>

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

Oficiales, espías, embajadores y hombrecillos. El caso Dreyfus y el Cine (1894-1899)

Por Carlos Rilova Jericó

Hoy hablaré en este nuevo correo de la Historia de una película de ese Cine llamado “histórico” que me fue viva -y acertadamente- recomendada por Juan Aguirre Sorondo, uno de los columnistas de la edición en papel de este mismo diario.

Fue por eso por lo que, hace hoy ocho días, fui a ver “El oficial y el espía” de Roman Polanski que, tal y como se me había dicho en aquella conversación, te sumerge en la Francia del famoso “asunto Dreyfus”, hasta en el último detalle, hasta en el último objeto: uniformes militares, lugares históricos, casas, tiendas, armas…

Pero esa película no es tan sólo un desfile preciosista de trajes, objetos, personas… de ese pasado reciente y, sin embargo, ya exótico para nosotros, sus descendientes.

Por el contrario, “El oficial y el espía” (título que traduce directamente el de la novela del realizador de la BBC Robert Harris, en la que se basa la película) se adentra en un asunto escabroso: el del capitán Alfred Dreyfus que, en 1894, sería acusado de espiar para los alemanes y convertido en víctima propiciatoria de una Francia muy afecta a los valores republicanos de Igualdad (ante la ley) y Libertad, pero igualmente transida de una sorda histeria colectiva que detonará primero en la que los historiadores franceses llamaron “Guerra franco-francesa” -al calor del proceso contra ese capitán francés de origen judío- y, posteriormente, en la gran matanza de 1914-1918.

Básicamente eso es lo que muestra la película de Polanski. Una sociedad dominada por gente que necesita un enemigo interior al que odiar y acusar de todos sus males, aliado a un más odioso enemigo exterior. En este caso los prusianos que, en 1870, invaden, humillan y mutilan a la “Francia eterna”.

Las opiniones sobre la fidelidad histórica con la que Polanski ha reflejado esos hechos tan ominosos, varían bastante.

El blog del historiador Gilles Manceron en el semanario electrónico “Mediapart”, se despacha a gusto a ese respecto y señala que la película es todo un prodigio técnico, pero deforma los hechos, dando al coronel Picard -en realidad llamado Marie-Georges Picquart- un papel heroico que, en opinión de Manceron, dista bastante de lo que hizo ese militar encargado de dirigir el “Deuxième Bureau”. Es decir, la central de espionaje francés que estará en el centro de toda esta intriga para acusar a un oficial judío de algo que, en realidad, como se ve también en la película, había sido hecho por otro oficial francés, llamado Esterhazy y, por tanto, a efectos lógicos, igual de sospechoso que Dreyfus para esas mentes débiles -tan abundantes en aquellas latitudes y fechas- obsesionadas con los apellidos…

Ciertamente el artículo de Manceron, enteramente recomendable para quienes lean francés, carga un tanto las tintas contra Picquart, al que otras fuentes atribuyen un papel quizás no tan brillante como el que se ve en “El oficial y el espía”, pero que, después de todo, se ajusta bastante a lo que cuenta la película de Polanski.

Es decir, Marie-Georges Picquart (o Picard, pues así aparece escrito su apellido a veces) fue nombrado jefe del “Deuxième Bureau”. Una vez al frente del mismo descubrió que, en realidad, quien había pasado información a los alemanes sobre el nuevo cañón de 75 milímetros de tiro rápido -un rey de los campos de batalla durante la “Gran Guerra”- era el comandante Esterhazy. Al comunicarlo a sus superiores, se le mandó guardar silencio y como “premio” se le destinó a las colonias, al frente de un regimiento de tiradores tunecinos (el equivalente, más o menos, a ser enviado al frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial). Como aun así no cejó en ese empeño por restituir la verdad -pese a que, como se ve en la película, era un furibundo antisemita- se le encarceló, juzgó y, finalmente, expulsó del Ejército al igual que a Dreyfus.

Así pues, la película, pese a no ser milimétricamente exacta -tal y como denuncia con precisión quizás excesiva Gilles Manceron- refleja con bastante fidelidad una triste realidad histórica que, por otra parte, no es sólo privativa de la Francia de 1894.

En efecto, mientras veía la película no podía evitar pensar en la obra del controvertido psiquiatra austriaco Wilhelm Reich “¡Escucha hombrecillo!”. Ese ensayo polémico -como mucho de lo que haría Reich, que acabó sus días en una prisión federal por sus tesis excesivamente avanzadas para la América del senador McCarthy- habla de gente como la que condenó a Dreyfus a la Isla del Diablo -en base a esa clase de prejuicios que suelen alimentar tanto la ignorancia como la mediocridad- y luego, además, trató de tapar la verdad una vez que fue descubierta.

Los hombrecillos, en este caso, eran los oficiales franceses de alto rango que se felicitan efusivamente por la condena de Dreyfus en 1894 y en 1899, cuando se le confirma la sentencia, pese a haberse reivindicado merced al sentido del deber de gente como el coronel Picquart o de personas básicamente decentes como Émile Zola, que lanzó la campaña de prensa que le cuesta a Picquart la cárcel y la expulsión del Ejército.

El tipo de gente que vemos en pantalla responde perfectamente al que describió Reich para denunciar las sociedades enfermas de su época -y, todavía en gran medida, de la nuestra- donde la codicia, la malicia, la inautenticidad, las relaciones de poder enfermizas… hacen de la vida de muchos un auténtico infierno como el que vivieron primero Dreyfus y luego Picquart.

El hombrecillo -no importa si lleva uniforme militar o va disfrazado de podemita, si mide 1, 95 o tiene sólo la altura de Napoleón o Franco- era y es así. Como también lo era y es la mujercilla -no descuidemos aquí la igualdad de género- de la que también hablaba Reich. Se abriga siempre en instituciones que crea o controla rápidamente por medio de maniobras de baja estofa. Se apoya en masas idiotizadas o atemorizadas por medio de terribles enemigos imaginarios y es capaz de justificar cualquier barbaridad.

Incluso se mostrarán indignados, revestidos de una santa hambre de Justicia -por espuria que sea esa pretensión, como en el caso Dreyfus- para aniquilar, con mentiras y con insultos indignos de personas mínimamente educadas y civilizadas, todo aquello que -como alienta en sus temores más profundos- puede ser mejor o más brillante que ellos. Como demostró años más tarde el capitán Alfred Dreyfus, finalmente readmitido al Ejército y merecedor de una Legión de Honor por servicios distinguidos durante la Primera Guerra Mundial…

Francia, la Francia de Zola…, también demostró finalmente, a partir de 1906, ser una sociedad con verdadero buen fondo, pues, en efecto, rehabilitó tanto a Dreyfus como a Picquart -que terminó siendo su Ministro de Guerra- readmitiendo a ambos, con todas las excusas y honores posibles, al Ejército.

No fue una hazaña pequeña, pues en esto la película de Polanski se queda corta, ya que sólo apenas al final de la cinta insinúa, en un diálogo entre Picquart (ya devenido ministro) y Dreyfus, que los hombrecillos siguen, pese a todo, dentro del Ejército francés.

En realidad, la cosa era mucho más grave. Mientras realizaba mi tesis doctoral tuve acceso en su día a gran cantidad de información sobre la embajada española en París, dirigida por el donostiarra Fermín Lasala y Collado en dos ocasiones que coincidieron con el estallido del asunto Dreyfus.

Nuestro hombre en París en la época no contaba mucho sobre el caso, pues España en esas fechas tenía sus propios problemas similares a la guerra entre franceses detonada por el caso del injustamente acusado capitán Dreyfus.

Sin embargo, sí había en esos fondos documentales suficiente información como para descubrir que el “Deuxième Bureau” de 1894 estaba lleno de solemnes chiflados como el comandante Du Paty de Clem (algo desdibujado en la película) que aparte de etnólogo africanista válido resulta ser un verdadero chalado afecto a teorías esotéricas y grafológicas que, increíblemente, sustanciarán la acusación contra Dreyfus o bien diversos “expertos” que inventaban -de la A a la Z- amenazas e informes igual de imaginarios. En algún caso sobre el propio Lasala al que, cómo no, acusaban -sin fundamento alguno- de ser descendiente de judíos bayoneses y -vista la experiencia del caso Dreyfus- enemigo más que potencial…

Toda una advertencia ese informe -que transcribí en parte en el libro “Vida del duque de Mandas (1832-1917)”- que deberíamos tener en cuenta, pues tan sólo refleja que, en efecto, incluso las instituciones más serias, cuando están dirigidas por hombrecillos -y mujercillas- acaban derivando en un verdadero manicomio como lo era la Francia, y la Europa, del “asunto Dreyfus”. Donde personajes de dudosa competencia o reputación -como los que vemos en el “Deuxième Bureau” recreado por Polanski o los espías utilizados por la embajada del propio Lasala y Collado- conseguían ser imprescindibles.

Y así, entre verdad y verdad, podían colocar las más fantásticas teorías conspirativas que se llevaban por delante la Justicia humana más elemental. Esa misma que, finalmente, como ocurrió en el “asunto Dreyfus”, sin embargo, conseguirá triunfar ante tanta estupidez y maldad en estado puro. Sin olvidar el fanatismo político. A veces en estado puro. Y a veces en modo oportunista… que suele ser una de las características inherentes a los hombrecillos. Bien en 1894, bien en 1933, bien en 1954… 2018… 2019… 2020…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


febrero 2020
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
242526272829