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Carlos Rilova

El correo de la historia

De “La sombra del águila” a Mónaco. Las tropas españolas de Napoleón y su, a veces, feliz destino (1810-2014)

 

Por Carlos Rilova Jericó

Como siempre, a medida que avanza la semana, el problema de este historiador es encontrar alguna noticia interesante que traer a este correo de la Historia.

Algo que esta última ha sido bastante arduo. Más que nada por la cansina repetición en los medios de temas ya tratados -Cataluña, la epidemia de Ébola…- en esta página. Al final, como ahora estoy atrapado en cuestiones de índole napoleónica -ya les contaré-, di con una cuestión prometedora para este correo de la Historia releyendo un viejo artículo de “Historia 16”, firmado, en el también prometedor año 1977, por el especialista Jean-René Aymes.

Era tema de portada en aquel número de la revista de Historia más popular en España durante la llamada Transición. Se trataba de, como decía el título del propio artículo, las tropas españolas de Napoleón. Releyendo el texto pronto me di cuenta de que esta historia de la Historia tenía elementos, en efecto, muy prometedores.

Por un lado la mayor parte de ustedes sólo conocerán el asunto por una novela por entregas publicada en los años 90 por el académico Arturo Pérez-Reverte. Ya habrán adivinado, quizás, que me refiero a “La sombra del águila”. Lo cual, a decir verdad, no es saber mucho sobre las tropas españolas que, de grado o por fuerza, como ocurrió en Portugal, en muchos estados alemanes e italianos… formaron parte de los ejércitos napoléonicos que saquean, incendian, roban, matan y etc… durante quince años por toda Europa. Empezando por España, el principal núcleo -casi único de hecho- de la resistencia antinapoleónica en Europa entre 1808 y 1812.

A eso el artículo del profesor Aymes añadía otros alicientes. Por ejemplo, resulta que algunos de esos reclutas españoles de Bonaparte -los del llamado regimiento José-Napoleón- y el idílico Principado de Mónaco estuvieron -aunque parezca sorprendente- estrechamente relacionados. Lo cual, teniendo en cuenta la tirada de las llamadas revistas “del corazón”, visitantes habituales de dicho principado y de su hoy creciente y principesca familia, me ha parecido motivo más que interesante para hablar este lunes de esas tropas españolas de Napoleón y su, a veces, feliz destino, en contra de la impresión que les haya podido dejar la lectura de “La sombra del águila”. Feliz, al menos, hasta el año 1812 en el que los sacaron de la soleada costa mediterránea para llevarlos a Rusia.

Vayamos al núcleo del asunto, empezando por lo que dice “La sombra del águila”. Según esa novela tropas españolas que no procedían de los voluntarios del regimiento José-Napoleón, fueron reclutadas prácticamente a la fuerza y con engaño y lo pasaron bastante mal. Antes y después de 1812. Especialmente las que no pudieron huir con el resto del contingente del marqués de la Romana del territorio de uno de los más fieles aliados del Ogro corso durante aquellos años de las guerras napoleónicas. Es decir, la hoy, por distintas razones, tan admirada Dinamarca.

A diferencia de las tropas que lograron huir ayudadas por la flota británica -como sabrán por la lectura de “La sombra del águila”- y desembarcaron en Ribadeo, Santoña y Santander a tiempo para enfrentarse a la contraofensiva napoleónica posterior a la victoria de Bailén, los rezagados de esas unidades se quedaron allí y pasaron por la atroz campaña rusa de 1812.

En ese momento, tal y como cuenta esa novela cargada de humor negro, los voluntarios forzosos de esas tropas, que no los entusiastas de Napoleón, que también los había, habrían tratado de cruzar las líneas simulando un ataque suicida que deja pasmado a todo el Estado Mayor napoleónico, empezando por el propio Napoleón, y que acaba en fiasco porque Murat -descrito en términos crueles aunque no inexactos por el novelista cartagenero- da una de sus características cargas de Caballería. Una que acaba con los pobres soldados españoles chasqueados y obligados a quedarse con Napoleón para sufrir las atrocidades de la retirada de la “Grande Armée” durante el gélido invierno de 1812. Afrontando así un frío mortal, a los lobos, a los cosacos y a las heladas aguas del Beresina. Ese río aún hoy sinónimo de desastre en francés.

La realidad, se lo aseguró, fue algo diferente, como suele ser habitual en las novelas del citado académico, bastante reñidas con la Historia.

En efecto, si leemos un documentado artículo publicado en la revista “Tiempo” por Luis Reyes descubriremos que, en realidad, aquellas tropas, o al menos una parte sustancial de las mismas, sí consiguieron pasar las líneas rusas durante la campaña de 1812. A diferencia de lo que pueden leer en “La sombra del águila” -cargada, como gran parte de la Literatura de su autor, de un incomprensible y malsano pesimismo sobre la Historia de España- fueron recibidos con honores por el propio zar Alejandro I, equiparados a su guardia personal y devueltos a España, verdaderamente a cuerpo de rey, en navíos de la Armada rusa, formando ya entonces el regimiento Imperial Alejandro, que en 1815 tomaría parte en la derrota final de Napoleón de la que, espero, les hablaré bastante este año entrante.

Ese fue el glorioso destino final de algunos de los integrantes del regimiento José-Napoleón y otras tropas españolas de Napoleón. Antes, como nos cuenta el profesor Aymes, les fue incluso mejor. Bonaparte insistió mucho en que el José-Napoleón no combatiera en España -no se fiaba de ellos y temía que pasasen las líneas-, y parte de ellos -bingo- acabaron destinados nada menos que en Mónaco. Evidentemente un lugar mucho mejor que las serranías andaluzas o vascas, donde tus propios compatriotas te podían matar enseñándote lo bien que habían aprendido todas las innovaciones militares napoleónicas.

El profesor Aymes no nos cuenta mucho sobre la situación en Mónaco en la época, pero, sin duda, el pequeño principado de los Grimaldi conquistado por Francia, no debía ser precisamente Ronda en cuanto a enconada resistencia antinapoleónica.

Entonces no existía el Mónaco lujoso y rutilante del Casino, la Fórmula 1 y los yates de varios metros de eslora. Era tan sólo eso, un pequeño principado acostado sobre un bonito trozo del Mediterráneo, conquistado con astucia por los Grimaldi en la Edad Media -como canta orgullosa una de las estatuas de la ciudad hoy día- pero, que duda cabe, un destino idílico comparado con muchos otros teatros de las guerras napoleónicas en los que muchos de esos soldados acabaron.

Aquello duró hasta 1812. En esa fecha los sacaron del Mediterráneo para ir a luchar en Rusia, donde algunos afrontaron el destino que se describe en “La sombra del águila”. Uno que ellos, como subraya el profesor Aymes, podrían haber eludido, negándose, como la mayoría de prisioneros y “voluntarios” españoles, a jurar lealtad a José I, y que, finalmente, en conjunto, tampoco les salió tan mal. Como se ve por el caso del regimiento Imperial Alejandro, en el que acabaron muchos de ellos, donde se olvidó, y se olvidaron, de que alguna vez habían servido a Napoleón.

A muchos oficiales, como el capitán Gallardo de Mendoza, les fue incluso mejor, posando, perfectamente, hasta el final, y con mucho éxito, en la epopeya napoleónica. Imitando en todo a los franceses. Por ejemplo, en pasarse a las banderas de Luis XVIII en abril de 1814 y hasta ayudarle en 1823 a apoyar a su primo Fernando VII durante la ominosa expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis.

En fin, como verán, la Historia real supera, para mal y para bien, cualquier realidad como la de las páginas del “¡Hola!”. O cualquier ficción, no olviden eso, como la que se puede leer en las páginas de “La sombra del águila”.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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