Por Carlos Rilova Jericó
Hace justo una semana nos dejaba el autor “bestseller” Frederick Forsyth. Nacido en Kent -ese condado que algunos llaman el jardín de Inglaterra- un 25 de agosto de 1938, apenas pues un año antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial cuyas consecuencias iban a pasearse por la que iba a ser su larga, y afortunada, carrera literaria. Por otra parte para los aficionados al Esoterismo y/o la Numerología, Forsyth ha dejado este mundo un 9 de junio. Es decir: justo tres días después de que se cumpliese el 80 aniversario del Desembarco de Normandía que iba a zanjar esa misma Segunda Guerra Mundial.
Dejando coincidencias así aparte, Frederick Forsyth resulta ser un autor interesante para los historiadores. Sobre todo para los contemporaneístas, porque la Europa y el Mundo del siglo XX fue el principal campo de acción de Forsyth. Sus conflictos armados, sus consecuencias… De ellos fue testigo y los convirtió tanto en noticias de Prensa como en novelas de éxito.
Todo ello lo conocía de primera mano, porque Forsyth fue eso que Pío Baroja llamaba un hombre de acción. Sus biografías más escuetas lo mencionan sólo en parte. Como ocurre con la que le dedicó el Diccionario de Biografías Riverside, que señala que Frederick Forsyth fue piloto de la RAF en los años 50 y posteriormente periodista en zonas de conflicto en África, pero no indica que los rumores de que también había sido agente del MI6 británico -un simple espía para los peor pensados- se confirmaron, por él mismo, en el año 2015. Poco antes de que se publicase su autobiografía titulada “The Outsider. My Life in Intrigue”. Como bien lo señala la prestigiosa Enciclopedia Británica.
De tan vasta experiencia en el filo de los hechos saldrán, pues, muchas novelas bestseller firmadas por Frederick Forsyth. Hay quien dice que las mejores fueron las escritas en los años 70 del pasado siglo. Por sus respectivos nombres “Chacal”, publicada en 1971, “Odessa”, del año 1972 y “Los perros de la Guerra” que salió a la venta en el año 1974.
De esas tres las que más me han interesado hasta hoy han sido “Chacal” y “Odessa”. Las dos, como muchas otras novelas de Forsyth, fueron además llevadas al Cine. Con bastante maestría, visible sobre todo en el caso de la adaptación de “Chacal”.
Hay quien dirá que lo único que pretendía Forsyth con ellas era entretener y ganar jugosas cantidades de dinero vendiendo ese entretenimiento del que el que estas líneas escribe tiene la suerte de disponer -por herencia- de una primera edición en español, precisamente, de “Chacal”.
Es cierto que no puede negarse que “Chacal”, “Odessa”… sean simple entretenimiento, pero teniendo en cuenta la trayectoria vital y profesional de Forsyth sería, tal vez, ingenuo suponer que en esas páginas sólo había “thriller” político (aunque lo había, y en abundancia) y nada más.
Y es que las tramas de esas dos novelas invitan a reflexionar sobre hechos históricos que realmente ocurrieron. Así por ejemplo “Chacal” habla, a posteriori, de la Francia que ha dejado atrás al “hombre del destino” que fue el general Charles de Gaulle, barrido en las urnas en 1970.
En base a eso Forsyth monta en “Chacal” toda una intriga sobre la que despliega la vida de ese general vencedor de la Segunda Guerra Mundial y que, como dicen algunas chistes malévolos, como los publicados en el hilarante cómic “De Gaulle à la plage”, salva a Francia no una sino dos veces.
La primera sería en 1940, tras la derrota ante los nazis. La segunda (que es el eje de la trama de “Chacal”) en 1958, cuando participa en la creación de la V República francesa para evitar una guerra civil en Francia por la cuestión de la descolonización de Argelia.
Hecho histórico perfectamente constatado, pues los propios historiadores franceses, de primera línea, como Marc Ferro, han contado con todo detalle en obras maestras como “El libro negro del colonialismo” hasta qué punto estaban dispuestos a llegar algunos franceses en 1958 y hasta qué punto llegaron sus Fuerzas Armadas en otra de esas crueles guerras coloniales. Esta vez desarrollada mientras en Europa la juventud de posguerra se desenfrenaba oyendo en los guateques a los Beatles.
Así los paracaidistas franceses, según se dice, amontonaban los cadáveres de los fellaghas argelinos muertos cantando, tranquilamente, el “Non, je ne regrette rien” (“No me arrepiento de nada”). Una de las canciones más populares de la por demás popular Edith Piaff. Eso por no entrar en detalles, como los que relata el profesor Ferro en su libro, sobre torturas a los prisioneros, asesinatos a sangre fría y otras manchas oscuras que estaban corroyendo a esa Francia donde habitaban muchos que estaban dispuestos a llevar esa barbarie al continente europeo si las demandas de los partidarios de continuar con la colonización en Argelia no se veían satisfechas.
A tal fin De Gaulle se alzó de entre las sombras del ostracismo político, para desactivar ese golpe y, con su bien adquirido prestigio de 1940 a 1944, tratar de reconducir la situación. Sin duda lo consiguió, pero no pudo evitar que surgiera un movimiento terrorista como la OAS (por sus siglas traducidas del francés, Organización del Ejercito Secreto) que trató de frenar la descolonización por la vía de las armas y el Terror .
En torno a esos hechos giraba “Chacal”, deslizándose sobre un nuevo hipotético atentado organizado por la OAS para vengarse del entreguismo y abandonismo de De Gaulle y, a ser posible, reconducir a Francia a una Sexta República que no liberase las colonias africanas y continuase, en pleno siglo XX, con ese dominio. Así por medio de una realidad histórica hecha ficción, Forsyth nos relató lo que estuvo en juego en Francia, en Europa, en esa década prodigiosa de 1959 a 1969. Brillante en apariencia pero con claroscuros como los de la guerra colonial en Argelia, la OAS, el intento de golpe de estado en Francia… que nada tenían de ficticios.
Lo mismo puede decirse de “Odessa”. Aquí Forsyth dejaba vagar su pluma por otro de los pilares de la (re)construcción europea tras la Segunda Guerra Mundial. En este caso la Alemania Occidental donde un infatigable periodista freelance descubría, a través de las memorias de un ex-prisionero de los campos de exterminio nazis, la existencia de una red llamada “Odessa”, dedicada a proteger, ocultar, evacuar… antiguos miembros del Nazismo más encanallado en un país que supuestamente había superado ya aquellos horrores. Lo que dejaba así al descubierto la novela “Odessa” era, sencillamente, una Alemania en pleno milagro económico que deseaba olvidar todo aquello.
Algo difícil, como desgranaba Forsyth en su ficción, teniendo en cuenta que no eran pocos los que, como en la Francia de De Gaulle, estaban dispuestos a cualquier cosa por sostener -y no enmendar- nada de lo que hubiera hecho un régimen cruel, autoritario, sanguinario… Uno, por ejemplo, como el III Reich.
¿Ficción o Historia? Lo cierto es que investigaciones posteriores al libro de Forsyth han revelado lo que tenía muy poco misterio: que la desnazificación fue muy parcial, que ni siquiera las fuerzas aliadas podían prescindir de tantos alemanes que, hasta 1944, por lo menos, habían sido nazis de lo más convencido. Pues, de otro modo, la Alemania liberada habría sido un caos, carente de ingenieros, administradores, policías… Algo que Billy Wilder supo retratar -en este caso desde el humor- en su comedia “Uno, dos, tres”. Donde los taconazos prusianos y el tic de levantar el brazo en el “saludo alemán” acechaban con resurgir a cada momento en aquella Alemania próspera y selectivamente olvidadiza que incluso bebía Coca-Cola…
Así Forsyth y su novela “Odessa” tan sólo se limitaron a señalar -una vez más- que esa situación, real, histórica ya, era algo menos que cómica y que había derivado, para la fecha en la que él escribía, en antiguos nazis cada vez más confiados en los puestos en los que se les había confirmado tras una leve desnazificación. Unos personajes deseosos de, como mínimo, enterrar todos los crímenes con los que habían colaborado y como máximo quitar de en medio, de un modo u otro, a quienes (como el protagonista de “Odessa”) querían ahondar en esa cuestión y exigir rendición de cuentas.
Como dijo Calderón de la Barca, los sueños (literarios en este caso), sueños son. Pero, como bien sabemos, los sueños (o las ficciones literarias, aunque sea para escribir bestsellers) parten de una realidad absolutamente real, tangible, que bien merece la pena recordar, fijar en la Historia.
Si no otro, ese fue el gran talento de Mister Forsyth, que, por cierto, estudió en la Universidad de Granada.
Curiosa circunstancia en alguien que acabó siendo espía del MI6 y que, como el resto de su vida, bien podría dar materia para una novela muy parecida a esas que le ganaron justa fama antes de que nos dejará hace una semana.