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Carlos Rilova

El correo de la historia

Steve McQueen estuvo aquí o un ciclo de conferencias sobre qué será de la Vuelta al Mundo de Elcano (1522-2022)

Por Carlos Rilova Jericó

Mañana, en el mismo centro de la antigua ciudad de Fuenterrabía (hoy Hondarribia), empezaré a dirigir un pequeño ciclo de conferencias -tres para ser exactos- organizadas por la empresa Zer Egin y, por supuesto, el Ayuntamiento hondarribiarra.

Estarán dedicadas a un tema que, en principio, nada parece tener que ver con la larga, y rica, Historia de esa ciudad que ha sido visitada este mismo verano por miles de turistas de varias nacionalidades.

Así es: en ese ciclo el eje fundamental será la gesta de la expedición Magallanes-Elcano, que cumple, justo esta semana, 500 años y un mes, entre el 6 y el 8 de octubre. Sin embargo, tanto a los organizadores como a mí, nos pareció el lugar adecuado y el tema adecuado. Así como la fecha adecuada -justo un mes después de cumplirse los 500 años de esa efeméride- para reflexionar sobre este asunto histórico.

Mañana mismo, a las 19:00, en la Kultur Etxea hondarribiarra, romperé yo el fuego de ese debate con una conferencia que irá de Magallanes y Elcano hasta el año 1973, pasando por nuestro, todavía, mal conocido y menos apreciado siglo XVIII y un santo universal -Ignacio de Loyola- que, curiosamente -o tal vez no tanto- parece que jamás tuvo nada que ver con un pequeño territorio europeo -el guipuzcoano- en el que, sin embargo, nació justo cuando acababa la Edad Media y empezaba la Edad Moderna. La misma que estaría dominada, en Europa, en América, en Asia… por toda una serie de ideas que a él se le ocurrieron, también, en el año 1522 y que iban a marcar esa Historia europea y, por tanto, casi universal en esos momentos.

¿Y que tendría que ver todo esto con Fuenterrabía, la antigua Ondarribia, el “vado de arena” que a un tal Wellington tan bien le vino para acabar con un tal Napoleón allá por 1813, tras la segunda Batalla de San Marcial?

Pues ahí está lo más interesante del caso y que, espero, estas conferencias ayuden a esclarecer y dejar fijado para que, a futuro, afrontemos nuestra propia Historia sin encerrarla en estrechos moldes locales, en compartimentos aislados dignos de una colmena más que de una sociedad humana.

Dejando aparte el hecho de que en la tripulación de la expedición de Magallanes-Elcano había gente que era originaria del, por aquel entonces, vasto señorío colectivo de Fuenterrabía, hay que tener en cuenta que esa ciudad es, en 1522, parte de un amplio frente militar que llega desde ahí hasta, cuando menos, Pamplona. Esa plaza fuerte en la que, en 1521, cae herido Iñigo de Loyola (que en esos momentos no piensa, todavía, en fundar una de las órdenes católicas más influyentes en la Historia mundial) y es parte de un conflicto bélico que implica nada menos que a tres potencias entre 1512 y 1524. Una que podría calificarse de superpotencia global -la España desde la que los Austrias dirigen un imperio ya casi mundial- y otras dos que, con el tiempo, se convertirán en formidables rivales: la Francia de los Valois y la bien conocida Inglaterra de los Tudor.

Así pues, en torno a los veteranos muros hondarribiarras se luchará esa guerra que trata de decidir quién será el amo de Europa y por tanto del Mundo. Empezando por unos mares que en 1522 han sido recorridos, de parte a parte, en una expedición concluida por un marino vasco de otra población costera guipuzcoana.

Esos hechos tan transcendentales se producirán, en efecto, en torno a ese pequeño, estrecho -a primera vista poco prometedor- territorio guipuzcoano. Convertido así, en esos comienzos del siglo XVI, en una especie de Stalingrado de 1942 y, también, en algo parecido al Silicon Valley de la Europa moderna, de donde van a salir adelantos intelectuales y científicos detonados porque cierto hidalgo vasco llamado Iñigo de Loyola -canonizado hace 4 siglos, como bien se celebró en otra villa guipuzcoana, Tolosa, en abril de 1622- caerá herido en una pierna en ese frente amplio que va desde las murallas hondarribiarras hasta las de Pamplona. Momento en el que decidirá dedicarse al estudio, a la santidad y a crear colegios de élite extendidos por toda la Europa católica donde se forjará -a veces a pesar suyo- a mentes tan influyentes en la Ciencia europea que va a dominar el Mundo como René Descartes o Voltaire…

Así, de ese camino a Damasco del azpeitiarra Iñigo de Loyola surgirá, en buena medida y por increíble que parezca, eso que llamamos “Ilustración” o “Siglo de las Luces”, del que desciende directamente nuestra sociedad y cuyos valores y fines son todavía, en gran medida, los que exigimos como buenos y aceptables para una sociedad que realmente merezca el nombre de “civilizada”.

Es en ese marco también en el que hay que encajar a grandes olvidados de nuestra Historia local, guipuzcoana, vasca, española… que en realidad serán parte -por más que hoy esté casi olvidado- de la gran Historia europea. Caso del general y almirante José Antonio de Gaztañeta. Otro retoño de ese árbol de la Guerra y de la Ciencia, nacido en la costa guipuzcoana, en la localidad conocida en su época como Motrico y hoy como Mutriku.

Ese cuantioso caballero venido al mundo a mediados del siglo XVII, será el primer ilustrado vasco en cuya estela se moverá, más tarde, el más conocido conde de Peñaflorida y sus caballeritos azkoitiarras, nacidos todos justo al lado de la Azpeitia donde verá la primera luz un guerrero reconvertido en santo y líder intelectual de la Europa católica barroca. Ese que hoy conocemos como San Ignacio de Loyola.

José Antonio de Gaztañeta, en su faceta de militar y marino y en la de científico, tendrá ocasión (hasta su muerte en 1728) de participar en acciones navales dignas de la pluma de un Patrick O´Brian y de desarrollar algunos fundamentos de la Ciencia que se estaba incubando en colegios jesuíticos como el Imperial de Madrid o el de Roma o el más conocido de La Flèche. O, incluso, en la protestante Holanda desde donde él, Gaztañeta, aparte de descubrir allí avances como el microscopio del pañero Anton van Leeuwenhoek, creará una Ingeniería naval que será copiada y desarrollada por la hoy famosa Marina británica del siglo XVIII.

De todo esto hablaré yo este 4 de octubre en una ciudad, Hondarribia, que, como espero haya quedado claro, es uno de los ejes por los que pasó, hace 500 años y un mes, eso que hoy llamamos Historia de Europa.

También hablarán de esto otros especialistas como el brigada Miguel Ángel Domínguez Rubio, responsable de la Sala Histórica de Loyola, que el día 5 ofrecerá una visión panorámica -de cuatro siglos- sobre la universal importancia de una frontera -la que empieza en los muros hondarribiarras- donde se decide que la Historia europea -y mundial- tomase un rumbo u otro a partir de ese año 1522. O el coronel José Chaín, que justo al día siguiente, el 6 de octubre, cerrará este debate y ciclo abundando sobre lo que supuso la expedición liderada finalmente por Juan Sebastián Elcano.

Con todo ello yo espero que podamos -aparte de aprender más sobre nuestra propia Historia- la verdadera importancia, más allá de lo meramente local, que ésta tuvo y va, sí, más allá, desde luego, de que en 1973 la maquinaría de Hollywood -ese colegio jesuítico de La Flèche de nuestra época- se dejase caer por las calles y muros hondarribiarras y los utilizase como marco para que allí estuviera Steve McQueen -una de sus grandes estrellas- poniendo así en las pantallas de todo el Mundo esa antigua plaza fuerte, pero haciéndola, sin embargo, pasar por una ciudad francesa (algo que ni siquiera consiguieron el Gran Condé ni el cardenal Richelieu).

Una paradoja que tiene que ver mucho con el poco aprecio y cuidado con el que hemos tratado una Historia que, como espero quede bien probado dentro de los históricos muros hondarribiarras -en su Kultur Etxea, a partir de este martes 4 de octubre- debería recordarse, reconstruirse, publicitarse día tras día. Antes del 6 de septiembre de 2022, como ya se ha intentado, pero también después, mucho después de este 6 de octubre del mismo año.

A menos que queramos que nuestra Historia sea escrita de modo que se afirme que la primera vuelta al Mundo la dio sir Francis Drake y no Juan Sebastián Elcano. O, incluso, que un 7 de septiembre de 1638 las tropas del cardenal Richelieu rendían, a sangre y fuego, Fuenterrabía, convirtiéndola en plaza fuerte y ciudad francesa. Porque así lo parecía en una película protagonizada por Steve McQueen que también dio la vuelta al Mundo en 1973…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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