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Carlos Rilova

El correo de la historia

“Dicen que vienen los rusos por las Ventas de…”. Notas sobre guerras inevitables y guerras realmente estúpidas (1823-2016)

Por Carlos Rilova Jericó

Recapitulemos los hechos tal y como han sido. El incidente tuvo lugar en la última semana de septiembre. Concretamente dos superbombarderos de la Federación Rusa Tupolev-160, viajaron por gran parte del espacio aéreo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Una alianza militar de la que, nos guste más o menos, formamos parte desde el año 1986, después de un accidentado referéndum, que, como muchos otros referéndums que en este mundo han sido, y serán, no contentó a todos por igual.

Los dos bombarderos rusos hicieron una verdadera demostración de fuerza, poniendo en situación de ataque a varios cazas de combate de distintos países de esa organización (la OTAN, para abreviar). Entre ellos dos españoles, porque el viaje de los Tupolev terminó en Bilbao…

Un panorama ciertamente inquietante. Más todavía si nos enteramos de la noticia casi dos semanas después. Lo cual es una señal evidente de que se mantuvo en secreto y lo mismo podríamos no habernos enterado nunca. Una política informativa que lleva a temer que, si se ha hecho público algo que ha podido permanecer en secreto durante casi dos semanas, es por alguna muy buena razón.

Es lo que venía a darnos a entender, medio en broma, medio en serio, un comentarista de “El País”, Jorge Marirrodriga, con su artículo sobre el tema en la página de opinión de ese diario del 6 de octubre de 2016.

Decía Marirrodriga que el caso de los dos Tu-160 sobre el Abra bilbaína no es una novedad, que sobre el Báltico hay escaramuzas entre fuerzas aéreas de la Federación Rusa y de la OTAN casi cada semana. Y parece que, como son a gran altura, las posibilidades de enterarse de tales incidentes ha sido nula hasta que se ha destapado la caja de los truenos al revelar -por las razones que sea- el desafiante vuelo de los dos Tupolev 160 desde Noruega hasta Bilbao.

Hasta ahí llega todo lo que yo puedo decir -o más bien recapitular- sobre ese incidente. Sobre la Historia del mismo sí que puedo -y seguramente debo- decir algo más.

Lo primero que me vino a la cabeza al saber del incidente, fue preguntarme qué es lo que estaba pasando en estos momentos por la de los estrategas rusos para incurrir en ese comportamiento desafiante que, si no en el fondo, sí en la forma, parece ir aún más lejos que los peores incidentes de la “Guerra Fría”. Como, por ejemplo, la famosa crisis de los misiles emplazados en Cuba, justo al lado de Estados Unidos.

Obviamente cualquier problema que la Alianza Atlántica -de la que, insisto, formamos parte- pueda tener con la Federación Rusa, no pasa, hoy, por supuestas diferencias ideológicas como las que alimentaron la Guerra Fría entre 1945 y 1989. No. No hay querella ideológica con los rusos de hoy día que justifique que dos superbombarderos suyos se lleguen hasta Bilbao en un claro gesto de amenaza, indicando que pueden borrar del mapa uno de los principales centros urbanos, económicos, financieros… de Europa occidental si quisieran.

La Rusia de hoy día, se diferencia en muy pocos detalles de Occidente tras el colapso soviético a finales del verano de 1989. Pueden encontrarse en Moscú y San Petersburgo, como en Londres, o París, o Bilbao, las mismas tiendas, las mismas cadenas de ropa, los mismos restaurantes de comida rápida o de lujo, los mismos magnates enriquecidos de manera fulgurante gracias a sus habilidades para operar en un mercado globalizado del que, a casi todos los efectos, es parte esa Federación Rusa.

Por supuesto, también se pueden encontrar allí las mismas cotas de miseria y desigualdad que genera ese mismo mercado globalizado, que golpeó duramente a una sociedad -la rusa- perdedora del enfrentamiento entre un modelo económico y otro, donde hubo que aprender, rápidamente, lo que un estado casi omnipotente -el soviético- había estado negando durante 8 décadas, desde 1917.

Así pues, lo que sea que enfrente a la Federación Rusa y a Occidente nada tiene que ver con la defensa de dos maneras distintas de ver el Mundo. Como ocurrió entre 1945 y 1989.

O en 1823, cuando en España se temía, más o menos seriamente, que las tropas rusas -tenidas por casi invencibles desde 1812 hasta los sucesivos desastres de los Lagos Masurios en 1914 y 1915- llegasen no ya hasta Bilbao, sino hasta las afueras de Madrid, hasta Alcorcón, como decía la copla burlesca que da título a este nuevo correo de la Historia. En ese caso para acabar con el régimen parlamentario español e imponer de nuevo a Fernando VII como una especie de zar meridional, con los mismos poderes absolutos y despóticos que usaba su gran amigo. El zar Alejandro I, amo casi absoluto de Europa tras la derrota de Napoleón.

No, el enfrentamiento actual entre la OTAN y Rusia tendría que ver más bien con lo que ocurrió en 1914. Es decir, una guerra entre estados con sistemas políticos y económicos muy similares que disputaban entre ellos por el control del Mundo y sus recursos.

La Federación Rusa quiere una parte de ese pastel, como la quería el káiser Guillermo II en 1914. Un pastel en el que se incluye también una fuerte dosis de orgullo patriótico ruso herido, que quiere hacerse valer en Washington, Londres… Basta con ver películas rusas postsoviéticas, como “La espada del rey” o “El almirante”, para darse cuenta de la clase de nacionalismo que se ha exacerbado en ese país desde el colapso soviético.

Con ese combustible -casi el mismo que llevó a la muerte a miles de soldados rusos en los Lagos Masurios en 1914 y 1915- se alimenta esta guerra -hasta ahora sorda y fría- que tanto se parece a aquella guerra en definitiva absurda que fue la “Gran Guerra” o Primera Guerra Mundial. Donde una serie de faltas de tacto y diplomacia y el deseo ferviente de imponerse por medio de la guerra y la violencia (sobre todo por parte de la Alemania imperial) llevaron a un enfrentamiento que liquidó a aquella opulenta Europa de la “Belle Époque”. Rica, culta, sofisticada, pero incapaz, al final, de expresarse y resolver graves conflictos sociales, políticos y económicos, sin echar mano de la guerra. ¿Verdad que suena realmente absurdo?

Suena todavía más absurdo si consideramos que, cien años después, no vamos a ser capaces de arreglar estas mínimas diferencias sin llegar a la misma -o peor- debacle a la que llegó una sociedad -la europea de la “Belle Époque”- a la que hoy miramos con superioridad y condescendencia, creyéndonos mejores y más sabios porque en verano nos vestimos con camisetas y gorras en lugar de canotiers y cuellos duros y porque las mujeres ya no usan corsés…

Da que pensar todo esto. Sin duda. Pensemos pues.

 

Campaña de mecenazgo: desde hoy y especialmente a partir del 15 de septiembre, la Asociación de historiadores guipuzcoanos “Miguel de Aranburu” está involucrada en una campaña para buscar mecenas que quieran entrar en la Historia gracias a una aportación económica para la redacción de una renovada “Historia de Gipuzkoa” que, en estos momentos, redactan varios especialistas de la asociación.

Quienes tengan interés en formar parte de ese proyecto como mecenas o financiadores del mismo, pueden consultar una información más amplia en este link  https://migueldearanburu.wordpress.com/proyecto-de-mecenazgo-para-la-historia-de-gipuzkoa/

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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