco, mini, incluso tartas, esa galleta llamada Oreo sin que se sepa muy bien porqué, cumple hoy 6 de marzo los 100 años. Y aunque sólo sea porque se fabrica desde Viana para el resto de Europa me daré mi correspondiente atracón. Que mañana será otro día.

En twitter: @guiabuenamesa