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Carlos Rilova

El correo de la historia

Una mentira repetida mil veces no es Historia, es una mentira. San Sebastián, las guerras napoleónicas y un penoso Bicentenario (1814-2014)

 

Por Carlos Rilova Jericó

Hoy pensaba tomarme las cosas con más calma con este nuevo correo de la Historia. Pero no he podido.

¿La razón?. Pues una tan pesada como sencilla: esta semana he vuelto a encontrarme “buru-belarri” -así se dice “de cabeza” en euskera- con una nueva sarta de esos despropósitos sobre la Historia de las guerras napoleónicas y San Sebastián que se están poniendo sobre la mesa cultural de esa ciudad desde hace unos años y desde 2013 aún con más intensidad.

En efecto, el año pasado, con motivo del cumplimiento redondo del bicentenario de la destrucción -en el verano de 1813- de esa ciudad, San Sebastián -que en 2016 va a ser capital cultural de Europa-, se trató de colocar contrabando pseudohistórico como Historia. De hecho, como la única Historia posible de lo que había ocurrido.

Como comprenderán, para una Asociación de historiadores que además lleva el adjetivo “guipuzcoanos”, eso era, sencillamente, inaceptable. Y eso que quienes son parte de la misma no somos precisamente un poder fáctico, ni nos dedicamos a exigir, cual “Feldgendarme” nazi, títulos académicos que demuestren que se sabe de lo que se habla, exhibe o escribe, cuando se dice que se habla, se exhibe, o se escribe Historia.

Lo único que pedimos a quien haga tales incursiones, es que respete un mínimo de reglas científicas básicas y sustente sus aportaciones en hechos probados, en un análisis riguroso de los mismos, que conozca y mencione en su obra lo que se ha escrito -en gran parte por mano de historiadores académicos- antes de que él o ella entrase en liza, y, en general, que sea consciente de que las personas de -pongamos por caso- hace doscientos años, eran muy distintas a nosotros y veían e interpretaban las cosas con otras categorías mentales y otros valores. Para nosotros tan raros como para ellos podrían serlo los nuestros.

No es difícil de entender. No hace falta leerse a Michel Vovelle, o Carlo Ginzburg, para darse cuenta de esa realidad elemental que debe tener presente cualquiera que se meta en el campo de la Historia. Basta con ver, por ejemplo, películas en apariencia tan intranscendentes como “Los visitantes”, para darse cuenta de ese desfase temporal entre nuestra mentalidad y nuestra realidad y las de, como se ve en ese caso, personas que han vivido muy atrás en el tiempo, en plena Edad Media. O, en el caso que nos ocupa, tanto da, hace dos siglos.

Sin embargo, parece que en San Sebastián, la futura capital europea de la cultura en el año 2016, una regla tan elemental para estudiar y escribir Historia es imposible de asumir por determinadas agrupaciones y personas.

Así, hace un año, el colectivo Donostia Sutan trató de demostrar, por todos los medios a su alcance, que la destrucción de la ciudad había sido fruto de un malévolo plan ideado por un general español, de Portugalete para más señas, para vengarse del “Pueblo Vasco”. Curioso concepto que en la época no existía y al que le faltaban nada menos que unos setenta años para ser formulado por Sabino Arana.

Desde esta tribuna y desde la edición en papel de este diario, se les respondió, por activa y por pasiva, que tal relato de los hechos era -más allá de toda opinión política- sencillamente delirante, ridículo desde el punto de vista estrictamente académico.

A un año vista, parece ser que esa advertencia no ha servido para nada. Dicho colectivo ha vuelto a la carga una vez más, utilizando la Parte Vieja de la ciudad como sala de exposiciones al aire libre donde han vertido, en distintos paneles, una serie de absurdos que difícilmente tienen parangón en el mundo civilizado. Habría que irse a los negacionistas del Holocausto, o a los “historiadores” que justifican la supremacía blanca, para encontrar otro cúmulo similar de quincalla revestida con el manto de la Historia.

Desde esos paneles y desde otros medios en los que se combina el mitin político con la conferencia supuestamente académica, dicho colectivo ha vuelto a insistir, otra vez, en que hay documentos que avalan la tesis de que “España” quería destruir San Sebastián porque era una ciudad “vasca”, en la que vivían 9.000 euskaldunes (¿en batua?, ¿en dialecto gipuzkoera?, ¿como vehículo de cultura o para uso mercantil?), que vieron turbada su idílica paz al ser metidos, de hoz y coz, en una guerra entre “España” y “Francia” con la que se supone jamás tuvieron nada que ver.

Aseguraban esos carteles que “España” prohibió reconstruir la ciudad y que hay un documento -el cual no se cita por su signatura de archivo correspondiente- que demostraría por medio de una serie de testimonios, recogidos entre los supervivientes de la matanza, que existía ese plan deliberado de destrucción del que, en última instancia, sería responsable “España”, sirviéndose como mano ejecutora del ejército anglo-portugués. Finalmente, como guinda de este grueso pastel, se críticaba en esos carteles, acerba y amenazadoramente, a los ciudadanos, de ambos sexos, que conmemoran esa batalla haciendo una reconstrucción histórica -como se hace en muchos otros lugares de Europa-, tildando tal reconstrucción de “militarista” y echando mano, ya de paso, de ciertos desfiles militares que debieron tener lugar por última vez en 1963, durante la Dictadura franquista. Eso sin percatarse de que las reconstrucciones, precisamente, lo que hacen al recordar en toda su dureza la vida del soldado, de la cantinera, o de la mujer-soldado camuflada -como Virginie Ghesquiere-, es quitar las ganas a cualquiera de ir a una guerra. O, ya puestos, a manifestaciones en las que se pide a determinadas organizaciones que maten a alguien…

Todo ello sencillamente inaceptable para cualquier persona con unos mínimos conocimientos de Historia. Ya sea tal persona finlandesa, española o escocesa.

En efecto, por sólo tomar un ejemplo de los muchos que brindaba la batería de argumentos esgrimida por dicho colectivo, basta con darse una vuelta por los archivos para descubrir, entre otras cosas, que Fernando VII, el rey de España, fue recibido en San Sebastián en 1828 -a invitación de la ciudad y de forma multitudinaria- para celebrar que se estaban concluyendo las labores de reconstrucción. El déspota accedió gustosamente y a su llegada fue agasajado, él y su señora, con arquitecturas triunfales, discursos, canciones y bailes -tanto en euskera como en castellano- para darle las gracias por la ayuda donada a la ciudad para esa reconstrucción…

El documento está tanto en el Archivo General guipuzcoano, en Tolosa, como en el de la propia ciudad de San Sebastián. Con la signatura AGG-GAO  JD IM  1/2/33 en un caso y AMSS E  I  2027, 26 en el otro. Aparte, el que estas líneas firma, ya lo citó en un artículo titulado “San Sebastián antes del incendio de 1813”, disponible en todas las bibliotecas de la ciudad desde noviembre de 2013…

También obviaba dicho colectivo, por ejemplo, que el arquitecto a cargo de la reconstrucción de la ciudad era un vasco, Pedro Manuel de Ugartemendia, que, además, era capitán de Infantería de línea del Ejército español. Como lo demuestran tanto diversos documentos, como distintas investigaciones, ya publicadas o por publicar, en euskera y en castellano…

Y así podríamos seguir, durante páginas y páginas, para recordar que una mentira mil veces repetida no es Historia, es sencillamente una mentira. Afirmación que cualquiera que realmente sepa de Historia, con o sin título académico, debe repetir, a su vez, una y tantas veces como sea necesario. Hasta que la mentira en cuestión deje de repetirse…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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