La huida de uno mismo no se hace amparándose en la oscuridad ni tampoco hace falta esconderla de los demás, tan sólo disfrazarla un poco. Contar una bonita película cuyo fondo, cuyo mensaje sea difícil de interpretar como en las de arte y ensayo de la primera época.
El guión se escribe en la oscuridad de ciertas soledades, la producción se lleva a cabo con lo poco que queda y el actor principal tiene el caché tan bajo que está dispuesto a rodar la película en escenarios de bajo presupuesto y metiendo horas extras. Es decir, el círculo se cierra sin salir del interior de uno mismo.
Pero el que huye se olvida la mayoría de las veces de que llevará una mochila invisible con todas sus penas a cuestas, que los asuntos sin resolver seguirán ahí, sin resolver, por mucho que uno ponga millas de por medio; el que huye de sí mismo carga con una sombra que le recordará que no dejó nada atrás, que el nuevo camino estará repleto de piedras conocidas y será el mismo sol y los mismos vientos los que azoten su deambular por la vida, huyendo, siempre huyendo.
Es el no querer mirar atrás, es el estar harto de todo, es el ‘quiero empezar de cero’, es el ‘no puedo más’. Quien huye sabe que no sirve de nada intentarlo, pero le queda la esperanza de ser diferente, de ser la excepción de la regla, de pensar que tiene una fuerza para huir que no ha tenido para afrontar el gran problema que es vivir.
Así que en vez de huir… ¿por qué no enfrentarse una vez siquiera, tan sólo una, a ese “enemigo” que amenaza desde el propio interior? Lo sorprendente puede ser el resultado de esa batalla, darse cuenta de que en cuanto se ha sido capaz de salir de la trinchera, al otro lado, en ese campo abierto de donde venían “los tiros”…no hay nadie.
Porque de la vida sólo se escapa de una manera y esa, me temo que no le gusta a casi nadie…
En fin.
LaAlquimista
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