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Carlos Rilova

El correo de la historia

Lecciones de Historia al servicio de la Política. España entre el 80 aniversario del proemio de la Segunda Guerra Mundial y la visita del presidente Obama (1936-2016)

Por Carlos Rilova Jericó

Hace una semana, como ya comentamos en el correo de la Historia de hace siete días, se cumplían exactamente 80 años del comienzo de Guerra Civil española. Esa que los especialistas consideran como el ensayo general de la Segunda Guerra Mundial.

Hace quince días se produjo otro hecho relevante: la interesante visita que el presidente de los Estados Unidos hizo a España en el tiempo récord de 21 horas y a pesar de los graves disturbios que estaba viviendo su país.

Las dos circunstancias, y un par de libros que he sondeado recientemente,  “El arenque de Bismarck”, firmado por un eurodiputado izquierdista, Jean Luc-Mélenchon, y “Misión de guerra en España” de Carlton Hayes, me han sugerido el tema para este nuevo correo de la Historia.

De hecho, también me lo ha sugerido la difícil situación política por la que pasa ese país, España, que, por suerte o por desgracia, es quién me expide eso tan importante hoy día como un pasaporte.

Hechos como el aniversario de la Guerra Civil y la visita del presidente Obama, vistos a la luz de esos libros y a la luz de las arenas movedizas políticas en las que nos movemos, son un tema demasiado sugerente como para dejarlo pasar de largo.

Realmente esos dos libros -“Misión de guerra en España” y “El arenque de Bismarck”- pueden resultar verdaderamente esclarecedores -es más, imprescindibles- para quienquiera que acabe gobernando España, tras estas segundas elecciones o, quién sabe, tras unas terceras.

Los dos, cada uno en su estilo, pueden ayudar al futuro presidente -o presidenta, todo podría ser- que tomase asiento en La Moncloa, a informarse sobre cuestiones fundamentales para el estado llamado “España”.

Por ejemplo, las coordenadas internacionales en las que realmente está situado dicho estado de la Unión Europea desde el final de la Guerra Civil y cómo se deberían mover las cosas, en Política, para que esas coordenadas produjeran el máximo beneficio a la ciudadanía que esos futuros aspirantes al puesto de presidente español van a gobernar.

“Misión de guerra en España” del diplomático Carlton Hayes hace un retrato magnífico de qué es España en 1940, cuando ya ha acabado la Guerra Civil, con el triunfo del bando apoyado por Adolf Hitler, y ha comenzado una segunda guerra mundial en la que Estados Unidos acabaría implicándose.

Hayes, enviado por Rossevelt a España a tratar de arreglar lo que ya empezaba a revelarse como un grave error de la Política exterior estadounidense -es decir, permitir que España se convirtiera en algo que se parecía mucho a una cabeza de puente hitleriana- decía que el apoyo de España era fundamental para Estados Unidos. Decía también el diplomático estadounidense que España era una potencia media que pesaba en toda la estructura europea pero que, sin embargo, ya no daba muestras -a diferencia de Alemania- de querer establecer un dominio hegemónico sobre Europa. Su posición geoestratégica, dominando el Mediterráneo y el corredor hacia Oriente Próximo y Medio, era también capital para Estados Unidos…

En resumen, Hayes, alentado por Roosevelt, que para eso lo había mandado a Madrid, proponía en 1940 establecer sólidos lazos con España, aun a pesar de sus más que obvias veleidades nazifascistas. Unas de las que el sufrido diplomático estadounidense hizo grandes esfuerzos por distanciar a España, tratando de ayudarla a mantenerse en una neutralidad que, a la larga, resultaría beneficiosa para la propia España -con o sin Franco- y para, por supuesto, Estados Unidos, que no quería ninguna clase de problemas en un país que resultaba imprescindible para lo política mundial que esa potencia americana estaba a punto de iniciar en 1942.

Así, Hayes dejó escritas, desde 1940, las claves del guión de las relaciones entre España y Estados Unidos que han mediatizado nuestra política desde esa fecha hasta antes de ayer con la visita del presidente Obama. Algo que ha dejado bien claro (o debería haber dejado bien claro) el peso que España, realmente, representa en las actuales relaciones internacionales. O al menos en las dirigidas desde un país que, si logra bordear el peligro de guerra civil racial que parece estar a punto de estallar por aquellas latitudes, representa una de las mayores potencias planetarias en este momento.

Es algo que convendría tener presente a quien se disponga a gobernar un país, España, que, dejando aparte absurdos complejos de inferioridad colectiva, es, en definitiva, una pieza clave en el entramado político internacional. Como lo dejó bien claro, en su día, el análisis de Carlton Hayes y lo habría subrayado la reciente visita del presidente Obama.

El otro libro recomendable para que futuros inquilinos de La Moncloa conozcan mejor el peso y el valor del país que van a representar, al menos, durante cuatro años, es, como ya he dicho, “El arenque de Bismarck”.

Al menos uno de esos futuros, o futuribles, inquilinos de La Moncloa lleva ventaja con él. En efecto, el diputado Pablo Iglesias Turrión ha redactado el prólogo de la edición española de esa obra.

El resto de candidatos al puesto harían bien en leer esta obra, que es amena y, desde luego, reveladora del talante que se debería llevar desde España a las mesas de negociación europeas.

El autor de “El arenque de Bismarck”, el diputado Mélenchon, que en ningún momento oculta que su libro es un panfleto, un arma de combate política contra las actuales directrices impuestas por la Alemania de la canciller Merkel, nos revela cosas verdaderamente curiosas sobre los trucos de prestidigitación política utilizados por la lideresa alemana para mantener acallados a los demás líderes europeos. Por ejemplo, su manipulación de símbolos históricos que, como nos dice el diputado Mélenchon en las páginas 17 y 18 de la edición española de su libro, causan indignación viniendo como vienen de un país, Alemania, que tiene a sus espaldas un genocidio que debería haberlo reducido a un muy humilde silencio durante muchos años.

Según esa descripción, la canciller Merkel habría desafiado al actual presidente francés utilizando como símbolos de ese desafío al canciller Bismarck y su invasión de Francia en 1870 y, no contenta con esto, al mismísimo Hitler y sus más que discutibles hazañas bélicas en la Francia ocupada de 1944…

Obviamente, por las razones aducidas por el diputado Mélenchon, eso no tendría que ser tolerado por el representante de un país hoy democrático -como sería el caso de España- que debería sacar los colores a quien tal osadía tuviera y ponerle pie en pared -como se suele decir- cuando hablase de ciertas políticas económicas cortadas a su gusto… pero no al de los intereses de ese otro país que, igualmente, debería sacar a relucir que Alemania no está precisamente para muchos juegos malabares con la Historia o, incluso, con esa Economía de la que tanto fanfarronea.

En efecto, el libro de Mélenchon es también un gran remedio para los temores que parecen apoderarse de los gobernantes de otros estados europeos cuando aducen que nada se puede hacer frente a una economía, la alemana, que es “la locomotora de Europa”. Una a la que no se podría desafiar sin derrumbar todo el entramado europeo arduamente construido desde 1945…

En la página 65 de su libro, por ejemplo, el diputado Mélenchon deja bien claro (a partir de fuentes alemanas, además) que Alemania, en realidad, es una economía poco competitiva, sin salida a medio plazo y con equipamientos e infraestructuras obsoletos que datan de finales del siglo XIX o, en el mejor de los casos, son venerables supervivientes de la Segunda Guerra Mundial, con, por sólo citar un caso, carreteras y puentes que no se han modernizado a causa de la política de recortes presupuestarios y así hacen imposible para los grandes tráilers circular por ellos. Debiendo desviarse entre 600 y 900 kilómetros, con el coste que eso supone, para cargar y descargar en un puerto tan importante como Hamburgo…

Obviamente alguien que vaya a ser el próximo presidente, o presidenta, de España debería tener bien claro que países así no son precisamente el mejor aliado. Menos aún de un país como España que, desde 1940, y pese a estar en estado de semiocupación por la Alemania hitleriana, resultaba, entonces y ahora, una pieza fundamental para una potencia como Estados Unidos, que, llegado el caso, podría laminar a una Alemania que hoy, como en 1914 o en 1940, no parece saber exactamente en qué clase de juego se está metiendo y que, en esas dos fechas -eso es un hecho- acabó con ese país arrasado y arruinado.

Así pues, a la vista de lo que nos dicen ambos libros, sería muy inteligente por parte del próximo presidente, o presidenta, de España considerar a Alemania más que como la locomotora de ningún sitio (cosa que obviamente no parece ser más allá de la esfera de la propaganda fomentada desde Berlín), como otro estado más de la Unión europea al que la cuarta economía de la zona euro (es decir: España) debería dejarle muy claro dónde están los limites de lo que puede y no puede hacer en Bruselas o al Sur de los Pirineos. Ese lugar tan importante, como ya lo señaló Carlton Hayes o lo remarcó el presidente Obama, para unos Estados Unidos que, a diferencia de Alemania, hoy sí tienen un Ejército poderoso y operativo…

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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