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Carlos Rilova

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Historia del futuro de la expedición de Magallanes-Elcano (1522-2022)

Por Carlos Rilova Jericó

Acaba el año 2022 y con él acaba, también, la conmemoración de los 500 años de la primera vuelta al mundo. Y, aunque no es ésta, tampoco, la primera vez que escribo sobre esto en estas páginas, creo que hoy, 28 de noviembre, es un buen momento para hacer balance de esa citada conmemoración.

Ya decía en otros correos de la Historia que dudaba de que ese producto se vendiese bien, que probablemente quedaría opacado por la mucho más poderosa -y llena de seguridad en sí misma- industria cultural -y aledaños- anglosajona.

Sin embargo justo es reconocer que no han faltado esfuerzos más que dignos que quizás, convenientemente reforzados, pudieran dar la vuelta al asunto.

Empezaré por la película de dibujos animados “Elcano y Magallanes” que se estrenó justo en 2019, cuando comenzaba la efeméride con la partida de la expedición desde los puertos andaluces en 1519.

Me he tomado la molestia de verla. Y me ha sorprendido la habilidad con la que se han reflejado en imágenes y en diálogos los sucesos de la expedición, siguiendo, con fidelidad -hasta donde es posible en una producción de éstas- el principal documento histórico sobre ella. Es decir: la relación de los hechos por Pigafetta, que tiene un papel un tanto histriónico en esta cinta de dibujos animados (de típico italiano gesticulante y gritón) pero que se ciñe bastante bien al Pigafetta real de esa primera vuelta al mundo que, en principio, no tenía intención de ser ninguna vuelta al mundo.

En general la película tiene una muy buena base documental, que, aún así, trata de conjugar con las necesidades y expectativas de un público infantil.

Así, por ejemplo, a pesar de ciertos guiños casticistas -andaluces hablando con su deje particular, gitanas leyendo la buenaventura…- la película se esfuerza por dar grandes planos de naos de la época navegando, completando sus maniobras y, también, describirlas con cuidado. Caso del timón de la época, que nada tenía que ver con el de rueda que han hecho famoso las películas “de piratas” y que en 1519 no existía y tardaría bastante tiempo en llegar (al menos hasta bien avanzado el siglo XVIII). Algo que, curiosamente, se le ha escapado a la industria anglosajona, como veremos después, cuando hable del siguiente artefacto cultural en el que -para el siglo XXI y su futuro- ha quedado fijada la hazaña de Magallanes y Elcano.

En esta película de dibujos animados igualmente se han reflejado con exactitud -dentro de unos límites razonables que ya he señalado- las imprescindibles armas y tácticas de combate de la época. Así lo vemos en, por ejemplo, el combate contra los indígenas de Mactán donde Magallanes perderá la vida. O bien cuando los últimos expedicionarios deben enfrentarse contra los portugueses antes del último tramo de su navegación, ascendiendo por la Costa Oeste de África.

En conjunto “Elcano y Magallanes” es una película para un público infantil que sabe transmitir la magia de ese vertiginoso asunto histórico, sin demasiadas gazmoñerías, sin la ranciedumbre resentida de hace unas décadas que tuvo que soportar otra Infancia que hoy es septuagenaria, octogenaria y casi, incluso, la que es ya sexagenaria.

Pero esa película, todo hay que decirlo hablando como historiador (que es de lo que aquí siempre se trata), no va a gustar, a futuro, a todos. Seguro. De hecho desde su estreno no gustó a todos. Comprendo perfectamente que a los portugueses no les haga ninguna gracia el modo en el que su embajador ante Carlos I es retratado. Es un villano de manual (con traidor servil infiltrado en la expedición y todo), tanto que se hace casi entrañable más que odioso. Y lo mismo ocurre con el gobernador de Cabo Verde que, junto con su guarnición, es ridiculizado en un grado bastante alto.

Tampoco parece haber gustado “Elcano y Magallanes” a ciertos nacionalismos periféricos. Caso del catalán. Basta con leer el artículo que “El Nacional.cat” dedicaba a la película en 2019, viendo en ella un canto imperialista que edulcoraba el relato, ocultando la rapacidad de españoles en particular -y europeos en general- que el redactor de ese periódico independentista veía en esta película. Pero quizás, en esto, los redactores de “El Nacional.cat” han querido mirar la botella del asunto llena sólo hasta donde les ha interesado. Si en “Elcano y Magallanes” se suaviza la relación de los europeos con los “indígenas” -como ocurre con el sirviente de Magallanes o con la inventada novia moluqueña de Juan Sebastián Elcano- no es menos cierto que en la Historia real los musulmanes encontrados en el camino de la expedición (en contra de lo que escamotea “El Nacional.cat”), nada tenían de “indígenas” y actuaban con la misma ferocidad que los cristianos para preservar su área de negocio. A menos que colaborasen con los europeos desde reinos esplendorosos como el de Tidore. Donde la expedición, tanto en la Historia real como en la de la película, comercian, establecen tratados y cargan sus naos. Algo que “El Nacional.cat” tampoco decía en su artículo.

Un detalle olvidado en ese escrito que tampoco debe extrañar mucho pues, aunque “El Nacional.cat” ha criticado los excesos de ciertos delirios historiográficos independentistas, como vemos en este caso se esfuerza mucho -quizás demasiado- por equiparar todo lo que se diga sobre la Historia española con las chifladuras sonrojantes del Institut Nova Història de Cataluña. Lo cual, lo siento, creo es, como poco, una exageración inexacta y yo diría que de sesgo político y bastante interesada.

¿Más allá de los dibujos animados queda algo más para el recuerdo futuro de la Historia de la primera circunnavegación? Hablemos de otra película que ha contado con artistas de Hollywood de primera línea (como Mark Wahlberg, Tom Holland y Antonio Banderas). Se titula “Uncharted” y supe de ella gracias a un extemporáneo periodista del área de Cultura de “El País” que consideraba en redes sociales que esa película se burlaba de la expedición culminada por Elcano y que eso era lo que merecía un país de patanes como España. En sus propias palabras…

La verdad es que vista con atención “Uncharted” está bastante lejos de ser eso. Es más bien una película del género que llaman “de aventuras” al estilo de “La Búsqueda” protagonizada por Nicolas Cage y Diane Kruger. Es decir: una especie de búsqueda del tesoro en este caso por medio mundo. De Nueva York a Barcelona (pasando antes por San Sebastián) y de ahí a Filipinas donde, sí, es cierto, se exageran muchas cuestiones y se sacan de contexto o directamente se dan patadas a los libros de Historia. Así tenemos barcos de 1522 con timón de rueda (nada raro porque la réplica del barco de Drake en Londres lo lleva, para solaz de un Turismo que no se pregunta muchas cosas al respecto), un tesoro en piezas de oro que jamás existió y no diré nada de las piruetas inverosímiles con las que se adorna el asunto, porque la película se basó en un videojuego y se ve obligada a mantener ese nivel. Pero, por lo demás, en su misma exageración (metiendo tópicos oscurantistas como la Inquisición y Franco en un mismo saco) “Uncharted” es, como “Elcano y Magallanes”, un producto que tiene una gran virtud para estos asuntos de mantener vivo el recuerdo de un hecho histórico: despierta la curiosidad, las ganas de saber más en las generaciones más jóvenes a las que se dirige. Y eso, desde el punto de vista del historiador, no puede estar mal.

¿Conseguirán ambas películas atraer, como parece ser su propósito, esa atención, estimular las ganas de muchos niños y chavales de leer libros de Historia, de saber más sobre lo que realmente ocurrió en esa expedición? De ello dependerá, al final, que este quinto centenario de la primera vuelta al mundo no haya pasado en vano. Esperemos que cierta intelectualidad a la violeta y ciertos periodistas algo miopes, despistados -o directamente pagados para hacer cierto trabajo político sucio- no lo estropeen… Sería una pena que fuera así. No para la España imperial y rancia que algunos aún ven, o imaginan que ven, en el horizonte, sino para la Historia universal, la de todos nosotros.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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