Por Carlos Rilova Jericó
Esta semana toca en este nuevo correo de la Historia hablar de un tema sencillamente lamentable (para qué vamos a andarnos con rodeos). El repelente tema en cuestión está relacionado con la deriva, más que preocupante, del movimiento feminista que la antropóloga Leire Khyal y el youtuber enmascarado Un Tío Blanco Hetero (UTBH), han definido como “de cuarta generación” en un libro que causará polémica. Por lo que dice y por estar publicado por la editorial de una universidad católica (la de Deusto), circunstancia que, de seguro, no pasará desapercibida.
Lo que describen ambos autores -con los que, como historiador, sin embargo, tengo que discrepar por su definición de qué es un revolucionario- es el auge y ascenso de una peligrosa inquisición que no ha venido a proponer nada razonable, sino a perseguir a los hombres como un todo, a someterlos como ciudadanos de segunda -adiós para siempre a la igualdad de sexos- y lo ha hecho de un modo verdaderamente diabólico.
Con métodos que sólo pueden parecer admisibles a los numerosos miserables que, de un modo preocupante, van poblando calles, puestos de responsabilidad y tribunas de opinión en nuestra, en apariencia, tan desarrollada sociedad.
La reacción furibunda de movimientos como el #MeToo prácticamente obligando a disculparse en público a Catherine Deneuve que, junto a otras intelectuales francesas, defendió el derecho a insinuarse sexualmente -lo que en lenguaje humano normal llamaríamos “intentar ligar” echando mano de señales tales como contar chistes verdes, hacer comentarios y gestos de intención equívoca y similares- es prueba de la clase de ambiente que se vive y del peligro que se puede correr caso de no sumarse (como un verdadero borrego) a una campaña de tintes totalitarios a la que se pueden añadir los agravantes de caza de brujas en toda regla. Como lo demostrarían las falsas acusaciones contra el actor Morgan Freeman, por ejemplo.
Pero aun así, a pesar de que el asunto tiene perfiles tan rastreros y peligrosos, resulta difícil callarse ante esta deriva en la que la Historia, cómo no, ha sido traída a colación para justificar lo injustificable o lo que sólo pueden justificar gentes de muy poca cabeza. Esas que necesitan juntarse para un linchamiento o pintarse las uñas de morado o ponerse un brazalete -morado pero, en el fondo, casi igual a los que tan de moda estuvieron en 1933 en Alemania- para autoafirmarse en su condición de mujer presuntamente feminista.
Será que yo estoy intoxicado intelectualmente por películas como “Tempestad sobre Washington” (que recomiendo visionar con atención a los, y las, miserables que atacaron a Morgan Freeman con tan brillantes argumentos) o porque me parece una cobardía tremenda dejar solas ante el peligro a mujeres valientes como Leire Khyal o Catherine Deneuve y unas cuantas compañeras suyas que se atreven a enfrentarse a sociópatas como las arracimadas en torno a movimientos como el #MeToo.
Ésta, como ven, imprudente crítica, se centrará sobre un libro de Historia divulgativa en el que pude ver, atónito, cómo en pleno siglo XXI, se defendía y justificaba ese feminismo identitario con flagrantes omisiones a la verdad histórica. Por no decir mentiras. El volumen en cuestión, en formato de cómic, ha sido publicado en español recientemente por la editorial Akal que, últimamente, muestra grandes afinidades con el partido Unidas Podemos o, al menos, se dedica a publicar muchos textos programáticos de esa formación.
El título de la obra es tan polémico y revelador como el de la escrita por Leire Khyal y UTBH: “Y nosotras, ¿dónde estábamos?”. Su autora, la galardonada ilustradora italiana Silvia Ziche, deja bien claro, desde el principio, que su libro trata de mostrar -en clave de humor y en viñetas- que la Historia de la Humanidad, desde el siglo XX hasta el Paleolítico (en ese orden) ha sido la del sometimiento y aniquilación social de las mujeres por parte de los varones. Una actitud que queda constantemente subrayada por la presencia a lo largo del libro de dos irritantes caballeros (vestidos como para una elegante fiesta de tarde hacia 1890) que ella hace autodenominarse como “Privilegio Masculino” y “Prejuicio”. “Privi” y “Preju” para los amigos, como dicen estos dos espantajos machistas…
A partir de ahí la re-escritura de la Historia de Silvia Ziche va haciendo que el historiador se lleve las manos a la cabeza preguntándose hacia qué clase de mundo pretenden llevarnos personas tal vez bienintencionadas como Silvia Ziche.
Y es que en su relato supuestamente histórico sólo aparece una media verdad de lo que ha sido la Historia de las mujeres (a pesar de que la autora bebe de la excelente “Historia de las mujeres”, dirigida por un historiador del prestigio de Georges Duby).
En efecto, Ziche niega la existencia de personajes históricos como las españolas María de Zayas, Rosalía de Castro o Emilia Pardo Bazán. Y, cosa más extraña aún en una italiana, tampoco dice nada de la conocida folletinista decimonónica Carolina Invernizio… Tal vez esas ausencias se justifican en el libro de Silvia Ziche porque todas esas mujeres, las españolas y la italiana, contradicen, con su vida y obra, su categórica afirmación de que las mujeres JAMÁS han podido a lo largo de la Historia (antes del siglo XX) vivir como escritoras. Una omisión descarada de la verdad, pues María de Zayas escribió, sin pudor, sin problema y con total aceptación, novela y además novela erótica en la España del siglo XVII. De Rosalia de Castro o de Emilia Pardo Bazán huelga decir casi lo mismo. Especialmente de esta última, que se fajaba con escritores del género masculino contemporáneos suyos. Como el canario Benito Pérez Galdós, con el que le unió una tormentosa relación amorosa en la que, al parecer, no faltaron sabrosas agresiones verbales (y casi físicas) que hoy se considerarían propias de un caso de violencia de género… Por ambas partes.
El resto del libro de Silvia Ziche no hace más que abundar en esas omisiones de mujeres que, a lo largo de los siglos, ejercieron poder fehaciente sobre sociedades supuestamente dominadas por el machismo de “Privi” y “Preju”. Así, nada sabe Ziche, o nada dice, de reinas como Catalina la Grande, Isabel la Católica o Isabel I de Inglaterra, que decidieron -con un poder omnímodo- sobre la vida de miles de hombres -y también miles de mujeres- entre los siglos XV y XVIII. Tampoco dice Silvia Ziche nada sobre compositoras célebres como la abadesa Hildegard de Bingen o pintoras que retrataron al mismísimo Felipe II. Como Sofonisba Anguissola (italiana por cierto, como Silvia Ziche). Tampoco aparecen en el libro de Ziche, Olympe de Gouges (caso raro, pues se le dedicó en su día una completa novela grafica que ella debería conocer) o, peor aún, Madame Roland. Durante la revolución francesa, tanto una como otra, reclamaron y proclamaron desde la tribuna periodística y política los derechos de la mujer y la ciudadana. Episodio igualmente “vaporizado” del libro de Silvia Ziche…
Tras esto, como se suele decir, no hay más preguntas, señoría. O tal vez sí. Cabe preguntarse, por ejemplo, ¿qué pueden pretender intelectuales de ese feminismo de cuarta generación, como Silvia Ziche, con esa omisión flagrante de gran parte de la Historia de las mujeres en la que aparecen no como seres subordinados al género masculino, sino como protagonistas de primera línea?
Para mi la respuesta es obvia y alarmante: esa omisión deliberada de la verdad histórica sólo puede estar buscando la fanatización, la creación de un “otro” sobre el que edificar un mundo supuestamente idílico pero que, curiosamente, como ocurre con todos los totalitarismos (siempre erigidos sobre la lucha contra un “otro”: el “judío universal”, el “enemigo de clase”…), se basará en la negación de los más básicos instintos humanos. Como lo es, en este caso, el de las relaciones naturales (no forzosas) entre ambos sexos.
Lo cual lleva a una última pregunta: ¿es en ese lamentable cuadro, cargado de medias verdades históricas sólo para empezar, en lo que finalmente va a derivar ese gran avance de la Humanidad que fue la lucha por la igualdad de sexos iniciada por mujeres como Olympe de Gouges o Emmeline Pankhurst?
Es esta una pregunta que tanto hombres como mujeres deberíamos considerar muy cuidadosamente. Al menos si queremos que el género humano sobreviva a futuro como tal y no como una caricatura de pesadilla al estilo de “1984”…