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Carlos Rilova

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El cardenal con botas. Algo de Historia de la familia Richelieu (1576-1585)

Por Carlos Rilova Jericó

Iniciaba yo esta semana pasada un curso de Historia de Europa en el que el eje va a ser, ante todo, el famoso -pero no por eso mejor conocido- cardenal Richelieu. Sí, el de “Los tres mosqueteros”.

Eso me ha llevado a repasar varios libros que versan, claro está, sobre Armand-Jean du Plessis, el futuro cardenal Richelieu que nacerá en el año 1585. Entre otros un volumen escrito a varias manos en el que la Editorial Hachette ofrecía a la culta burguesía y clase media francesa una biografía del personaje desde varios ángulos y como parte de una colección dedicada a “Genios y realidades”. Una pequeña joya bibliográfica, un documento ya en sí, pues Hachette daba este libro a su público en el año 1972. Con lo cual nos podemos hacer una idea de qué nivel intelectual tenía el negocio editorial en aquella Francia en la que se podía abordar, con éxito, la publicación de una larga colección de grandes personajes. Una que iba desde escritores como Balzac, hasta pintores como Delacroix, Goya o el aún vivo, y exiliado en Francia, Picasso pasando por músicos como Bach y Beethoven y lo que el editor llamaba “Hombres de estado”. Entre los cuales estaba el cardenal Richelieu junto a otros tan dispares como Alejandro Magno y el sinuoso Talleyrand, capaz de sobrevivir a la revolución francesa, a la Restauración borbónica dos veces y al propio Napoleón al que sirvió como ministro.

En esa relectura he encontrado en ese libro sobre el cardenal Richelieu algunos datos que daba Maurice Andrieux en el primer capítulo de ese volumen en el que colaboran desde este periodista y político afiliado al inefable Partido Comunista Francés, hasta eminencias académicas como el historiador Roland Mousnier.

Andrieux, remontándose hasta el bisabuelo del futuro cardenal, respondía a una pregunta que años atrás me hizo otro periodista cuando hablábamos de una de las grandes operaciones militares del cardenal. Una no muy conocida, pues acabó en un estrepitoso fiasco para Francia: es decir el asedio contra la plaza fuerte de la actual ciudad de Hondarribia, que en aquel año, 1638, era aún conocida como Fuenterrabía.

La pregunta de aquel otro periodista que, evidentemente, no era Maurice Andrieux, fue que cómo era posible que cardenales y arzobispos como el de Burdeos, apareciesen en asedios como los de Fuenterrabía, vestidos en parte como eclesiásticos y en parte como oficiales de la época, con botas de montar, armadura, espada, etc.

La respuesta a esa pregunta está en el contexto social del que había salido Armand-Jean du Plessis. Uno que describe muy bien, y sin ambages, Maurice Andrieux con ese temple con el que los franceses hablan de su propia Historia, para lo bueno y lo malo.

Así nos dice Andrieux que el primero de los Richelieu que empezó a hacerse cierta reputación más allá de los estrechos círculos de la pequeña nobleza, fue Antoine du Plessis. Apodado “El monje” pese a que esa reputación que se labra no es precisamente la de un pacífico fraile.

En efecto, Andrieux nos dice que el bisabuelo del futuro cardenal combate en las cruentas Guerras de Religión francesas (las que van de 1562 a 1598) bajo las banderas de una de las principales casas nobles francesas devota del Catolicismo: los Guisa. En dicho servicio cometerá crueldades que sólo hemos visto reflejadas en el Cine. Como quemar vivos dentro de una iglesia, en 1561 -antes del comienzo oficial de las hostilidades- a un centenar de protestantes franceses completamente desarmados. Maurice Andrieux dice que ese sería, por otra parte, el hecho de armas más alto del bisabuelo del futuro cardenal. En cualquier caso eso le ganará, también, el cargo de gentilhombre del rey…

Un solvente historiador británico, Lawrence Stone ya advertía -hablando de la nobleza inglesa de esas mismas fechas- que debíamos desligar la imagen del actual caballero inglés, el gentleman que tan bien encarnó en la pantalla David Niven, de lo que realmente significaba ser un “gentilhombre” en aquella época. Algo que tenía que ver más que con esos caballeros elegantes e impecables, que no se alteran por nada y que siempre juegan limpio, con lo que hoy asociamos a la imagen de bandidos, forajidos y salteadores de caminos.

Así Stone daba en su libro varios ejemplos de serenísimos y nobilísimos lores ingleses batiéndose en medio de las calles de Londres a estocadas y tiros con las bandas armadas de otras familias rivales que estaban allí para lo mismo que ellos. Es decir: para demostrar quién pisaba más fuerte en aquellas calles…

La nobleza francesa (o la española) de ese siglo XVI, menos identificada con la imagen del “gentleman” británico, no era, sin embargo, muy distinta y el bisabuelo del cardenal Richelieu, Antoine du Plessis, supo hacer honor a esa manera de comportarse.

Así Andrieux nos dice que cuando muere el 19 de enero de 1576 el memorialista Pierre de L´ Estoile hacía de él una semblanza siniestra. Decía L´Estoile que el 19 de enero de ese año había sido muerto en París, en la calle de las Lavanderas, el capitán Richelieu, hombre de mala fama y renombrado por sus robos, sus raterías (“larcins”) y blasfemias. Además lo calificaba de rufián conocido en todos los burdeles y precisaba que lo habían matado otros rufianes como él cuando se encontraban acompañados de lo que este memorialista (algo filoprotestante, todo hay que decirlo) disimula bajo el apelativo de “garces”, que era una forma de llamar en argot a las prostitutas y que podríamos traducir como “perras” o “zorras”…

El padre del cardenal, ciertamente, mejorará algo tan poco edificante currículum. Aunque desde nuestro civilizado punto de vista no demasiado. Así es: Maurice Andrieux señala que François du Plessis tendrá que pasar una larga temporada exiliado en Polonia, en compañía del futuro Enrique III de Francia que, por aquel entonces, sólo era duque de Anjou y rey electo de ese país centroeuropeo tras la muerte sin descendencia del último miembro varón de la dinastía Jagellón.

¿El motivo para tan discreto y, finalmente, remunerador exilio, pues abrirá las puertas de la Corte a los Du Plessis? Muy sencillo: François du Plessis, padre del futuro cardenal Richelieu se había comportado como se esperaba que se comportase un gentilhombre de la época: en una emboscada había matado al señor de Mausson que era, como dice Andrieux, enemigo jurado de la familia Du Plessis por haber asesinado -sin motivo honorable que se supiera- al hijo primogénito de esa familia…

Armand-Jean iba por el mismo camino pues desde niño demostró un gusto -lógico si atendemos a estos antecedentes familiares- por la carrera de las armas. Algo que truncó un arrebato místico de su hermano mayor, que prefirió ser monje cartujo a acceder al cargo -y cuantioso beneficio- de obispo de Luçon, que correspondía a los Du Plessis. Escala de mano al poder civil y económico que, por supuesto, la familia no podía dejar vacante y que, finalmente, llevó al belicoso Armand-Jean a tomar los hábitos para ocupar ese puesto al que, en principio, su carácter no le destinaba.

Posteriormente, como demuestra su biografía, el cardenal dejó claro que, aun así, no había olvidado sus lecciones militares y las aplicó con rigor y eficacia a la salvación de una Francia que, de otro modo, habría podido acabar tan mal como aquella Polonia en la que François du Plessis se había tenido que exiliar -por aquellas cosas del honor defendido a daga y espada- de no haber sido por la mano dura de aquel general truncado y convertido en cardenal y valido de Luis XIII. Alguien, ese cardenal Richelieu, que sabría ponerse espada, botas de montar y espuelas cuando la ocasión lo requirió. Por el bien de Francia. Como en aquella famosa y pérfida frase que Dumas le atribuyó a ese cardenal con botas, a Richelieu, en “Los tres mosqueteros”…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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