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Carlos Rilova

El correo de la historia

Y hablando de Downing Street… Historia del nombre de una importante calle de Londres

Por Carlos Rilova Jericó

250px-sir_george_downing_by_thomas_smithMi encuentro con la materia prima del correo de la Historia de esta semana, ha sido casi providencial.

Como ya saben, se está hablando mucho del Brexit y el acuerdo final que materializará lo que, al menos de momento, y a fecha de hoy, parece un verdadero error para nuestros primos del otro lado del Canal.

En medio de esa calma tensa diplomática que amenaza a la Unión Europea, yo he seguido enfrentándome a una tremenda sobrecarga de trabajo. Así, en medio de una de esas jornadas maratonianas en archivos y bibliotecas, di por casualidad con esta pequeña, pero importante (me parece), historia.

Parafraseando al más famoso poema de Edgar Allan Poe, estaba yo inclinado sobre diversos volúmenes que me ayudasen a determinar algunos detalles de la Historia de la ciudad de Nueva York (la razón para tan peculiar búsqueda es, naturalmente, materia aparte de este correo de la Historia) cuando di con todo este asunto.

Estaba en el interior de un libro reciente (publicado en 2011): “Manhattan. La Historia secreta de Nueva York”. Allí se contaba esa sucinta historia sobre el origen del nombre de Downing Street. Ese lugar en el que tanto está en juego -políticamente hablando- estos días.

El autor de ese libro, el historiador y periodista Russell Shorto -colaborador del prestigioso “The New York Times” afincado en Ámsterdam- relataba en la parte correspondiente de ese libro, la historia de uno de los nueve primeros licenciados de la Universidad de Harvard, George Downing, bendecido académicamente hacia 1642 en esa pequeña institución que, con los años, se convertiría en una de las principales universidades del Mundo.

Downing, apenas obtuvo esa licenciatura, se embarcó. La Sociedad Histórica de Nueva Inglaterra dice que en un barco negrero. Una agitada vida como predicador errante que no recalaría en Inglaterra hasta 1645. Shorto, en cambio, dice que Downing embarcó para el Viejo Mundo, llegando a Londres, justo en el verano de 1642, cuando se iba a declarar la primera guerra civil inglesa entre Carlos I Estuardo y el Parlamento.

Fuera como fuese, lo cierto es que George Downing, como era de esperar en alguien que procedía de una colonia dominada por puritanos, se enroló en el Ejército parlamentario en el que estos tendrían un papel preponderante.

Parece ser que George Downing se distinguió bastante durante el conflicto. Tanto que el nuevo hombre fuerte de la situación, Oliver Cromwell, lo recompensó con la embajada inglesa en Holanda apenas la guerra acabó.

Allí daría muestras de un carácter intemperante, muy lejos de lo que se esperaba de un representante diplomático. Según Shorto, quizás era eso lo que esperaba el astuto Oliver Cromwell, tratando de provocar una guerra tras otra con la República holandesa.

Algo que Shorto, desde luego, consiguió, para desgracia de esa recién creada nación, que arrastraría un largo ciclo de guerras navales con los ingleses hasta las últimas décadas del siglo XVII, desgastándose de tal modo que, a partir de 1673, tuvo que restablecer cordiales relaciones con la España de Carlos II. Simplemente para sobrevivir al ataque combinado de la Francia de Luis XIV y de los zarpazos lanzados por un acomodaticio Carlos II Estuardo de Inglaterra.

Ese inefable monarca que tanto aceptaba subsidios de su maestro -y primo- francés -el ya mencionado Luis XIV- para perjudicar a Holanda, como se dedicaba a buscar el modo de estrechar lazos con quienes se harían con el control de esa nación devolviéndola a una forma de gobierno monárquica. Primero en la práctica y luego en la teoría también.

En ese juego de cambalaches políticos que fue la Inglaterra del siglo XVII, después de que el Viejo Noll -ese era el apodo de Oliver Cromwell- muriera sin dejar un heredero válido, George Downing demostró ser más astuto de lo que en principio parecía por su decidida actitud durante la primera guerra civil inglesa, cuando estaba enrolado en ese Nuevo Ejército Modelo también conocido como “Ejército de los Santos” por su puritanismo recalcitrante.

En efecto, Downing hizo buenas las palabras de quien había sido su secretario durante algún tiempo, el inefable Samuel Pepys, que llegaría a secretario del Almirantazgo inglés.

Pepys, nos dice Shorto, describió a Downing en sus famosos “Diarios”, como un “pérfido canalla”.

Y desde luego todo indica que como tal se comportó. Olvidando su celo puritano, Downing se adaptó pronto a la versallesca -en todos los sentidos- corte de Carlos II Estuardo. A pesar de ser, durante el Protectorado, un acérrimo antimonárquico, furibundo perseguidor de los partidarios de los Estuardo, se atrevió desde 1660 a presentar sus disculpas al nuevo monarca, alegando que su comportamiento durante el Protectorado había sido causa de crecer en el clima inestable de Nueva Inglaterra. Y no se limitó sólo a esas vanas palabras. Shorto nos dice que para dar una sólida muestra de su adhesión a la monarquía Estuardo, Downing entregó a tres de sus antiguos amigos que, además, se contaban entre los firmantes del documento por el cual se había condenado a morir ejecutado a Carlos I.

George Downing logró así mantener su puesto de embajador en Holanda y recibió el honorífico -y entonces altamente rentable- título de caballero o “sir”. También se le honró poniendo su nombre a esa calle de Londres (“Downing Street”) que, todavía hoy, se cruza con Whitehall. La misma zona de Londres que conserva alguno de los pocos edificios que sobrevivieron al Gran Fuego de 1666: el Banqueting House, ante cuya fachada sería, precisamente, ejecutado Carlos I.

Esa es la Historia del origen del nombre de esa calle de esa fascinante ciudad que es Londres y que, por desgracia, quedará fuera de la confederación europea en pocos meses, por una decisión finalmente tomada en la famosa casa que se aloja en esa calle llamada con el nombre del que Samuel Pepys -él mismo un londinense recalcitrante- consideraba -sin duda no sin razón- un “pérfido canalla”…

 

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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