Por Carlos Rilova Jericó
Este miércoles 20 de octubre, a las 7 de la tarde, dará comienzo en el Aquarium de San Sebastián un ciclo de conferencias, organizadas por el Ejército y la Armada española conjuntamente con la empresa Zeregin, para conmemorar allí el 450 aniversario de la Batalla de Lepanto.
El que estas líneas escribe, participará en ese ciclo tratando de responder con su intervención a una pregunta que parece, al menos parece, difícil: ¿hubo vascos, aparte de condenados a galeras o cautivos del Turco, que participaron en aquel evento bélico? Si preguntásemos sobre la relación entre los vascos y esa Batalla de Lepanto que acaba de cumplir 450 años, probablemente muy pocos podrían responder a esa pregunta. Quizás alguien que hubiera leído atentamente el Quijote ataría cabos -algo muy apropiado en esta ocasión- y relacionaría la lucha del vízcaino (en realidad guipuzcoano) Sancho de Azpeitia con don Quijote, sacando en conclusión que la única relación, acaso, de los vascos con la Batalla de Lepanto (galeotes y cautivos aparte), sería esta burla sobrevenida de un veterano de ella -Miguel de Cervantes- contra los “vízcainos” (es decir, los vascos en general), su fanfarronería de pequeños hidalgos y su supuesto pésimo castellano tan característico.
La realidad en general, como bien se sabe, siempre suele superar a la ficción y, también en este caso, no puede ser más distinta.
Si preguntamos por vascos voluntarios en Lepanto, estos están muy lejos, a muchas millas náuticas, de ser algo siquiera parecido al Sancho de Azpeitia que describe Cervantes.
Así es. La lista hoy por hoy no es larga, pero sí selecta. Tenemos por ejemplo a Domingo de Zavala, que estará en la Galera Real con Juan de Austria y Luis de Requesens… según contaba José Antonio Azpiazu en un artículo dedicado a Andrés de Urdaneta.
A él podemos añadir a Diego de Ibarra y Aizpiri Vargas, natural de Éibar y no sólo un brazo más en Lepanto para combatir al Turco, sino miembro del Consejo de Estado de Felipe II. Así nos lo cuenta la profesora Rosa Ayerbe en la entrada que se dedica a este eibarrés en el Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia.
No son esos nombres los únicos. Si leemos la entrada de la Enciclopedia Auñamendi dedicada al Imperio Turco y su relación con los vascos -redactada por Ainhoa Arozamena Ayala- aparecen allí los nombres de Rodrigo de Zugasti, Cristóbal de Munguia, Ochoa de Recalde y Juan Núñez de Palencia.
Los datos que se tienen sobre ellos son sólo relativamente abundantes y, aunque escasos en ocasiones, son verdaderamente relevantes. O deberían ser considerados como relevantes sobre la presencia en aquella batalla de capitanes vascos.
Es el caso, por ejemplo, de Ochoa de Recalde, que estuviera en las galeras de la Santa Liga que combate allí al Turco, no es fruto de un azar o de una casualidad. En absoluto.
Ochoa de Recalde es hermano de Juan Martínez de Recalde. Es decir, uno de los almirantes de Felipe II que participará, años más tarde, en otra empresa naval de ese rey algo menos afortunada. Llamada en España la Felicísima Armada y más conocida como la Armada Invencible, derrotada por los ingleses y otra serie de cuestiones en el año 1588. Victoria enemiga algo sobredimensionada y más bien pírrica como se demostró por la menos conocida Contra Armada inglesa de 1589 que supero, con creces, al fiasco español del año anterior.
Ambos hechos y ambos hermanos, Lepanto y la Armada de 1588, Juan Martínez de Recalde y Ochoa de Recalde, nos muestran así una presencia de vascos en esos asuntos capitales de la monarquía de Felipe II que no se debe a un azar, sino a una voluntad sistemática de involucrarse en ellos.
En conjunto puede decirse que todas esas biografías muestran no a simples aventureros, llevados hasta allí por la casualidad de un siglo de guerras con abundantes mercenarios (que también los hubo entre esos capitanes vascos, como nos contaba Julio-César Santoyo en su “Sir Pedro de Gamboa”) sino de súbditos del rey en cuyos dominios, se decía, no se ponía el sol, dispuestos a servirle de acuerdo a los pactos políticos y las lealtades habituales en una monarquía europea de la Edad Moderna. Como ocurre en esos mismos momentos en Francia o en Inglaterra.
Eso es algo que queda aún más claro si reparamos en los hechos de otro de esos capitanes vascos presentes en Lepanto: Juan Núñez de Palencia.
Pese a sus apellidos (bastante menos vascos, por así decir, que los de los restantes) nos encontramos ante un natural de la plaza fuerte de Fuenterrabía (hoy Hondarribia) que, además, estará fuertemente implicado en el gobierno de esa importante población vasca.
Eso es lo que nos cuentan los escasos -pero densos- documentos conservados sobre él. Se trata fundamentalmente de varios testamentos hoy parte de los fondos del AHPG-GPAH, el Archivo de Protocolos guipuzcoano, que pueden verse en su versión ya digitalizada o bien transcritos en el libro “In Dei Nomine” de los historiadores Denis Álvarez Pérez-Sostoa e Iñaki Garrido Yerobi.
En esos documentos, redactados a pie de trinchera por así decir, el capitán Núñez de Palencia contaba, casi sin ser consciente de ello, su propia vida al tratar de dejar todos sus asuntos arreglados por si, en el minuto siguiente a cerrar esos documentos, recibía una herida fatal.
Así nos enteramos de un cursus honorum militar que pasará por Lepanto y por otros lugares donde la monarquía española continúa la lucha contra el Turco tras Lepanto.
De ese modo, en folios y más folios que el capitán Juan Núñez de Palencia redacta cada vez que es enviado a una de esas misiones mortales, vemos la vida de un soldado de la época de Felipe II que termina -como la de muchos otros- en Flandes, luchando en otro de los numerosos frentes que tiene que defender la monarquía de los Austrias españoles.
Eso ocurrirá apenas un año después de que muera aquel al que el capitán Juan Núñez de Palencia guardó toda su vida una leal devoción. Ese al que llama en esos documentos el serenísimo señor don Juan de Austria. Su comandante en jefe en Lepanto, aquella alta ocasión en la que el capitán se destacará durante los asaltos a las galeras del Turco, dejando un testimonio no por menos conocido menos interesante sobre aquellos capitanes vascos que, como era de esperar, defendieron a la monarquía española en Lepanto…
De todo esto y con más detalle tendré ocasión de hablar este mismo miércoles en la sede del Aquarium de San Sebastián, a partir de las 19:00, para recordar, como no podía ser menos, esa otra parte de la Historia sin la cual lo que sabemos de aquel día en el que Miguel de Cervantes fue herido estaría, sin duda, muy incompleta…