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Carlos Rilova

El correo de la historia

“¡Constitución o Muerte!”, o razones para ir a ver “La reina de España” de Fenando Trueba (1808-2016)

Por Carlos Rilova Jericó

Como todas las semanas, el jueves o el viernes, a más tardar, el habitual autor de estas líneas, tiene siempre el mismo problema. Es decir: de qué escribir cada lunes.

En esta ocasión el problema me lo ha resuelto un artículo de opinión publicado este viernes en la edición de papel de este mismo periódico, “El Diario Vasco”.

En él se glosaban las penurias por las que está pasando Fernando Trueba con su nueva película, “La reina de España”, debidas a un boicot con el que lo están castigando por sus (para mí al menos) mal traídas palabras de hace un año, cuando el ministro Méndez de Vigo le entregó el premio Nacional de Cinematografía y Trueba lo agradeció -digámoslo así- respondiendo que no se sentía español y que ojalá la Guerra de Independencia la hubiera ganado Napoleón.

Yo reaccioné ante aquello y escribí un artículo al respecto en esta misma página, leyéndole la cartilla a Fernando Trueba (así puede describirse el asunto) sobre quién era realmente Napoleón y lo mal que nos hubiera ido de ganar él -Napoleón- guerra alguna.

Sostengo y no enmiendo el contenido de este artículo. Pero, desde luego, en ningún caso apoyo, a fecha de hoy, el boicot al que se está sometiendo a “La reina de España”. Yo he ido a ver la película. De hecho, en contra de mi inveterada costumbre de no arriesgarme con un estreno salvo el día del espectador, la vi este viernes. Y recomiendo que se vaya a verla. Encarecidamente.

“La reina de España” es una sátira del cine supuestamente “histórico” que se hizo durante la Dictadura franquista. Es decir, algo de tan baja calidad como el cine histórico que haría hoy día el DAESH sobre el Islam o el régimen de Corea del Norte sobre la Historia de Corea.

Es, además, una película que, al margen de todo lo que se ha vertido contra ella apenas ha salido a la luz, niega, rotundamente, aquello de “segundas partes nunca fueron buenas”.

Es cine de excelente factura. Lleno de guiños cinéfilos -ese John Scott que es un trasunto de John Ford y Samuel Fuller, los bajos fondos y secretos inconfesables del Hollywood de los cincuenta…- y también es una excelente película histórica, que narra, mezclando de manera genial la tragedia y la comedia, lo que fue la Historia de España y del Mundo desde la Segunda Guerra Mundial en adelante. Y todo esto con actores y actrices en eso que los críticos suelen llamar “estado de gracia”, complementándose entre ellos en una película donde forman un gran protagonista colectivo que enseña mucha Historia de España que, tal y como es contada, sólo puede ofender a quienes añoran a Adolf Hitler o alguno de sus conspicuos aliados pasados o presentes.

Sólo por eso merece la pena ver esa película. Pero aparte de por esa razón, “La reina de España” debe ser vista porque hace doscientos años muchos españoles cayeron en más de 300 campos de batalla, de Cádiz a Toulouse pasando por Gijón, Los Arapiles, Tolosa, San Marcial… gritando consignas que podríamos resumir en “¡Constitución o Muerte!”.

Esos hombres, esos españoles, entre los que también hubo mujeres, luchaban contra la opresión que significaba el régimen militaroide, dictatorial, de Napoleón Bonaparte.

Piensen bien en ello. No lo dudaron un segundo. Muchos de ellos se alistaron bajo las banderas de los ejércitos patriotas para mantener viva la última llama de Libertad que quedaba encendida en Europa continental en el año 1808. Lo demostraron claramente con la proclamación, en 1812, de la segunda constitución europea después de la promulgada por la Convención francesa tras ejecutar a Luis XVI. Muchos de esos hombres (aunque no todos, es cierto) se jugaron la vida por ella, por esas Libertades, entre las que se contaba la de poder discrepar, tener una opinión diferente.

Imaginen lo que fue aquello. Ser parte de los Tiradores de Cantabria, del 1º, 2º o 3º de Guipúzcoa, o de las unidades bajo mando de Mina o de un largo etcétera de regimientos y divisiones, como la Yberia… Ser integrado en una línea de Infantería o Caballería que, bajo la orden de expertos oficiales profesionales, debía aguantar, a pie firme, bajo la bandera blanca y roja, con la cruz de Borgoña, las descargas de la que pasaba por ser la mejor Infantería de Europa en esos momentos… Ya lo han visto en el Cine. Sólo que con soldados vistiendo otros uniformes parecidos a los que vestían esos españoles en 1808, en 1809, en 1810, en 1811, en 1812…

Los hombres caen como espigas ante la guadaña del segador. La línea no vacila. Finalmente un oficial da la orden de carga. En 1812, la consigna, en ese momento de cargar, era cualquier grito similar a “¡Constitución o Muerte!”, o “¡Patria o Muerte!” o “¡Libertad o Muerte!”, que, al fin y al cabo, venían a significar casi lo mismo. Incluso “¡Viva Fernando VII!”, que para muchos de esos soldados era, en esas fechas, lo mismo que “¡Constitución o  Muerte!”.

Por eso se luchó hace doscientos años. Y por eso se ganó hace doscientos años. Por eso fue bueno que Napoléon no ganase la Guerra de Independencia (por más que Fernando VII resultase, después, ser un rey absolutista y felón) y por eso creí hace un año -y sigo creyendo- que Fernando Trueba se equivocó al decir lo que dijo en San Sebastián hace un año.

Pero por esa misma razón, en este puente de la Constitución, en el que estamos de vacaciones, sencillamente, gracias a que, al fin, después de mucha crueldad, guerras, desencuentros, horrores varios…, se armonizan en España las creencias ultracatólicas como la de la Inmaculada Concepción con la Constitución heredera de la de 1812, creo que el boicot a la película de Fernando Trueba es no sólo un error (porque la película no lo merece) sino una deshonra para los hombres y mujeres que en 1808, 1809, 1810, 1823… cayeron en los campos de batalla gritando “¡Constitución o Muerte!”. Porque ellos luchaban, y se jugaron la vida, y muchos la perdieron, para que en este país hubiera verdadera Libertad. Para que un caricaturista, si pensaba que era oportuno, pudiera burlarse hasta del mismo rey. Para que alguien, cualquier español, dijera, incluso, que hubiera preferido que Napoleón ganase la Guerra de Independencia.

Por esas razones históricas estoy, y estaré, siempre en contra de ese vengativo boicot a la película de Fernando Trueba que, insisto, deberían ir a ver, para saber siquiera en que sumideros históricos ha vivido España los últimos 80 años y de los que -ya va siendo hora- deberíamos salir. Lo primero respetando las opiniones ajenas, evitando la destrucción de quienes, dentro del mínimo respeto a algo llamado “democracia”, no piensan como nosotros, pues, por desgracia, ya hemos tenido bastante de eso en los últimos dos siglos y ya va siendo hora de que eso cambie y esto sea, por fin, un país civilizado.

Sólo por esa razón, porque mañana les podría tocar a ustedes como hoy le está tocando a Fernando Trueba, no caigan en esa miserable trampa. Avergüencen a quien la ha urdido, renieguen de él, de ella o de ellos… Vayan a ver “La reina de España”. Aunque no estén de acuerdo con el director. O precisamente por esa misma razón.

Demuestren que en este país hay personas cabales y decentes. Personas que honran la memoria de quienes prefirieron morir hace dos siglos luchando por la Libertad, por la verdadera Libertad, contra Napoleón. Para que, como vemos en la película de Fernando Trueba, no hubiera campos de la Muerte como Mauthausen. O su casposo equivalente español. Todavía en funcionamiento allá por los glamurosos años dorados de Hollywood. Por increíble que pueda parecer tan vergonzosa circunstancia, muy bien descrita (quizás demasiado para algunas mentes enfermas de odio a la democracia y a la libertad de opinión) en “La reina de España”…

 

 

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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