Por Carlos Rilova Jericó
Pese a la masiva propaganda que ha habido en torno a la, de momento, última película de Christopher Nolan, “Oppenheimer”, no pensaba ir a verla. Al final hubo dos opiniones que acabaron por llevarme a una de las salas en las que se seguía proyectando aún a principios de septiembre. Una fue la de uno de los columnistas de este periódico, Juan Aguirre Sorondo, que nos la recomendó a la Junta de la Asociación de Amigos del Museo San Telmo después de que nos impartiera una magnífica conferencia sobre la ya casi centenaria dictadura de Primo de Rivera. La otra opinión que cambió mi opinión vino de una generación más joven -la de mi sobrina que aún no ha cumplido los 30- y ésta fue aún más determinante para que, al final, fuera a ver esa película.
Mi sobrina que, como se suele decir, “tiene estudios” en estas cuestiones de Cine, Imagen, Comunicación… me preguntaba si, como historiador, yo creía que esa película, “Oppenheimer”, había blanqueado al personaje… Lo del “blanqueo”, eslogan muy de moda en ese veneno intelectual que se va filtrando en nuestras modernas y avanzadas sociedades, hizo que se me dispararán todas las alarmas.
Así es como vencí mi prevención a gastar dinero y tiempo en ir a ver una película que, dado el personaje sobre el que hablaba, Oppenheimer, intuía, desde lejos, que podría ser totalmente plúmbea. Justo todo lo contrario a otras películas de Nolan como “Dunkerque” (de la que también hablé en otro correo de la Historia).
Me arriesgué pues a ver “Oppenheimer” con ese aliciente de saber a quién aquel aburridísimo físico nuclear había ofendido en la extensa comunidad de almas puras, y políticamente correctas, que, para abreviar, se describen hoy como “woke”. (O “virus woke”, según el megamillonario Elon Musk).
Siento decepcionar -una vez más- a esos Savonarolas y Robespierres actuales tan bien caricaturizados en otras películas de menos fuste como “El dictador” de Sacha Baron Cohen, pero lo que se hace con la figura, histórica, de Oppenheimer en la película del mismo nombre, tiene poco de blanqueamiento, de tratar de hacer de él un héroe. La impresión que saqué es que Nolan había hecho un retrato bastante ajustado de Oppenheimer y de lo más bien poco que pudo decidir al respecto dadas las circunstancias históricas en las que se movió. Así Nolan más que blanquear su figura, ha mostrado una gran verdad histórica con respecto al llamado “Proyecto Manhattan”. Es decir: que todos los que participaron en él fueron más bien zarandeados por los cargos políticos y mandos militares que realmente dirigieron el proyecto. Lo muestra muy bien la escena en la que el veterano Gary Oldman llena la pantalla interpretando a Harry S. Truman abroncando a Oppenheimer y calificándolo de “llorón” por lamentar el uso de las “bombas A” contra los japoneses, cuando el único responsable de su uso ha sido él, el presidente de los Estados Unidos.
Si algún error histórico ha podido cometer Nolan con “Oppenheimer” es la falta de contraste de fuentes. Su película se ha basado en una biografía de ese físico que se menciona brevemente en los títulos de crédito. Pero ese libro, por supuesto, no es el único que puede leerse sobre el asunto. De hecho hay otros que ya han adquirido, entre su fecha de publicación -1979- y hoy, carácter de documento histórico sobre el tema.
Es el caso de “De la fisión del átomo a la bomba de hidrogeno” de Otto R. Frisch, otro de los físicos participantes en el Proyecto Manhattan. Fue originalmente publicado por la Cambridge University Press y en español por Alianza Editorial en 1982. Frisch hombre de humor ácido (mezcla de su origen en la burguesía culta judía de la Viena de la “Belle Époque” y su formación británica) hace ahí una irreverente descripción (con caricaturas de su propia mano incluidas) de mucho de lo que vemos en la película de Nolan. Frisch, aunque algo más joven que “Oppie”, se mueve en las mismas coordenadas de tiempo y de investigación: Centroeuropa, universidades británicas, contacto con Niels Bohr … Huirá, también como Oppenheimer, de la “Gran Alemania” por su condición de judío y se refugiará en países anglosajones. Primero en Inglaterra. Luego en Estados Unidos, al ser reclutado para el Proyecto Manhattan.
Su descripción de los hechos es más densa que la que vemos en la película de Nolan (como era de esperar), aunque coincida con la película en muchos detalles. Por ejemplo así se ve en la anécdota de la huida de Europa de Niels Bohr que él mismo cuenta cuando, al fin, lo llevan a Los Álamos. Bohr (según Frisch) efectivamente se desmayó en el avión británico que lo lleva a Inglaterra porque el piloto olvida conectar el oxígeno. Pero su huida no fue directa desde la Dinamarca ocupada, sino desde la Suecia neutral, su primera parada, y donde se entrevistó con el rey de esa nación para pedir que se protegiera a los judíos escandinavos en peligro por la ocupación nazi.
En otras ocasiones el libro-documento de Frisch sí da una descripción exacta de lo que vemos en la película. Por ejemplo sobre el modo en el que se ensaya por primera vez la bomba en Los Álamos y cómo asisten a ella muchos físicos (él entre ellos).
Sin embargo en muchos otros aspectos Frisch desmiente a “Oppenheimer”, con su descripción de testigo presencial y protagonista de los hechos (como se ve en otras películas sobre el tema como “Creadores de sombras”). Así Frisch apenas da importancia a Oppenheimer. Para él es el jefe del proyecto y poco más. No parece considerarlo más fundamental que el resto del equipo. O que cargos militares como el general Leslie Groves, que para Frisch tiene una voz mucho más cantante en el asunto que Oppenheimer y que la película de Nolan sólo refleja a medias si lo comparamos con lo que vieron allí testigos de los hechos como Frisch.
Otra nota discordante en el documento que nos dejó Frisch es el retrato que hace del gran villano en la película de Nolan: Edward Teller, el padre de la “bomba H”. El contacto que Frisch tiene con él le deja la impresión de una persona afable y con una capacidad mental asombrosa, como la de la mayoría de físicos húngaros, sobre los que los otros físicos bromean diciendo que su inteligencia destacada, y su espantoso acento en todos los idiomas, les llevaba a pensar que, en realidad, eran extraterrestres camuflados bajo esa identidad de húngaros. Nación bien conocida por no poder hablar sin fuerte acento ningún otro idioma que no sea el magiar. Así pues parece que no le constaba a Frisch, cosa curiosa, que hubiera un gran encono entre Teller y Oppenheimer.
Donde si vuelve a coincidir Frisch con la película de Nolan es que físicos como él, o como Oppenheimer, poco podían hacer salvo evitar que el desarrollo de la bomba atómica se realizase primero por los nazis. Enemigos declarados de un alto porcentaje de la Humanidad a la que deseaban exterminar y, pese a eso, el horror que causa a algunos de los implicados la creación del artefacto y su posterior uso. Como es el caso de Frisch, que indica el espanto que le produce que otros colegas suyos sí celebrasen bebiendo que la bomba hubiese matado a 100.000 personas de golpe.
Evidentemente, si cotejamos, como acabamos de hacer, la película de Nolan con testimonios de testigos presenciales de los hechos, vemos que la creación, y uso, de la “bomba A” fue un proceso histórico complejo, lleno de luces y de muchas sombras, de elegir (como ocurre tan a menudo en la Historia) el mal menor, la zona gris entre el blanco y el negro. El libro de Frisch -entre caricatura y caricatura de los físicos de la época y broma y broma- lo deja muy seriamente documentado. Otra cosa es que Nolan lo haya conseguido también con su película.
Al parecer no ha sido así pues ha abierto resquicios por los que se ha colado la (para el historiador) un tanto asombrosa acusación contra él de querer “blanquear” a Oppenheimer. Afirmación que, por otra parte, en este 2023, ese mismo historiador no sabe quién podría tener interés en hacer.
¿Acaso nostálgicos del Tercer Reich disfrazados de “progresistas”, de wokes, para volver a las andadas que finalmente llevaron a la creación de la “bomba A” como mal menor ante la posibilidad de victoria de aquel régimen antihumano?