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Carlos Rilova

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Una Historia “del Oeste” olvidada: la Guerra de Halcón Negro (1832)

Por Carlos Rilova Jericó

guerrero-de-la-nacion-sauk-guerra-de-halcon-negro-1832-la-coleccion-redingLos hechos de los que hablará hoy este nuevo correo de la Historia, la Guerra de Halcón Negro, desarrollada en el Medio Oeste norteamericano entre 1832 y 1833, siempre me parecieron -desde que supe de ellos- una parte de la Historia verdaderamente llamativa.

Principalmente porque no encajaban bien en el relato histórico -vamos a llamarlo así- que Hollywood ha creado en torno a eso que conocemos como el “Far West” o el “Salvaje Oeste” y que, aunque apenas nos demos cuenta ya, es una especie de imaginario histórico común del que no podemos zafarnos cuando pensamos en épocas pasadas. Tanto para los países europeos que sí compartieron ese escenario histórico (españoles, franceses, italianos, alemanes, anglosajones…), como para los que no.

Esto fue resultado, primero, de las llamadas novelas y relatos “del Oeste”, género frecuentado desde el siglo XIX en adelante, incluso por plumas tan prestigiosas como la de Charles Dickens.

Después de la Literatura, como suele ser habitual, llegó el Cine (el estadounidense) que inundó las pantallas -y las cabezas- de esa épica “del Oeste”, que ha acabado convirtiéndose en una seña de identidad no sólo norteamericana sino mundial. Un fenómeno que va desde el “Western” europeo plasmado en las ya míticas producciones de Sergio Leone conocidas como la “Trilogía del dólar” (enteramente rodadas en España) hasta películas tan curiosas como “El perdón”, en el que podemos ver a Milla Jovovich cantando en un “saloon” fados portugueses…

En toda esa larga lista de películas que, como vemos, han tratado de manera tan variopinta ese imaginario histórico, sin embargo, es difícil dar con alguna referencia a la Guerra de Halcón Negro.

La primera referencia que yo me encontré fue hace algo más de una década, en un cómic norteamericano con unos contenidos políticos bastante radicales. De hecho, denunciaba la Historia oculta de Estados Unidos consagrada, entre otros artefactos culturales, por esa Cinematografía hollywoodiense que, en un 90%, exalta el punto de vista de los blancos anglosajones y protestantes sobre esos hechos. Convirtiendo en desecho histórico cualquier otra visión o faceta de esa cuestión que, como digo, ahora nos atañe tanto a norteamericanos como a ciudadanos de otros países o confederaciones.

En efecto, ese cómic, firmado por Steve Darnall y Alex Ross, estaba protagonizado por el Tío Sam (Uncle Sam, U. S., en el inglés original), el hombre que dio origen a las siglas por las que hoy se conoce a Estados Unidos de Norteamérica en todo el Mundo.

El Tío Sam protagonista de ese cómic radical, pasa por todas las épocas de esa relativamente joven nación. De hecho, hasta llegar a ser un “homeless” despreciado y maltratado como un viejo inútil y demente en la atroz Norteamérica de los años 80 y 90 del siglo pasado, donde el paradigma del éxito eran, no ancianos venerables como este Tío Sam de Darnall y Ross, sino tipos como Jordan Belfort. El conocido como “Lobo de Wall Street” del que ya se habló en su día en otro correo de la Historia.

Uno de los episodios por los que pasa este peculiar Tío Sam es, precisamente, la Guerra de Halcón Negro. Un hecho fundamental para una obra que, como ese cómic, quiere contar la Historia de Estados Unidos desde el punto de vista de los que fueron víctimas del famoso sueño americano. Ese que, como insisten Steve Darnall y Alex Ross, para muchos se convirtió en una verdadera pesadilla.

Una parte de esos muchos fueron las naciones Fox, Kickapoo y Sauk. A esa última pertenecía el hombre llamado Halcón Negro (Black Hawk en inglés) al que, en 1832, se señaló como jefe de la llamada “Banda británica”. Integrada por miembros de esas naciones indias que, en esas fechas, se atrevió a cruzar el Misisipi en la zona entre el estado de Illinois y lo que entonces sólo eran los territorios de Iowa y Wisconsin, para reclamar tierras que habrían sido arrebatadas a los Sauk y demás integrantes de la Banda británica por el Tratado de 1804.

La reacción ante ese grupo de guerreros por parte del incipiente gobierno federal norteamericano, fue la de convocar a las fuerzas regulares y milicia de esa amplia zona para combatir la amenaza planteada por esas reivindicaciones territoriales que causó no pocos problemas, pese a que la desproporción de fuerzas era monumental: entre unos 500 a 600 integrantes de la Banda británica encabezada por Halcón Negro y hasta 6000 efectivos puestos sobre el campo por los norteamericanos. Apoyados, además, por otras naciones indias que decidieron respaldar la causa del Gobierno. Por prudencia, como los Potawatomi, o por enemistad con  Halcón Negro, como los Sioux.

El resultado de esa breve guerra “del Oeste” hoy prácticamente desconocida, fue una serie de terroríficos raids de Halcón Negro y los suyos sobre puestos avanzados y fuertes que los blancos iban introduciendo al Este del Misisipi, en la tierra arrebatada a los Sauk y, al menos, tres batallas campales que acabaron con la derrota definitiva de Halcón Negro.

La voluntad de los blancos quedó clara en esos enfrentamientos: el objetivo final era desahuciar por medio de desventajosos tratados tanto a Halcón Negro y los suyos como a cualquier otra nación india que pretendiera negarse a malvender sus tierras o tratase de recuperarlas por medio de la fuerza…

La propaganda en torno a lo ocurrido ha contaminado los hechos hasta hoy día. Según la versión de los colonos blancos, los combates con los nativos americanos fueron atroces y todas sus acciones -hasta que fueron reducidos- se publicaron en los medios de comunicación de los nacientes Estados Unidos como verdaderas masacres. Eso, incluso a pesar de que la muy civilizada Gran Bretaña apoyaba, sotto voce, a la coalición de Halcón Negro…

Según el punto de vista revisionista -desde la Izquierda política- presente en obras como la de Darnall y Ross, Halcón Negro y los suyos fueron poco más que víctimas de la brutalidad de los colonos blancos y su cada vez más poderoso gobierno federal, que, a sangre y fuego, les aplicó un avance de la doctrina del Destino Manifiesto formulada a partir de 1845. Es decir, la que sostenía que el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica debía extenderse de costa a costa, de Este a Oeste de ese subcontinente. Algo que, en efecto, implicaría aplicar -sin contemplaciones- sobre Halcón Negro y los suyos toda la violencia posible cuando trataron de denunciar la estafa, también manifiesta, de tratados como el firmado en 1804. Esos que habían abierto las puertas a la expulsión forzosa de todo “indio” -hostil o no- cada vez más hacia el Oeste de un nuevo país que ni siquiera estaba constituido todavía…

La verdad histórica de esos hechos está, como siempre, en algún punto intermedio entre la propaganda de los periódicos yankees de 1832 y el revisionismo pro-nativos americanos de Darnall y Ross. Una verdad que, puede encontrarse, por ejemplo, en libros de tanto prestigio intelectual como la edición de 1983 de la Nueva Enciclopedia Británica, que en su entrada dedicada a estas cuestiones da por hecho que hubo atrocidades cometidas por ambos bandos contendientes. O bien en la reciente edición de la autobiografía del propio Halcón Negro, publicada por Madison & Adams Press en 2018, donde Charles M. Scanlan hace un cuidadoso análisis y contraste de fuentes para medir el alcance de la brutalidad ejercida por unos y otros en aquella hoy casi olvidada guerra “del Oeste”.

Una que tuvo lugar prácticamente al mismo tiempo que nuestra Primera Guerra Carlista daba sus primeros pasos …

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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