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Carlos Rilova

El correo de la historia

El largo viaje de Lord Wellington. De Vitoria a Waterloo: dos años que estremecieron al Mundo (1813-1815)

Por Carlos Rilova Jericó

Si la semana pasada hablaba de Waterloo, y la famosa batalla que tiene lugar allí un 18 de junio, esta semana creo que corresponde hablar de la de Vitoria, que se desarrolló un 21 de junio, pero de 1813.

Ambos acontecimientos suelen aparecer con frecuencia disociados pese a que hay numerosos puntos que los unen, a través del espacio -y el tiempo de dos años entre un suceso y el otro- que separa a ambos campos de batalla.

Esta semana parece pues muy a propósito para reflexionar sobre ello. Y es que las dos batallas son la culminación, entre otras cosas, de una carrera política bien dirigida por el general que será el absoluto protagonista de ambas. Es decir: Arthur Wellesley, más conocido como Wellington o Lord Wellington.

En efecto, Vitoria fue un asunto realmente delicado en el que Wellington se jugaba mucho. Tanto como una carrera, muy bien planeada, desde hacía muchos años.

Más o menos desde 1786, según nos dice uno de sus biógrafos: el banquero Antoine D´Arjuzon, que le dedicó -hace no demasiados años- una interesante y, en general, bien contrabalanceada biografía. En ella nos dice que Arthur Wellesley, sexto hijo de un noble anglo-irlandés casi arruinado -por su tendencia a la magnificencia y al consumo conspicuo destinado a marcar su rango- es educado con no pocos esfuerzos por parte de su madre viuda y su hermano mayor -a la sazón cabeza de familia- en la Academia Militar de Angers en Francia.

En efecto, ese hermano mayor que, con el tiempo, quedaría eclipsado por la fama de su sexto hermano, tenía decidido, junto con su madre, que Arthur sería militar. La viuda ya lo decía: su poco apreciado Arthur estaba destinado a la pólvora. No se creía que tuviera otro talento que lo pudiese librar de una carrera que, como comenta también D´Arjuzon, no era de las más prestigiosas en una Gran Bretaña en la que el Ejército, tras la severa derrota sufrida a manos de estadounidenses, franceses y españoles en 1781, no es precisamente de las más prestigiosas…

En esa misma detallista biografía se nos dice que así comienza la carrera militar de este vástago segundón de una familia que está tratando de reparar los daños causados por la mala administración del fallecido pater familias. Excelente músico, tanto como para impartir esa asignatura en la Universidad, pero pésimo administrador.

Esa carrera militar del joven Wellesley será algo accidentada y durante años nada parece prefigurar en él al gran genio militar que va a vencer a Napoleón en Waterloo, consolidando el poderío mundial de Gran Bretaña durante cien años al menos.

Así es. Richard, el hermano mayor, tratará de que Arthur pueda ir comprando una comisión de oficial tras otra y siempre desde cómodos puestos a retaguardia, convirtiéndose en lo que D´Arjuzon llama un “oficial de salón”, evitando indeseables destinos donde se moría sin gloria ni -aún más importante- botín alguno…

Así será hasta que estalla la guerra, inevitable, entre la Francia revolucionaria y la augusta Gran Bretaña que sueña con rehacer su imperio tras la derrota en Estados Unidos. Esto llevará a Arthur Wellesley, ya acariciando los galones de coronel, a Flandes, a enfrentarse allí a las tropas revolucionarias francesas.

Más tarde, en 1799, Arthur Wellesley admitirá un embate más peligroso para romper con esa inercia: finalmente acepta un destino en una India donde Gran Bretaña ha puesto su pabellón desde mediados de ese siglo que ahí acaba (como ya recordé en anteriores correos de la Historia) y la jugada le saldrá bastante bien aunque, probablemente, ni su familia esperaba que obtuviera con ello éxito notable alguno.

Sin embargo sus notorias victorias en aquellas campañas indias contra un enemigo especialmente odiado por Gran Bretaña, Tipu Sultán (del que hablé en esta misma sección hace ya una década) hará que su nombre suene -al filo del año 1808- para resolver la angustiosa situación (para Gran Bretaña) que en esos momentos se va a jugar en la Península Ibérica, donde Napoleón trata de encajar la última pieza de un complejo sistema estratégico y político que dé a Francia –su Francia- el dominio total del continente blanco y con él el del resto del Mundo.

Arthur Wellesley se desempeñará en esa misión con notable destreza, pese al desprecio de aquellos que, como el propio Napoleón, lo llamarán “general cipayo”. Es decir: poco menos que un habilidoso capitán de salteadores de caminos uniformados y contratados por la poderosa Compañía de las Indias Orientales británica. Buenos sólo para aplastar a nativos mal armados y peor organizados, pero no para medirse con tropas europeas bien disciplinadas. Pronto el general Wellesley demostrará, en Portugal y España, que tales desprecios carecían de fundamento alguno.

Sin embargo conviene matizar esto. El Arthur Wellesley que se va a convertir en Lord Wellington en la Península, perfectamente podría haber salido de aquí siendo una verdadera nulidad histórica. La razón es bien sencilla: en 1813, 1814… el lustre de la derrota de Napoleón pivota más hacia el Norte de Europa que hacia el Sur. Atty (uno de los numerosos apodos de Wellington) ha demostrado ser un buen y competente muchacho en la Península -ahí están sus victorias en Torres Vedras, en Badajoz, en Salamanca… – para certificarlo, pero… ¿quién ha entrado en París en 1814 para recibir la abdicación del Ogro Bonaparte? El zar de Rusia, el rey de Prusia, el emperador austriaco… Por allí hay poco rastro de Lord Wellington, que se ha tenido que abrir paso de un modo penoso por el Norte de España hasta acabar la guerra en una plaza de segundo orden como Toulouse. No más lejos. Y dando gracias de que Burdeos hubiera vuelto la casaca contra Bonaparte sin necesidad de intervención militar directa…

Eso unido a su terrible fiasco ante Burgos en 1812, donde muchos británicos de alto rango de su época creen ver el final de su trabajosa carrera, hacen que en 1814 los billetes de Arthur Wellesley a la cima de su gloria personal estén aún en el aire.

Hoy prácticamente nadie recuerda que un ejército español, el Séptimo, desplegado desde 1810 en todo el Norte de España, es el que salva al “general cipayo” de una auténtica debacle tras lo de Burgos y le prepara así el camino a Vitoria en 1813. Pero en 1814 muchos sí recuerdan claramente esa circunstancia. En Gran Bretaña también…

Así de frágil era el éxito que Arthur Wellesley había conseguido en esas fechas. No cabe duda de que sus notables cualidades, la capacidad de maniobra política de su familia y las ambiciones insaciables de un Napoleón que no puede resignarse al exilio, lograrán que en el plazo de dos años clave -de 1813 a 1815- Wellington consiga amarrar firmemente una reputación que aun en medio de las grandes celebraciones por la victoria del 21 de junio de 1813, bien pudo ser bien poca cosa. Un capítulo recóndito, secundario -tanto como el general Wellesley- en los libros de Historia.

Muchos generales y oficiales españoles, copartícipes y colaboradores imprescindibles en ese éxito, de hecho, sufrieron -y siguen sufriendo- ese destino (con la sola excepción de Miguel Ricardo de Álava). Apenas algunos historiadores sí recordamos sus nombres: Longa, Mendizabal, Ugartemendia… Y eso porque hemos escrito sus biografías. Unas que bien haríamos en releer este martes, cuando se conmemore, una vez más, aquella victoria en Vitoria de Lord Wellington. Siquiera sea para apreciar mejor cómo se forjó la fama imperecedera de aquel sexto hijo de una noble familia anglo-irlandesa que tuvo que superar numerosas dificultades hasta llegar al éxito total en el largo camino que iba de Vitoria a Waterloo…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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