Por Carlos Rilova Jericó
Como ya es habitual, desde hace más de una década, estaba yo esta semana metido en cuestiones que tienen que ver con las guerras napoleónicas. Y eso me llevó a ver, de principio a fin, la serie de Televisión titulada “Goya”.
Es una coproducción de RTVE y de la RAI estrenada en el año 1985. Aunque conocía la serie desde hacía años, no recordaba que la banda sonora utilizaba una pieza de época que, con el tiempo, se ha hecho muy célebre.
Se trata de un fragmento de la “Música nocturna de las calles de Madrid”. Justo el que aparece en la película de Peter Weir “Master & commander”, en las últimas escenas de esa cinta, cuando el afortunado Jack Aubrey y el doctor Maturin están improvisando música (una diversión muy habitual en esa época, anterior a toda forma de reproducción mecánica del sonido) en la cámara del capitán de la fragata Surprise.
Desde ese año 2003, en el que se estrenó la película, esa pegadiza melodía se ha hecho bastante célebre, como decía, y así es como se ha convertido -también- en una interesante pieza de esnobismo histórico.
Una de esas muy habituales en la España actual en la que (basta con darse una vuelta por YouTube) esa magnífica pieza musical (interpretada espléndidamente en esa película de Peter Weir) ha pasado a identificarse, casi exclusivamente, con “Master & commander”, con el mundo marítimo (de hecho, una conocida marca de conservas de pescado la utilizó como sintonía no hace tanto en uno de sus anuncios) y, en general, a considerar -por pura inercia- que es algo relativo al mundo anglosajón de las guerras napoleónicas.
La realidad histórica de ese fragmento musical, una vez más, no puede ser más distinta.
Para empezar los personajes creados por Patrick O´Brien y recreados para la gran pantalla por Peter Weir, podrían haber elegido tocar cualquier otra pieza. De hecho, a lo largo de la película se ve como interpretan fragmentos musicales de otros compositores que, poco o nada, tienen que ver con Boccherini. Salvo el haber coincidido, en algún momento, en la misma época.
Es decir, ese fragmento de la “Música nocturna de las calles de Madrid” no tiene más relación con el mundo que refleja “Master & commander” que, por ejemplo, el segundo movimiento de la Séptima Sinfonía de Beethoven.
De hecho, si Jack Aubrey y el doctor Maturin hubieran interpretado ese impresionante fragmento, seguramente no habríamos notado casi ninguna diferencia con respecto a la escena tal y como finalmente quedó.
En efecto, y es que esa pieza musical es tan náutica como lo puede ser ese hermoso Pasacalle de Boccherini que, después de todo, fue el elegido para llenar esos brillantes compases finales de la película de Peter Weir
Con respecto a que esa pieza de la “Música nocturna de las calles de Madrid” sea algo que tiene que ver con el mundo anglosajón de las guerras napoleónicas, ocurre lo mismo que con su carácter náutico.
El Pasacalle de Boccherini es, ni más ni menos, que una obra compuesta por un músico que estaba, en parte al menos, al servicio de la Corte española en unos momentos -finales del siglo XVIII y comienzos del XIX- en el que las relaciones entre los reinos de España y Gran Bretaña oscilaban como títeres en medio del revuelto panorama internacional de las guerras revolucionarias y el comienzo de las napoleónicas.
Esta es, pues, la realidad de esa pieza musical. Es, desde luego, parte de la Historia de la Europa de esa época. Pero parte de la Historia de España más que de la de Gran Bretaña.
Sin embargo, una vez más, eso que llaman la magia del Cine, ha desvirtuado las cosas, llevándolas a que se interprete -de nuevo- ese período en clave eminentemente anglosajona. Mutilando así una parte sustancial de nuestra Historia común que -como demuestra lo popular que se ha hecho el Pasacalle de Boccherini- de conocerse, no desmerecería en absoluto respecto a lo que nos cuentan películas como “Master & commander”. Pero el esnobismo es así.
Una vez que ha localizado una fuente de supuesto prestigio, acepta acríticamente todo lo que viene de ella. Sin cuestionar, en lo más mínimo, si es verdadero o falso. Si hay otras versiones de esos hechos. Si se han interpretado correctamente o han sido releídos de una manera que los ha deformado, desvirtuándolos.
Uno de los más grandes escritores británicos de la primera mitad del siglo XIX, William Thackeray -autor de “Barry Lyndon” y “La Feria de las vanidades”- escribió también una obra satírica titulada “El libro de los esnobs”.
En él se recogían toda clase de esnobs de los muchos que, a su ácido parecer, pululaban por la Inglaterra del primer cuarto del siglo XIX.
Sin duda, entre ellos podríamos ver reflejados a aquellos españoles que han contribuido, con verdadero ahínco, a que, por ejemplo, haya hoy miles de personas que piensen que una pieza de una obra titulada “La Música nocturna de las calles de Madrid” es algo más propio del camarote de un capitán de la Royal Navy de las guerras napoleónicas, que de la Corte de Carlos III y Carlos IV. O de ese Madrid que, poco a poco, se va deslizando del amable mundo rococó de los cartones de Francisco de Goya (y la Música de Boccherini) a la cruda, pero apasionante, realidad de la Europa de las guerras napoleónicas. De donde, al fin y al cabo, surgió el mundo tal y como lo conocemos hoy día.
Incluida una España en la que la ignorancia de la propia Historia y la asimilación de la versión anglosajona de la misma (no demasiado exacta en muchas ocasiones) es la norma habitual.
Como nos lo demuestran casos como el del Pasacalle de Boccherini. Más conocido por la película “Master & commander” que por la serie sobre Goya que tan voluntariosamente hizo RTVE -junto con la RAI- allá por el año 1985 y que, pese a tener pasajes verdaderamente notables -a veces, aunque sólo a veces, casi tan buenos como los de la película de Weir- es evidente que no cuajó en nuestro, casi siempre, depauperado y maleado imaginario histórico.