Por Carlos Rilova Jericó
El correo de la Historia de esta semana se va a limitar a recomendar una lectura. En este caso la de un reportaje gráfico titulado “La grieta”, firmado por dos colaboradores del diario “El País” -Carlos Spottorno y Guillermo Abril- y ganador del World Press Photo de 2015.
“La grieta” recoge diversos trabajos de estos periodistas que se presentan en un libro, editado por Astiberri, bajo ese título en formato de cómic, siendo cada viñeta, o la mayoría de ellas, una foto tratada de las muchas que ambos periodistas recogieron durante varios años. Más o menos entre el punto álgido de la crisis económica iniciada en 2007 y el año 2015.
El objetivo fotográfico de estos periodistas pasa por varios escenarios. Todos ellos bien conocidos por cualquiera que siga las noticias en Prensa, en Televisión…
Esos escenarios son los de las plazas donde se reunió el 15-M en España, las calles de una Grecia arrasada por la imposición de una crisis de deuda monumental y otros lugares aún más incómodos y que, todavía hoy, casi una década después, siguen siendo un escenario trágico que alimenta a las fábricas de noticias.
Esos lugares son la valla que separa a la ciudad autónoma de Melilla del Tercer Mundo -vista por ambos periodistas a un lado y otro de esa línea de separación-, el Mediterráneo en la franja que media entre Italia y el Norte de África y, en fin, otros emplazamientos menos conocidos pero tal vez más inquietantes. Caso, por ejemplo, de los bosques letones o finlandeses. En los que la Unión Europea y la OTAN lindan con la Federación rusa.
Todos esos lugares tienen en común, sin embargo, una cosa: todos ellos reflejan un mundo del que apenas sospechamos casi nada, del que apenas si reflejan una parte de verdad los breves reportajes -de pocos minutos de emisión o escritos en menos de un folio- con los que, se supone, quedamos informados de cómo va el mundo más allá de nuestras fronteras de la Confederación europea.
Así es, Spottorno y Abril han reflejado en “La grieta” un mundo muy similar a uno de esos universos de pesadilla que, en los llamados países desarrollados, hace décadas que sólo vemos o en películas históricas -por ejemplo de la Segunda Guerra Mundial- o, peor aún, en novelas distópicas, que imaginan un futuro postapocalíptico.
La primera impresión que se saca de “La grieta” es esa, que somos testigos de una de esas pesadillas pero que, en realidad, estamos ante cosas reales que ocurren en un mundo real. La única diferencia es que esas fronteras tras las cuales acechan masas hambrientas o un revivido Ejército ruso -con no muy buenas intenciones hacia la UE al parecer- son, en efecto, reales, absolutamente reales. En “La grieta” no vemos dibujos, ni siquiera dibujos hiperrealistas como los de Ferrer-Dalmau. Vemos fotografías reales de personas reales. Tienen nombres y apellidos.
Son guardias civiles que se dedican a mantener a raya a los que tratan de saltar la valla de Melilla, son esas mismas personas que tratan de cruzar esa valla, son marinos de guerra italianos que patrullan el Mediterráneo en busca de frágiles embarcaciones llenas de gente que viene con la misma intención, son personas que han cruzado a pie desde Siria centenares de kilómetros para traspasar, también, las fronteras de la Unión Europea. Igualmente hay fotos de un cuerpo policial que apenas conocemos y que, al ser un organismo de la Unión Europea, está integrado por agentes españoles: el Frontex, agencia de la Unión encargada de vigilar esas fronteras de nuestra vasta confederación que, como nos muestra “La grieta”, tan amenazadas están desde tantos puntos.
Esa es la Historia (del tiempo presente, casi inmediato) que nos cuenta este magnífico y recomendable reportaje gráfico. Uno que no se limita a mostrarnos un horror inarticulado, amorfo -como suele ser habitual en los telediarios- sino que nos ofrece, también, una reflexión sobre por qué las cosas que vemos en ese libro son así.
La lección de Historia es muy dura: los autores comienzan por recordar la Segunda Guerra Mundial que estuvo en el origen de la creación de la UE, cómo ese proyecto cuajó y cómo empezó a resquebrajarse -de ahí la metáfora de “La grieta” que reaparece varias veces a lo largo del libro- con la crisis de 2007.
La conclusión a la que llegan ambos autores es que, pese a todos los males de la UE, que, desde luego, son unos cuantos -y eso nadie con un mínimo de amor a la verdad puede negarlo- ha conseguido, entre 1945 y 2011, consolidar un área de prosperidad económica, seguridad personal -y colectiva- y disfrute de libertades sin parangón en la Historia de la Humanidad.
De ese, hasta cierto punto, exitoso proyecto, han quedado excluidos muchos -incluso podríamos decir que esos excluidos han sido víctimas de ese éxito- y -aunque no pensemos en ello más que de modo tangencial- ahí están, en nuestras blindadas fronteras. “La grieta” nos lo recuerda. No entra a juzgar ese libro si ese proceso histórico iniciado en 1945, y todavía no culminado, ha sido el causante de ese desastre o si tiene medios para paliarlo (desde luego que no, por una mera razón matemática: la pequeña Unión Europea no puede alojar, alimentar y vestir a todos los que huyen de áreas mucho mayores, como África) pero “La grieta” sí señala -con bastante más claridad- que la UE, con todos sus defectos, es lo que nos separa de un mundo espantoso, donde lo que predomina es el caos, el desorden, injusticias dignas de un mundo sumido en la Barbarie. No es una opinión de los autores de ese libro en realidad. Es la de los que han entrevistado al filo de esas fronteras de la Unión. Coinciden en señalar esos refugiados, o aspirantes a serlo, que huyen de un infierno en la Tierra para entrar en un mundo con leyes claras, progresivas, protectoras… Un lugar con algo parecido a un futuro…
Los que estamos dentro de ese perímetro de gran seguridad, de esa UE, sabemos que quizás son ilusiones demasiado rosáceas, que las cosas no son ni tan fáciles, ni tan prosperas, ni tan justas dentro de la UE, pero desde luego lo que también sabemos, o al menos intuimos si es que nuestra capacidad de autoengaño no es muy grande, es -como bien lo recuerda “La grieta”- que fuera de ella, las cosas son infinitamente peores.
Por eso les recomiendo leer este reportaje gráfico. Por duro o pesado que se les haga, es necesario. Sobre todo cuando algunas mentes irresponsables y, por lo general, bastante indocumentadas, les hablen de Spexit. De la salida de España de la Unión Europea, de liquidación de esa Confederación o de que sus tribunales superiores se burlan de la España eterna y cosas parecidas. Quizás quien vende esa adulterada mercancía política no sabe de qué está hablando. O, peor todavía, sí lo sabe y sueña con que España sea algo parecido a la autocracia siria que acabó por provocar una guerra civil que dura ya casi una década y ha llenado nuestras actuales fronteras europeas de gente muy parecida a nosotros hace unos años, pero que hoy se han convertido en parias errantes y menesterosos.
Si ese es el camino para recuperar una supuesta perdida grandeza de España, la verdad, constatable en el cuidadoso reportaje de Spottorno y Abril, es que ese es tan sólo un camino que, en realidad, conduce a una grieta que se abre sobre un hondo abismo. Ese que ahora mismo bulle más allá de las fronteras de esa Unión Europea que, por suerte, existe todavía y a la que -también por suerte- pertenecemos.