Un año más se ha celebrado la Gran Recogida de alimentos, y comienzan a llegar los datos favorables de que se ha conseguido recaudar lo suficiente para abastecer a quienes más lo necesitan, entre los alimentos donados y los tickets.

En este post me gustaría transmitir el agradecimiento que sienten quienes trabajan en el banco por la solidaridad de todos aquellos que se han acercado durante este fin de semana a colaborar con el banco y a hacer posible el propósito de este. También me gustaría contar alguna anécdota que se ha vivido, y sobre todo, devolver la confianza en el ser humano, que a veces parece que se pierde con tanta noticia mala como escuchamos en los medios de comunicación, y que parece que la humanidad se esté volviendo loca, y que sin embargo, cuando lo necesitamos, aún podemos contar con el cariño y la ayuda de los demás.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención siempre que he colaborado en este tipo de actividades, es que cuando agradeces a quienes se acercan a donar, son los donantes quienes te dan las gracias a ti por realizar esta labor, algo que me emociona. No porque me lo agradezcan, sino por la sensibilidad que estas personas demuestran con los que en ese momento están trabajando. También hay personas a las que les embarga la emoción en el momento de dar los alimentos, imagino que por lo que ellos mismos han vivido en el pasado.

Anécdotas hay muchas y variadas, desde los que vienen como colaboradores y terminan haciendo sus donaciones, equipos deportivos enteros que ayudan recogiendo y clasificando la comida que se reparte, o adolescentes que pasan a comprarse algo de comer con sus amigos y con el poco dinero que disponen terminan comprando un paquete de pasta para donarla. Hay quien ofrece el carro lleno y espera paciente a que se vacíe y clasifique para volver a entrar y hacer su compra, o quien tras haber donado todo un carro, compra galletas para que los voluntarios puedan comer algo mientras trabajan. Incluso, este año hubo quien tras haber trabajado con su hijo durante el primer día, trajo a primera hora del segundo día magdalenas hechas por ella misma para que comieran los voluntarios del segundo día. Por todas estas anécdotas y muchas otras que me dejo, me devuelve la confianza en el ser humano y en su bondad.