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Carlos Rilova

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Al son del cañón, al son del cañón… Lo que había más allá de la revolución francesa

Por Carlos Rilova Jericó

arbol-revolucionEsta última semana ha sido rica en efemérides históricas. El domingo fue 14 de julio. Es decir, la fecha en la que se tomó la Bastilla de París, entrando así la que ahora conocemos como “revolución francesa” en un punto de no retorno, en el que ya no bastaba con que el rey reuniese a los Estados Generales del reino. Posteriormente, el jueves, era 18 de julio. Es decir, se cumplían 83 años del estallido de la Guerra Civil española.

Dos acontecimientos que, aunque no lo parezca, estuvieron estrechamente relacionados. Más de lo que podría parecer a primera vista. Pero, dejemos a un lado esas correlaciones históricas, bastante lógicas por otra parte. Al menos de momento.

El aniversario de la revolución francesa se me hizo más significativo cuando, a lo largo de la semana del 14 al 21 de julio, estuve revisando textos históricos para uno de los trabajos que estoy realizando en estos momentos.

Fue así como di, en los fondos digitalizados de la Biblioteca Koldo Mitxelena, con un artículo titulado “Notas para la Historia. Canción revolucionaria acerca del sitio de Fuenterrabía por las tropas revolucionarias francesas el 1º de agosto de 1794”. Esta curiosa pieza fue recopilada por Théodoric Legrand y publicada en la revista “Euskal-Erria” en el primer semestre del año 1905.

El contenido de esa canción que, como Legrand advertía, se cantaba con la música de otra canción revolucionaria más famosa -la Carmañola- era toda una muestra de hasta qué punto había llegado la revolución que había tomado su rumbo de no retorno el 14 de julio de 1789.

En efecto, la canción había sido compuesta cinco años después de que eso ocurriera y la letra no dejaba dudas de cuáles eran las intenciones de aquellos desharrapados soldados que avanzaban victoriosos en todas las direcciones del mapa de Europa. Incluida la del Sur de los Pirineos, donde rendirán una plaza fuerte tras otra, empezando por la de Fuenterrabía (hoy Hondarribia) que es el eje en torno al cual gira la letra de la canción recopilada por Legrand.

Como puede apreciarse leyendo la transcripción de Legrand, apenas nada cambia, con respecto a la Carmañola de 1792 en la canción dedicada especialmente a la toma de Hondarribia en 1794.

Como la Carmañola original, la hondarribiarra repite y repite el mismo estribillo: “Vive le son, vive le son du canon!”. Es decir, “¡Viva el son, viva el son del cañón!”.

Y es que, en realidad, lo que la canción recogida por Legrand, hacía era adaptar los hechos ocurridos en Hondarribia en el verano de 1794 a lo que decía la canción parisina.

Así, donde la Carmañola original se burlaba de María Antonieta por haber fracasado, gracias a los artilleros revolucionarios, en su intento de hacer degollar a todo París, la versión hondarribiarra celebraba que los orgullosos españoles hubieran sido vencidos, que la ciudad estuviera en manos de los franceses y se hubiese hecho bailar la Carmañola a los capuchinos que, en efecto, tenían un convento en la zona…

La parte de la Carmañola original en la que los revolucionarios se burlaban del rey Luis XVI, llamándole Monsieur Veto (por su continuo obstruccionismo en la Asamblea que había sustituido a los Estados Generales) era reemplazada en la versión hondarribiarra por frases en las que se celebraba que las bayonetas republicanas hubieran hecho huir a los “brigands” que se oponían al avance imparable de la causa revolucionaria.

Las siguientes estrofas de esta versión hondarribiarra de la célebre Carmañola, continuaban celebrando la victoria sobre los miqueletes guipuzcoanos, y la captura de banderas enemigas, zahiriendo a los esclavos de los Capeto… mandándoles que respetasen a los republicanos franceses o si no, algún día, el mismo Madrid bailaría al toque de la Carmañola, dando vítores al son del cañón revolucionario…

Legrand añadía datos interesantes a esta curiosa versión guipuzcoana de la Carmañola, señalando que, en su opinión, valía bien poco como pieza lírica, si bien creía que era una muestra bastante buena de la propaganda revolucionaria inspirada nada más y nada menos que por el mismísimo Lazare Carnot.

Es decir, en la fecha uno de los ministros de la Guerra francés, procedente -como Napoleón- del arma de Artillería e Ingeniería y, lógicamente, un destacado matemático reconocido por la Academia francesa. Según Legrand sería él el que habría redactado o inspirado esta canción que dejaba bien claro el programa máximo de la revolución para España. Uno que pasaba o bien por una alianza respetuosa con los republicanos franceses (como así fue a partir de la Paz de Basilea en 1795) o bien por la llegada hasta allí, hasta Madrid, de tropas revolucionarias que, como dice la canción, harían bailar a la Villa y Corte al son de la Carmañola…

Legrand añadía que esta suerte de canciones se distribuían y hacían populares entre esas tropas -encargadas de tan ambiciosa misión- por medio de un periódico que el mismo Carnot había organizado, titulado “La Soirée du camp”. Algo que podríamos traducir como “La Velada -teatral, se entiende- del campamento”.

En conjunto tanto el autor de la canción, como el medio para distribuirla, como, sobre todo, el contenido de esta versión hondarribiarra de la Carmañola, son un dato histórico verdaderamente interesante, que añade un detalle algo más que anecdótico a la comprensión del momento en el que la revolución entra en España por la frontera del Bidasoa. Hecho ya abundantemente estudiado por diversos historiadores e historiadoras entre los que se incluyen el que estas líneas escribe, José María Mutiloa Poza, Joseba Goñi, José Ramón Guevara, Antonio Elorza, Paloma Mirada de Lage, Rosa Ayerbe…

En efecto, esta hoy casi olvidada versión guipuzcoana de la Carmañola, nos muestra que, en agosto de 1794, se estaba luchando en ese sector del mapa europeo una guerra de la misma naturaleza que la que llevó al éxito total a las ideas revolucionarias francesas en lugares como la Batalla de Jemappes el 6 de noviembre de 1792, al Norte de la actual Francia, justo al otro lado del mapa. Un lugar de primer orden para la Historia francesa, donde se dice que los sans-culottes que formaban parte de esas tropas revolucionarias, cargaron contra los ejércitos austriacos que los rodeaban cantando tanto la Marselllesa como la Carmañola. Consiguiendo así, por cierto, una rotunda victoria que, como la captura de Hondarribia dos años después, ayudaría al triunfo final de esa revolución tras la que nada sería ya igual.

No es una mala lección de Historia para un país como España que, desde 1936 a 1975, sufrió una de las mayores reacciones contrarrevolucionarias jamás conocidas en Europa y de la que, a juzgar por los indicios que nos ofrece -casi cada día- la Prensa o la tribuna política, todavía parece estar recuperándose, como quien sale de una grave y larga enfermedad que ha estado a punto de aniquilarlo por completo…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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