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Carlos Rilova

El correo de la historia

El peso de un trono de sangre. Totalitarismo, Historia y ucronía (1933-2021)

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana este nuevo correo de la Historia vuelve a uno de los temas recurrentes en él. Es decir, el de las Historias alternas o ucronías. Y concretamente a una de la que ya he hablado aquí extensamente: “Patria”, de Robert Harris, que fue el eje de otro correo de la Historia en 7 de noviembre de 2016.

Si entonces utilizaba yo ese libro publicado en 1992, era para poner de manifiesto un tema que hoy día, dadas nuestras circunstancias, puede resultar -otra vez o más aún- muy interesante. A saber: la imposibilidad, históricamente comprobada, de imponer sistemas totalitarios y liberticidas durante mucho tiempo.

Sin embargo, “Patria”, como muchos otros libros, tiene muchas facetas de las que se puede hablar y su final, el desenlace al que lleva su trama, me ha parecido sugestivo para este nuevo correo de la Historia.

Sin ánimo de hacer “spoiler” -lo que antes se llamaba “destripar” el argumento- hablaré de ese final de “Patria”. Pero antes de eso creo que será preciso que hablemos, en general, de qué va esa mezcla de novela negra y ucronía.

La novela de Robert Harris nos sitúa en un singular mundo paralelo. Un año 1964 en el que existe ya la bandera actual de la Unión Europea -azul con las 12 estrellas- y también existe un grupo de Música llamado los Beatles, que va a dar conciertos en Alemania. Aunque esa Alemania es una bastante diferente a la de nuestro año 1964.

Para empezar se trata de un megaestado que agrupa en torno a sí a Austria y a toda la actual Alemania y áreas de habla alemana en Centroeuropa, formando la “Grossdeutschland” con la que soñó Adolf Hitler. En ese mundo alternativo, esa Gran Alemania ha ganado la guerra y es dueña y señora de Europa, a la que ha unificado bajo su férula en torno a la que orbitan estados-vasallos similares a la España de Franco que, en eso, por supuesto, no se diferencia apenas de la España real de nuestro año 1964.

El Berlín de esa realidad alternativa es un Berlín grandioso, una segunda Roma imperial diseñada por Albert Speer. Y sobre ella reina, sereno y satisfecho, un Hitler que va a celebrar su 75 cumpleaños.

Es en ese escenario en el que entra la subtrama policíaca de “Patria”. El protagonista de la misma es un oficial de las temibles SS, aunque algo distinto al prototipo sádico y brutal al que nos ha acostumbrado el Cine.

En efecto, Xavier March, que así se llama el protagonista, es un hombre culto, con estudios y encargado de tareas administrativas y policiales que le ponen sobre la pista de un caso “caliente” pero que pronto descubre como un callejón sin salida. Es decir, el suyo es un caso que se debe investigar pero que los mismos poderes gubernamentales que han encargado su resolución no quieren, en realidad, que se resuelva.

Algo lógico teniendo en cuenta que los asesinados son personajes de alto rango del Partido Nazi y estrechamente relacionados con lo que conocemos en nuestra realidad histórica como “Solución final”.

Así, las muertes de estos dignatarios nazis deben ser esclarecidas por March, pero queda implícito que no debe sacar conclusión alguna sobre la razón por la que mueren esos jerarcas nazis a medida que van cayendo, como señalados por una lista negra…

Y ese es el secreto que March acaba por descubrir: que esos dignatarios conocen un secreto que ese Tercer Reich triunfante -en Europa al menos porque Estados Unidos y lo que queda de la URSS siguen combatiendo contra él- no quiere que salga a la luz.

El secreto no es otro que las víctimas que ha causado ese Tercer Reich. Todos los presuntos enemigos de la raza aria que ha ido eliminando sistemáticamente durante y después de esa Segunda Guerra Mundial alternativa…

Ahí Harris revela el verdadero horror que subyace a su ucronía. Uno que también es visible en nuestro mundo real.

Es decir, que los gobiernos o regímenes que han tenido que deshacerse de alguien, con el paso del tiempo tratan no de exhibirlo orgullosamente -como podía haberse esperado de un Reich triunfante como el de “Patria”- sino de borrarlo, porque una vez que han logrado su fin, ese hecho “queda feo”. Como se diría coloquialmente.

Así es, el Reich victorioso de “Patria” no quiere admitir que su brillante presente de 1964 se ha basado en deportaciones, asesinatos en masa o escabrosos experimentos médicos en manos de sociópatas como el famoso (para mal) doctor Mengele …

Es más: no puede admitirlo porque distorsionaría la brillante superficie del Berlín opulento y maravilloso que se prepara a celebrar los 75 años de un triunfante Adolf Hitler y nuevas jugadas estratégicas.

En definitiva, “Patria” nos revela que sistemas totalitarios como el hitleriano, si llegan al poder absoluto que persiguen, lo hacen sobre una alfombra de cadáveres. De tal magnitud que acaba repugnando, horrorizando y avergonzando -incluso por motivos no demasiado éticos- a aquellos que treinta años atrás consideraban imprescindibles los asesinatos en masa, la crueldad inhumana con la que llegaron a hacerse con ese más o menos ilusorio poder absoluto.

Harris evidentemente conoce bien la Historia de la que habla, sobre la que escribe su novela. Al menos la trama central y el final en el que desemboca “Patria”, lleva al historiador a recordar dos reveladores hechos históricos.

Uno, el más similar a lo que cuenta el final de “Patria”, es el caso de las fosas de Katyn, en las que la URSS de Stalin enterró a miles de polacos de su élite intelectual, militar y civil para poder destruir completamente Polonia y apoderarse de ella tras dividirla con los nazis. Apenas pasado un año de esos sucesos ninguno de los dos regímenes totalitarios quería acordarse de lo ocurrido. Y si lo hacían, como ocurrió con la maquinaria de propaganda nazi, fue para publicar nauseabundos artículos en su prensa oficial -caso de la revista “Signal”- y echar la culpa al enemigo de turno: en este caso el antiguo aliado devenido enemigo, la URSS de Stalin…

El otro episodio real al que recuerda el final de “Patria” es a la llamada matanza de las Fosas Ardeatinas. Ocurrió en Roma cuando los alemanes tuvieron que ocupar la capital italiana ante la caída del régimen de Mussolini, el estallido de una guerra civil en Italia y el avance aliado. Un atentado de la Resistencia italiana llevó a la autoridad militar alemana a exigir una verdadera matanza de rehenes civiles.

Cuentan las crónicas sobre ese hecho rigurosamente histórico que, al final, ni los más encanallados oficiales alemanes podían seguir disparando balas en la nuca a sus víctimas sin haberse emborrachado para soportar un acto tan brutal y antinatural como lo es matar a otro ser humano que no está planteando el dilema de “o tú o yo” con un arma en la mano, sino que muere ante nuestra pistola de rodillas, completamente indefenso…

“Patria” evidentemente se inspiró en hechos así. E hizo bien. Pues nunca se recordará bastantes veces que hubo, y sigue habiendo, seres humanos que son incapaces de aprender tan áspera lección de Historia. No al menos hasta que perpetran su propia matanza (por supuesto imprescindible para ellos si se justifica con la apelación a la patria, a la nación, al famoso y socorrido “por el bien de todos”…) y la conciencia viene a recordárselo pasados los años, cuando descubren que están sentados sobre un trono, pero es un trono (como aquel del que hablaron Shakespeare y Kurosawa) que rezuma sangre. Sangre inocente vertida por los que lo ocupan con el único fin de auparse a ese trono…

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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