Por Carlos Rilova Jericó
Esta semana se ha hablado mucho de la segunda parte de “Regreso al futuro”, una exitosa saga de películas de uno de los reyes Midas del Hollywood de los ochenta y noventa del siglo XX, Robert Zemeckis. La razón para tanto hablar de esa película es que en ella, como ya habrán adivinado, se viajaba, varias veces, del pasado al futuro y viceversa, en entretenidas y vertiginosas tramas con las que nos olvidamos -yo, por lo menos- de muchos problemas allá hace dos décadas, que ya los había. Y bastantes.
Resulta que el destino de uno de esos viajes en el tiempo eran las 16:30 del día 21 de octubre de 2015. De ahí la gracia de comparar cómo se imaginaron los guionistas ese día y cómo ha sido realmente.
El archiconocido -para los vascos- programa de “La noche de” dirigido por Félix Linares desde hace casi tanto tiempo como la saga de Zemeckis, comentó en la noche del 20 de octubre este asunto, señalando qué se había cumplido de esas predicciones cinematográficas y qué no. Lo mismo hizo el telediario de Antena 3 el mediodía del 21 de octubre, aunque de manera algo más parca.
Una noticia oportuna y simpática, en definitiva, pero el caso es que, al margen de apreciaciones personales, la Televisión, puesta a buscar comparaciones entre las películas que se imaginaban el futuro en 2015 y la realidad que vivimos, podría haber ido por otros derroteros que no eran precisamente los de ver qué se había cumplido de lo dicho en “Regreso al futuro”, y qué no, este 21 de octubre de 2015.
La sensación que yo tuve ese día era la de que el futuro que se había cumplido era el que se imaginó en otras series, películas y sagas de ciencia-ficción que nada tienen que ver con la amable farsa de “Regreso al futuro”.
En efecto, la edición en papel de este periódico -“El Diario Vasco”- publicaba ese 21 de octubre de 2015 una inquietante fotografía de portada en la que se descubría que el futuro que es nuestro presente, es decir, este año 2015, se parecía más a una distopía (esto es, un mundo donde las cosas no van precisamente bien, o se vive bajo un régimen dictatorial de algún tipo) que a lo que contaba “Regreso al futuro”.
En la foto se veía a una larga columna de refugiados sirios que marchaba por una carretera secundaria, en medio de un campo entre Croacia y Eslovenia. El efecto era menos dramático que el de otras imágenes que circularon por ahí. Por ejemplo la de tiendas improvisadas ardiendo en campamentos para internar a esos refugiados. O esos mismos refugiados cruzando el río que hace de frontera entre Croacia y Eslovenia en medio de la noche, bajo la lluvia, iluminados sólo por los focos de las cámaras que nos narran este drama, a diario.
Sin embargo, esa foto de portada de “El Diario Vasco” era, sí, inquietante porque nos decía que nuestro presente se parecía, mucho, al futuro imaginado, por ejemplo, en la película de John Boorman “Zardoz” o en la serie televisiva del doctor Quatermass estrenada en el año 1979 por Thames Television.
En ambos productos, sobre todo en la serie de Quatermass, se muestra una sociedad occidental -sí, la nuestra- atrapada en un callejón sin salida, en el que ciudadanos más o menos normales, por ejemplo, un científico como Quatermass, deben viajar en coches cubiertos por rejas abatibles muy similares a las que hoy -de momento al menos- sólo usan los vehículos de la Policía antidisturbios. Lo hacen por desoladas autopistas que se van cayendo a pedazos por falta de mantenimiento y por donde patrullan parejas de policías a caballo que vigilan, vestidos con trajes antidisturbios que incluyen grandes escudos metálicos, a las bandas de errantes y salteadores de caminos que circulan en los aledaños de esas grandes vías de comunicación…
Como hoy día se pueden descargar en cuestión de minutos series enteras, les animó a que comparen esas escenas de “The Quatermass conclusion” con lo que se veía este futurista 21 de octubre de 2015 en la portada del periódico que, todavía, podía uno leer mientras se tomaba un café en relativa paz y tranquilidad en este rincón de Occidente al que aún no han llegado esas patrullas de antidisturbios a caballo que tratan de controlar y reconducir -de momento sólo eso- a esa marea de refugiados.
Y ahora, para concluir, quizás se pregunten cómo es posible que, de buenas a primeras, nuestro 2015 se parezca más a series distópicas, inquietantes… como “The Quatermass conclusion” que a la segunda parte de “Regreso al futuro” donde, pese a algunos problemillas, todos, al final, son felices y comen perdices en un futuro sólo levemente distorsionado y problemático.
La respuesta hay que buscarla en el pasado, hace 99 años, cuando en plena Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña y Francia, por lo que pudiera pasar, se repartieron, merced a los buenos oficios de dos diplomáticos (sir Mark Sykes y François Georges-Picot), al moribundo Imperio Turco, declarándolo área de influencia y protectorado, despiezándolo en pequeños estados que estarían bajo su influencia y control. Al precio que fuera, como bien se ve en películas como “Capitán Conan” de la que ya hablamos cuando la crisis -y esta página- sólo habían comenzado, allá por el verano de 2012.
El resultado de ese experimento de laboratorio político llevó a regímenes dictatoriales como única alternativa para evitar que las cosas derivasen en una dirección que no convenía a potencias como esas, interesadas en controlar un área que los estrategas del siglo XIX, como Alfred T. Mahan, señalaban como clave para el control del Mundo.
Noventa y nueve años después ya ven en qué ha acabado el experimento y esas previsiones de un brillante futuro. Brillante al menos para las potencias occidentales que se instalaron por allí en 1919 pagando el precio, para ellas, más barato a corto plazo. Es decir, controlar ese territorio por medio de regímenes de dudosa catadura pero que garantizaban, mal que bien, una estabilidad que interesaba a esas potencias.
Al menos hasta que al pequeño autócrata que había venido a sustituir al gran autócrata turco le dio por irse con potencias nada amigas de aquellas que en 1916 decidieron el futuro de esa zona -y las gentes que en él vivían- sin llegar a pensar que el experimento podía estallarles en las manos y conducirles a un mundo del mañana más parecido a la angustiosa distopía de Quatermass que al 21 de octubre de 2015 de “Regreso al futuro”.
Algo que debería llevarnos a pensar si, por el bien de todos, tendríamos que dedicar más esfuerzos a pensar no en cómo crear patinetes voladores sino en dotar de estabilidad política y geoestratégica al Mundo sin arruinar, más tarde o temprano, la vida de miles de personas que, al final, como ahora vemos, pueden acabar por arruinárnosla a nosotros también, los que aún vemos, desde una relativa tranquilidad y seguridad, a la Policía antidisturbios a caballo -tan parecida a los salvajes cazadores de seres humanos de “Zardoz” o a la de “The Quatermass conclusion”- reconducir -de momento sólo reconducir- a estas masas de desesperados refugiados…