Alberto Moyano
Ante la celebración de la Feria del Libro en la Plaza de Gipuzkoa
donostiarra el próximo lunes, los libreros tiemblan al contemplar la
posibilidad de que Ildefonso Falcones vuelva a ser el autor más vendido
con ‘La catedral del mar’. Ante esa tesitura, hasta un cocinero con su
libro de recetas más adelgazantes les parece un alternativa razonable
como candidata al Euskadi de Plata. Los puestos volverán a ser
diecisiete ya que aunque una librería se ha caído de la lista –
Ubiria–, otra se ha incorporado –El Cuento–.
La feria se vuelca en exhibir la oleada de novedades que lanzan las
editorial y, en rigor,no ofrece nada interesante para los habituales de
las librerías. Para los no habituales tampoco porque se presupone que,
de lo contrario, no pertenecerían a este segundo grupo. Así de
misterioso el asunto, un grupo inclasificable y más o menos numeroso
deambula cada año de puesto en puesto a eso del mediodía, recopilando
obviedades y aprovechando la ocasión para solventar con un par de
libros infantiles el engorroso problema de los regalos de los sobrinos.
El habitual recetario del cocinero local de turno y algún título remoto
de etnografía vasca completan la oferta más tentadora, si del examen
visual hemos de fiarnos.
Finalmente, los Euskadis de Plata en euskera y castellano se otorgan en
virtud de unas cifras de ventas más propias de una tribu sin contactar
que de una ciudad que se reinvindica capital cultural del País Vasco.
Así, 72 ejemplares de ‘La catedral del mar’ despachados durante la
feria permitieron el año pasado llevarse el citado galardón a Falcones,
un autor que, como tantos otros, parece transmitir en conversación
directa la inequívoca sensación de ser tan sólo remotamente responsable
de su escrito. O eso dicen.