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Carlos Rilova

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Algo de la Historia de la Piratería en viñetas: “La República de la Calavera”

Por Carlos Rilova Jericó

Como saben quienes siguen habitualmente el correo de la Historia, uno de sus temas recurrentes es el cómic histórico. Otro que también ha abundado en estas páginas es el de la Historia de la Piratería. En el de esta semana se unen ambos asuntos, pues hablaremos de un reciente cómic que trata de ese tema. El título de la obra es “La República de la Calavera”, con guion de Vincent Brugeas y dibujo de Ronan Toulhoat. ¿Han afinado mucho ambos autores con la cuestión?

Respecto a esa pregunta hay que decir que es pertinente pues, algo más que habitualmente, puede resultar un verdadero pozo de decepciones el cómic que llamamos “histórico”. Como las novelas o las películas con el mismo adjetivo (y ahí está lo ocasionado recientemente por el maestro Ridley Scott con su “Napoleón”).

Ciertamente el enfático discurso preliminar de “La República de la Calavera” podría hacer albergar los peores temores. Iniciado con una esmerada distinción entre bucaneros, filibusteros y piratas genuinos, después se abisma en considerar a estos últimos -los que habrían actuado fundamentalmente entre fines del siglo XVII y principios del XVIII- como una especie de héroes abanderados, por adelantado, de ideas democráticas, libertarias y hasta anarquistas…

El desarrollo del cómic, sin embargo, es más complejo. Tanto como obra literaria como histórica.

Así en “La República de la Calavera” no todos los embarcados en los navíos piratas tienen nobles motivaciones. Entre ellos hay luchas de poder, egos que chocan contra otros egos, supersticiones abyectas como la del gafe o Jonás que los autores toman -parece que evidentemente- de relatos cinematográficos como la película “Master and commander” y, de hecho, navegan por ahí incluso quienes tras capturar un barco negrero a la deriva -en el que los futuros esclavos se han rebelado- votan por vender la carga en el puerto más próximo si es posible. Algo que no se hará tras elevadas discusiones pero que tienen en el horizonte, sobre todo, la imposibilidad física de volver a reducir a los africanos capturados, guiados por una inquietante reina (también tomada como presa en África) a la que parecen obedecer ciega y fanáticamente.

De todas esas premisas surge en “La República de la Calavera”, sin duda, una bella historia que nos lleva hasta la Historia de esos años entre 1690 y 1730 en los que los piratas surcan las aguas del Caribe y dan materia para escribir la “Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas”, generalmente atribuida a Daniel Defoe y a la que tanto parecen deber los autores de ese cómic.

A bordo de los distintos navíos que tripulan los protagonistas, vamos desde el Caribe de vuelta a las costas de África, donde llegan a bordo de una fragata británica capturada y a la que se rebautiza, precisamente, como La República de la Calavera, con el deseo de que ese nombre les devuelva la isla tomada por los mismos británicos para desalojar de allí a la verdadera república de piratas que en ella habían medrado, obligando así a los protagonistas del cómic a buscar refugio en esas costas africanas.

En ellas tratarán de revivir esos días de la Tortuga y otras bases similares en las que estos aventureros huidos del yugo de la civilización, tratan de enfrentarse a ella y sobrevivir.

Los protagonistas de “La República de la Calavera” no lo conseguirán… por una serie de complejas circunstancias que provienen no sólo de los “malos” de esta historia -es decir: la sociedad civilizada representada por los británicos o los españoles- sino desde dentro de ese mundo marginal y rebelde.

Ahí “La República de la Calavera” eleva mucho su tono, tanto literario como histórico, al mostrar a uno de los más famosos capitanes piratas -Bartholomew Roberts- actuando de modo no muy diferente al que se actuaba en Marinas estatales como la francesa, la británica, la española… Es decir: aplicando una disciplina inevitable para que los barcos fueran eficaces. Algo que, en el caso de Roberts, está menos justificado, pues tiene como objeto principal no la táctica sino hacer de él un poder omnímodo y tiránico en su barco sin contrapartida alguna.

¿Dónde flaquea sin paliativos “La República de la Calavera” como obra ilustrativa de esa parte de la Historia?

Curiosamente no lo hace, o apenas lo hace, al considerar la presencia española en todo ese asunto. Los autores, con buen acierto, han sabido reconstruir con bastante exactitud lo que es la revitalizada Marina española de la época. Casi con la misma certeza con la que lo han hecho con la Marina británica, que tiene un mayor papel en este cómic.

Donde sí hace aguas -nunca mejor dicho- “La República de la Calavera” es a la hora de considerar que el mundo de los marinos opuesto al de los piratas era una versión naval del Agujero negro de Calcuta.

Más allá de las levas forzosas tan bien descritas por los británicos que, como siempre, hablan de estos rincones oscuros de su Historia sin complejos -y antes de que se lo echen en cara otros- lo cierto es que marinos de guerra y mercantes obedientes a ese orden de cosas tan alejado de la Tortuga y los Hermanos de la Costa, también se beneficiaban de empresas coloniales y mercantiles sin hacerse piratas.

Bien fuera por medio del reparto de presas, bien fuera con otras participaciones en el negocio de grandes compañías como la VOC, la británica de las Indias Orientales o las españolas de Caracas o de Filipinas.

Sin alejarme mucho de la Costa Vasca cerca de la cual escribo, no se tarda mucho en dar con ejemplos reales de esto. Así, a mediados del siglo XVIII, encontramos en los archivos simples marinos enrolados en la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas que recibían, además de sus salarios -a veces bastante generosos- participación en ese comercio en forma de zurrones cargados de cacao que, vendidos en tierra por ellos o sus familias, les añadían un notable peculio.

Respecto a la disciplina draconiana, los castigos en compañías como la de Filipinas parecían ser raros. Los vastos diarios de un viejo conocido de estas páginas, el getariarra Manuel de Agote, hablan muy pocas veces de “dar un cañón” a algún marinero a bordo de los navíos que él frecuentará desde 1779 en adelante.

Por otra parte repasando viejos trabajos dedicados al tema, como el que publiqué en 2002 en la revista “Bidebarrieta”, reencuentro allí a piratas nada idealistas ni nada valerosos, atacando -con una cobardía más propia de chorizos y macarras- a barcos mercantes en inferioridad numérica. Y la tripulación de estos solía salir del encuentro mucho más maltratada por esos piratas que por sus propios oficiales a diferencia de lo que sostiene el guion (algo ingenuo) de “La República de la Calavera”. Fue el caso, por ejemplo, de los tripulantes del Mercader de Madrid. Tras su salida de Bilbao en 1648, será asaltado por corsarios irlandeses rebeldes al Protectorado de Oliver Cromwell que, bordeando la Piratería, les robarán todo lo que llevan encima…

Por suerte “La República de la Calavera” cuenta con un extenso artículo escrito al final del cómic, donde el historiador Fadi El Hage hace una serie de interesantes reflexiones sobre el mito y la realidad de unos piratas muchas veces menos románticos y heroicos de lo que se ha querido hacer ver. Esa, quizás, es la parte más interesante de este cómic que, sin embargo, es una lectura recomendable y casi obligada para quien quiera adentrarse en esas siempre sugestivas aguas históricas.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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