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Carlos Rilova

El correo de la historia

El misterio del capitán Echalar. Una historia navarra de 1826

Por Carlos Rilova Jericó

El correo de la Historia de este lunes no se alejará demasiado de esos comienzos -abruptos- del siglo XIX de los que hablaba la semana pasada. Se quedará así en 1826, año de contrarrevolución, de restauración del Absolutismo en casi toda Europa, empezando por la España de Fernando VII.

Comienza ahí una curiosa historia. Es la de un capitán de fragata navarro, Ramón de Echalar, y la de la creación de los modernos cuerpos de Policía en esa Europa que se debate entre la vuelta de ese Absolutismo y la revolución liberal

La historia del capitán Ramón de Echalar tiene que ver, de lleno, con ese momento histórico en el que los monarcas absolutos restaurados tras 1815 (o tras 1823), no pueden resistirse a adoptar algunos cambios propios del período de la Ilustración del que todos ellos provienen (Fernando VII también) y de la revolución subsiguiente y, sobre todo, su reajuste -autoritario, dictatorial- durante el imperio napoleónico.

Ese es el caso de la institución conocida hoy como “Policía”. Fue fruto de la mente de un revolucionario jacobino luego ministro de Napoleón y de Luis XVIII. Ese Fouché al que Stefan Zweig llamó, con razón, “genio tenebroso”. Pese a esos orígenes, a Fernando VII, le pareció una creación estupenda para mantener su, a veces, tambaleante trono. Mucho mejor que la ya obsoleta Inquisición que en tantos reinos católicos (como el de España) había mantenido la unanimidad religiosa (y política) desde la Edad Media. Ahí es donde empieza la curiosa, incluso misteriosa, historia del capitán Echalar.

El hilo desde el cual se desenreda la madeja de esa biografía, parte del archivo municipal de una ciudad navarra fundada hace ya 900 años como “Sangüesa” y hoy conocida también por su patronímico euskérico: Zangoza.

Mientras finalizaba un estudio histórico sobre esta casi milenaria ciudad, encontré, en el período de 1823 a 1833, numerosos expedientes de la muy bien organizada Policía de Fernando VII que ya conocía yo, aparte de por lo poco que aún se ha escrito sobre ella, por otras investigaciones en el Archivo Provincial de Cantabria sobre Andrés María del Río. Un oficial del Séptimo Ejército español al que, tras el fin de las guerras napoleónicas y, sobre todo, tras la segunda restauración fernandina, le cayó encima un expediente de esa flamante Policía por sospecharse de él simpatías liberales. Similares a las que se descubrieron en mandos de ese ejército como Díaz Porlier o Gabriel de Mendizabal…

El centro de esa nueva Policía estaba en Madrid y de ahí emanaban múltiples subdelegaciones que tenían su sede local en la principal ciudad de cada provincia o circunscripción. En Navarra, por lo tanto, Pamplona regía las demás subdelegaciones del reino. Como por ejemplo la zangozarra que, como cabeza de merindad, controlaba una gran porción de territorio navarro fronterizo con Aragón. En ese punto entra en la Historia, de nuevo, el capitán de fragata Ramón de Echalar. Y lo hace en calidad de jefe de Policía en ese distrito sangüesino.

En principio eso no tendría nada de extraordinario. Salvo por el hecho de que un oficial naval fuera destinado a ejercer como policía y en un destino tan lejos del mar. Algo que puede parecer simplemente anecdótico, pero no lo es si tenemos en cuenta la biografía de ese comandante naval reconvertido en policía absolutista en 1826 y que, en ese año, exhortaba a los zangozarras -con bastante paciencia- a cumplir con el trámite de registrarse para obtener el antepasado del actual DNI. Sistema de control por supuesto muy del gusto de regímenes como el de Fernando VII.

El caso es que el capitán Echalar, años atrás, cuando era oficial naval, había protagonizado (muy a su pesar) hechos dignos de figurar en esas novelas marítimas de las que en más de una ocasión se ha hablado en otros correos de la Historia. Como las de Dudley Pope, que, de hecho, reconvirtió los curiosos avatares reales del capitán Echalar en el eje de uno de los episodios de la serie de Nicholas Ramage titulado “El motín de Ramage”.

El motín real en el que se inspira esa novela es el que llevó a manos españolas la fragata conocida como Hermione (paradójicamente como la que transportó al marqués de La Fayette a Norteamérica a luchar por la independencia de Estados Unidos). Ocurrió esto en diciembre de 1797 y fue todo un golpe a la moral británica, tan inflada tras la relativa victoria que se habían sumado en el Cabo de San Vicente en febrero de ese mismo año. Hecho que, por supuesto, dará lugar a otra novela de esa misma serie.

La Hermione británica había caído en manos españolas porque su capitán Hugh Pigott tiranizaba a sus marineros de un modo brutal. Tanto que su propia tripulación, tras varios incidentes con víctimas mortales (producto de la amenaza de Pigott de azotar a los lentos en el servicio) lo masacró junto con la oficialidad de esa otra fragata llamada Hermione.

Así fue como el capitán Echalar, al que en 1826 encontramos como jefe de Policía zangozarra, recibió su mando. Todo un regalo envenenado según cuentan páginas dedicadas a la Historia de la Marina española como todoavante.es. Los británicos tardarán dos años en purgar ese horrible suceso que ensombrecía su victoria del año 1797. Pero se sabía que no cejarían. El problema es que para cuando el capitán Echalar recibió el mando -en agosto de 1798- de la Hermione rebautizada como Santa Cecilia, ésta no estaba dotada con una tripulación de calidad (como bien lo notó Echalar, veterano, entre otras batallas, de la exitosa toma de Mahón en 1781) que pudiera defenderla de una acción de represalia británica.

Ésta tuvo lugar a finales de octubre de 1799. Una fragata británica de nombre hoy tan famoso como el de Surprise, la rodeó la noche del 24 al 25 con varias lanchas cargadas de marinos que tenían como misión devolver a Gran Bretaña aquel símbolo de oprobio. Pese a la resistencia feroz de los españoles a bordo (carne de leva y de presidio la mayoría de ellos y, por tanto, muy mal entrenados) la fragata Hermione tuvo que ser rendida y fue recuperada por los británicos.

Y aquí viene lo más interesante de la historia que nos cuenta ese documento del archivo municipal zangozarra. Para la Historia con “H” mayúscula quedó que el capitán Echalar no se había esmerado mucho en evitar la recaída en manos británicas de la simbólica Hermione. Se habló de traición… De hecho Echalar sufrió un consejo de guerra y fue expulsado de la Armada. Si seguimos el relato que recopilan páginas como todoavante.es sólo conseguiría su readmisión tras el triunfo del pronunciamiento liberal de Riego en 1820. Y eso porque al capitán Echalar se le suponían simpatías liberales que, posteriormente (siempre según el relato de los hechos admitido hasta hoy), le costarían una nueva expulsión de la Armada en 1823, al regresar el Absolutismo.

Y he ahí el misterio de la vida del capitán Echalar y de todo el asunto relacionado con el mucho más famoso motín de la Hermione. Si Ramón de Echalar estaba alineado con liberales y revolucionarios y ya desde 1799 se le consideraba, por esa razón, capaz de traicionar a su rey, ¿qué hacía en 1826 tierra adentro, al sur de Navarra, convertido en jefe local de la Policía fernandina, esa máquina científica, minuciosa, calcada del modelo de Fouché, cuyo principal objetivo era reprimir la revolución y el Liberalismo?

Sin duda un curioso giro de los acontecimientos gracias, una vez más, a un documento de archivo, que, al parecer, nos abre puertas insospechadas a una Historia con “H” mayúscula que parecía definitivamente escrita. Y hasta novelada por Dudley Pope o Patrick O´Brian…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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