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Carlos Rilova

El correo de la historia

Malas horas en el desfiladero de Inzell. Historia de las tropas españolas que tomaron el “Nido del Águila” de Adolf Hitler (1945-2017)

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana, supongo, era casi obligado hablar de algo que tuviera que ver con la Segunda República española.

Así que, al final, me he decidido por rememorar un episodio que parece sacado de una de esas películas “de guerra” tipo “El puente de Remagen” o “Un puente lejano”.

Ocurrió durante la última ofensiva aliada sobre el corazón del Tercer Reich alemán en mayo de 1945.

Se ha contado poco ese suceso de la Segunda Guerra Mundial. El escritor y periodista Eduardo Pons Prades, que, además, fue protagonista de esa epopeya en otras latitudes de la Europa ocupada, lo despacha en apenas dos páginas de su recomendable “Republicanos españoles en la Segunda Guerra Mundial”.

En esencia lo que ocurrió es que a los escasos supervivientes españoles de la Novena división aliada Leclerc (integrada en las Fuerzas de la Francia Libre) se les mandó llegar hasta el corazón simbólico del imperio nazi (el “Nido del Águila”) abriéndose paso por una carretera y vía férrea minada, enfrentándose con lo más florido de los fanáticos que se quedaron al lado de Hitler hasta el final.

Es decir, dos compañías de las SS que resistieron obstinadamente en ese punto de la carretera de los Alpes, defendiendo el túnel que daba paso a aquel elegante chalet en el que el Führer había pasado tantos buenos días y se había hecho unas cuantas películas caseras, hoy repetidas hasta la saciedad en diversos documentales.

Según los testimonios que recoge Pons Prades (de los participantes en esa operación, Federico Moreno y Martín Bernal) los SS contaban con varias baterías tipo Flak calibre 88.

Con ellas machacaron las líneas de aquellos españoles que trataban de abrirse paso hasta el último símbolo del poder nazi.

Los combates fueron realmente duros. Según el testimonio de Bernal, Moreno, al mando de las líneas españolas, repetía constantemente que se avanzase con extremo cuidado, que si se descuidaban no quedaría un sólo español para contar aquello. Según estos soldados, apenas distinguibles de los miles de norteamericanos de esa época que habrán visto en metros y metros de películas como “El puente de Remagen” o “Un puente lejano”, se consiguió avanzar palmo a palmo por aquella vía férrea y por los senderos laterales -todos completamente minados- desafiando aquel fuego de la élite nazi hasta romper sus líneas y, como dicen ellos mismos en sus testimonios, hacer “cisco” sus baterías Flak del 88.

La aventura, como cuentan Moreno y Bernal, acabó con un regusto bastante amargo: los españoles descubrieron al entrar en Berchtesgaden que las tropas francesas de Barboteux y Guillebon habían llegado hasta allí con mucho menos riesgo, justo el día anterior, por un camino despejado de toda resistencia nazi…

El mando francés de las tropas españolas integradas en la Nueve reconoció el sacrificio de los españoles que, en cualquier caso, habían barrido los últimos núcleos de resistencia donde los nazis, según las últimas directrices del finiquitado Führer, esperaban hacerse fuertes, acaso durante años, en forma de guerrilla.

Así, el capitán Touyeres montó en su “Jeep” tras la llegada de las tropas españolas a las puertas del “Nido del Águila” y se hizo escoltar por los blindados de las secciones 1 y 2 de la Nueve, que estaban al mando, precisamente, de Moreno y Bernal. El capitán francés les reconoció expresamente que ese puesto de honor les era cedido “Por lo de Inzell”.

Fue así como esos soldados españoles entraron, en cabeza de las tropas aliadas, en el último santuario del régimen nazi.

En estos días en los que se rememora la proclamación de la Segunda República era casi inevitable rendir este pequeño homenaje a estos soldados que tuvieron, acaso, el más digno papel entre todos los españoles que combatieron en el bando aliado durante la Segunda Guerra Mundial.

Poco más se puede decir, por hoy, salvo que estos soldados españoles que se negaron a rendirse a la coalición nazifascista que ocupó España en 1939 y siguieron luchando, palmo a palmo, hasta ver caer el águila con la svástica en su último reducto, bien podrían ser ese “pelotón de soldados” que, según el generalmente desorientado Oswald Spengler, acaban por salvar la civilización.

Para quienes significan algo las palabras “sociedad abierta y democrática”, aparte de lo dicho, lo coherente sería también rendir honores cuando pasen ante la bandera española que ellos defendieron en varios frentes de la Segunda Guerra Mundial, o ante las  placas que, desde Sainte-Mère-l´Église, en Normandía, hasta Berchtesgaden, recuerdan a esos soldados españoles que cayeron por el camino, luchando contra soldados con la svástica pintada en sus cascos o sobre el blindaje de sus vehículos.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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