Por Carlos Rilova Jericó
El viernes pasado se cumplían cincuenta años (medio siglo, aunque se diga pronto) de una publicación que ha sido calificada como de extraordinaria en el conjunto de España.
Se trataba, y se trata, del “Boletín de Estudios históricos sobre San Sebastián”. Esta revista de Historia es el resultado, en buena medida, de varias afortunadas circunstancias.
Sin seguir un orden preciso en la importancia de esos factores, se podría decir, por antigüedad, que la primera fue la voluntad de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, renacida a mediados del siglo XX desde sus cenizas dieciochescas y decimonónicas, de seguir impulsando, al menos en parte, aquello para lo que la había fundado el Conde de Peñaflorida en plena efervescencia de la Europa del Siglo de las Luces, allá en el año 1765.
Es decir: fomentar, impulsar y dar a conocer descubrimientos científicos. En este caso del que tratamos, en el campo de la Historia.
La otra afortunada circunstancia, fue el empeño personal de varias destacadas personalidades de la Cultura guipuzcoana de aquellos tiempos -algo menos grises ya que los de la posguerra civil y europea- para sacar adelante esa revista que pretendía, nada menos, que reconstruir la Historia de una ciudad -importante dentro de la historia europea- que, sin embargo, había perdido sus ricos archivos municipales en el incendio provocado por una de las más crueles batallas de las guerras napoleónicas, un 31 de agosto de 1813.
El nombre de José Ignacio Tellechea Idigoras, destaca en ese grupo, pues él, como se recordó este viernes en la sala Ruíz Balerdi de Tabakalera (donde se presentó el volumen 50 del Boletín) cargó con esa responsabilidad hasta el año de su muerte en 2008, siendo reemplazado, hasta hoy y con notable éxito, por la profesora Rosa Ayerbe.
Finalmente, last but not least, el Ayuntamiento donostiarra y lo que entonces era sólo la Caja de Ahorros Municipal (hoy convertida en Kutxabank) facilitaron lo más importante a ese proyecto. Es decir, los medios políticos y económicos para que pudiera ponerse en marcha.
Así, desde 1967, han pasado 50 años en los que esa publicación ha cumplido, y de lejos, con la función para la que nació.
Es decir, reconstruir el complejo puzzle de la Historia de una ciudad que -lo comprobamos cada año que pasa y se publica un nuevo número del Boletín- ha tenido un papel relevante en la larga, complicada y rica Historia europea que, por suerte o por desgracia, ha sido la del resto del Mundo desde el año 1492…
De eso queda constancia en la publicación especial que acompañó a la presentación de este número 50 del Boletín de Estudios históricos sobre San Sebastián. La monografía titulada “El “Grupo Doctor Camino”. 50 años de historia donostiarra”, firmada por Juan Aguirre Sorondo, eminente periodista y editor donostiarra.
Ahí está esa Historia de los historiadores que hicieron posible este proyecto que, hace 50 años, bien podía haber parecido imposible.
Por lo demás, en este volumen número 50 de esa revista de Historia donostiarra (y, por lo tanto, universal) se da la circunstancia de que de los seis estudios que se publican en este número tan especial, cuatro de ellos van firmados por tres socios de la Asociación de historiadores guipuzcoanos “Miguel de Aranburu”.
El abanico temporal y temático de los seis estudios publicados en este cincuentenario del “Boletín de Estudios históricos sobre San Sebastián”, no puede (ni debería) dejar indiferente a nadie. A nadie, al menos, que tenga un mínimo interés por la Historia.
El primero de los trabajos es del profesor Álvaro Aragón Ruano, uno de los fundadores de la Asociación de historiadores “Miguel de Aranburu”, y trata de un tema que no sólo atañe al pasado de San Sebastián o del País Vasco, sino al futuro global. Es decir, la evolución del clima en época histórica. Algo de lo que sacar conclusiones, sin duda valiosas, de cara a afrontar ese problema a escala planetaria del siglo XXI.
En el caso de este trabajo de Álvaro Aragón, se trata de lo ocurrido fundamentalmente en territorio guipuzcoano durante el siglo XVI y parte del XVII. Una iniciativa investigadora que me resulta especialmente satisfactoria, al ver como con él se da continuidad a otros estudios históricos sobre el clima en esa zona.
Alguno de ellos, incluso, firmado por el que estas líneas escribe, como podrán leer, si quieren, en http://www.divulgameteo.es/uploads/Dilema-Galileo.pdf.
El estudio que sigue a éste, no es menos interesante y, además, gracias a la buena mano literaria de su autor, el profesor Pedro Berriochoa, resulta verdaderamente fácil de leer. Como no podía ser menos en el caso de un trabajo que se ocupa de ese subgénero literario tan interesante como lo son los relatos de viaje. En este caso, claro está, el destino del viaje es un San Sebastián descrito con minuciosidad gracias a esos testimonios de estos “curiosos impertinentes”. Relatos que van desde el prestigioso geógrafo romántico Humboldt, hasta unos incisivos personajes dieciochescos como el cónsul inglés destinado a finales del siglo XVII a San Sebastián o el fogueado canónigo Ordoñez que ve, conoce y describe la ciudad a mediados del siglo siguiente.
Después viene el que estas líneas escribe casi todos los lunes. No me extenderé mucho en lo que yo cuento en mi primer estudio de ese volumen 50 del Boletín. Ya he hablado de esas cuestiones por aquí este año, adelantando algo el contenido de “La nueva buena causa”, que así se titula mi primer artículo en el BEHSS nº 50, y se dedica a redescubrir algo absolutamente lógico: que la Gran Bretaña del siglo XVIII tenía un interés también muy lógico en una costa como la guipuzcoana de esa época, siendo la cabeza de playa que le quedaba más mano en sus sucesivas guerras contra la España de aquella época. Circunstancia que generó bastante Historia, por más que hasta este BEHSS nº 50 hayamos desconocido esos episodios que lo son, también, de la Europa del siglo XVIII.
Tras este trabajo mío, aparece en el Boletín número 50 un caso detectivesco que nos cuenta otra faceta de San Sebastián pocos años antes de que estalle la Guerra de Independencia de Estados Unidos. En este caso, lejos del ruido de las armas, el doctor y archivero Antonio Prada Santamaría, otro socio de “Miguel de Aranburu”, nos cuenta cómo se vivía intramuros de uno de los conventos de San Sebastián, donde el tiempo y la Historia se detenían para sus profesas. Aunque no del todo. Como bien lo demuestra este trabajo de Antonio Prada Santamaría…
Tras ese paréntesis dieciochesco, es el autor de este correo de la Historia el que regresa ubicuamente al BEHSS nº 50. En esta ocasión para describir, también con una investigación con algo de detectivesca, cómo fue posible que un episodio que parece salido más bien de un “Western” como “Juárez” o “Veracruz”, acabase desarrollando sus últimos compases en el San Sebastián de 1864. Donde jugaron una fuerte baza histórica la Gran Bretaña victoriana, la España isabelina, la Francia del Segundo Imperio y el México de Benito Juárez que lucha por sobrevivir ante un no tan todopoderoso Napoleón III…
La historiadora Ana Peña Fernández, es la encargada de poner un broche de oro a este quincuagésimo Boletín de Estudios históricos sobre San Sebastián con un estudio que harían bien en leer los donostiarras, pero también los miles de turistas que ahora visitan todo el año San Sebastián. Más que por otra cosa, porque en su trabajo Ana Peña describe un edificio como el Teatro Victoria Eugenia. Demasiado visto por todos -donostiarras y turistas- pero no siempre comprendido como lo que Ana Peña describe: una plasmación, en piedra, del poderío de una pujante burguesía decimonónica. En este caso la de San Sebastián, claro está…
El esfuerzo en pro del mejor conocimiento de la Historia donostiarra, vasca, española, vasca, francesa, británica… de estos cincuenta años, queda patente en esas páginas del BEHSS número 50 que he descrito. Ahora sólo falta lo más difícil, o tal vez lo más fácil: que todo lo dicho sea leído para ser aprovechado. Justo tal y como se suele hacer en esos países “de nuestro entorno” que se extienden a tan sólo unos pocos kilómetros de San Sebastián.