>

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

La Batalla de Little Bighorn. La Historia, el Cine y el Cómic

Por Carlos Rilova Jericó

El jueves de esta semana pasada, el 26 de junio, fue un nuevo aniversario de la Batalla de Little Bighorn que tuvo lugar ese día del año 1876.

Con el talento habitual en el mundo anglosajón para sacar partido hasta de las derrotas más estrepitosas, Hollywood, la gran fábrica de sueños -y de mentiras, y de medias verdades…- se hizo cargo del asunto ya hace casi un siglo y puso el asunto en manos de un verdadero experto, un genio de hecho, como Raoul Walsh.

Fue en el año 1941 y el título de la película se acabó convirtiendo en una frase proverbial: “Murieron con las botas puestas”.

Al parecer esa fue la primera película sobre el tema de esta Batalla de Little Bighorn, aunque ciertamente la hoy tan alabada Inteligencia Artificial -de guardia en buscadores como Google- se olvida de mencionar esa circunstancia y -como se dice coloquialmente- por lo que sea nos lleva casi directamente a “Pequeño Gran Hombre”. Película del año 1970 que la presuntamente inteligente máquina califica de “revisionista”…

Sin entrar a discernir si las herramientas ahora van a pensar por los humanos que las fabricaron o no, es cierto que “Pequeño Gran Hombre” es una película revisionista, pero eso no autoriza a la presunta Inteligencia Artificial a sesgar la información, obviando mencionar en primer lugar a “Murieron con las botas puestas”. De hecho, ya hace años, comentaba en otro correo de la Historia que algún día sería interesante comparar esas dos películas -“Murieron con las botas puestas” y “Pequeño Gran Hombre”- para apreciar el distinto modo en el que trataban ese hecho histórico que conocemos como la Batalla de Little Bighorn sin excluir -como hace la Inteligencia Artificial- a la una por la otra y viceversa.

Así que, parafraseando el famoso grito de guerra atribuido -precisamente- al jefe sioux Caballo Loco, el de “hoy es un buen día para morir”, hoy parece un buen día, al fin, para hablar de esas películas, de la Historia y de un reciente cómic sobre el asunto.

Empezando por el principio del asunto hay que decir que a “Murieron con las botas puestas” se le ha acusado de ser una película que romantizaba la figura del general Custer como principal responsable de la masacre de famoso 7º de Caballería. Desde luego en manos de un cineasta más torpe que Raoul Wash “Murieron con las botas puestas” podría haber acabado siendo un bodrio propagandístico intragable. Uno más de esos tan necesarios a unos Estados Unidos que entraban en la que llamamos “Segunda Guerra Mundial” y necesitaban heroísmo en lugar de revisionismo.

Walsh, sin embargo, supo combinar muy hábilmente todo lo que se podía decir de Custer y su historia sin incurrir demasiado en lo que en esos mismos momentos, en ese año 1941, practicaba con fruición el doctor Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del III Reich, sobre convertir la mentira en verdad.

Así Walsh cuenta en “Murieron con las botas puestas” la historia de un muchacho, George Armstrong Custer, que sueña con ser como Joaquín Murat. Es decir: un general de Caballería famoso por sus fulgurantes hazañas. Para ello acude a la prestigiosa academia militar de West Point donde pronto da muestras de un carácter muy parecido al de su admirado Murat, actuando de manera indisciplinada y turbulenta. Algo que, sin embargo, no es impedimento para que, a partir de la Guerra de Secesión, se convierta en un Murat redivivo puesto al frente de fuerzas de Caballería que ganan numerosas batallas para el bando de la Unión. Aquel al que ha permanecido leal el cadete Custer, que pronto pasa a tener rango de teniente -por las urgencias de la guerra- y desde donde -por una casualidad más o menos apócrifa- llega a convertirse en general de brigada.

Esa carrera, ya enfilada, desemboca en la segunda parte de la película de Walsh en lo que se ha llamado “Guerras Indias”. Es decir: en el conflicto entre los expansivos estados nuevamente unidos y las naciones nómadas que estorban -con su prehistórico modo de vida- el avance de telégrafos, ferrocarriles y otras formas de lo que se llama “progreso”.

Y ahí es donde aparece una curiosa discrepancia histórica entre “Murieron con las botas puestas” y “Pequeño Gran Hombre”. En la primera de esas dos películas, Walsh nos muestra a un Custer que ha “pacificado” esa última frontera de Estados Unidos, gracias a hacer del 7º de Caballería una unidad sumamente eficaz y que se basta a sí misma para inculcar a los nativos americanos la idea de los nuevos tiempos. Algo que, sin embargo, no impide a Custer tratar de negociar con los “salvajes” e incluso defender -de manera enconada- sus derechos a las tierras ancestrales de las Colinas Negras. Un área que debía ser respetada como santuario espiritual de los sioux por un tratado al que Raoul Walsh da gran visibilidad y cuyo garante es el mismo Custer, que incluso se juega su carrera en Washington por demostrar los oscuros intereses que se mueven detrás del avance de nuevos colonos americanos a ese territorio vedado. Todo ello bajo la excusa de que en ellos ha aparecido un oro que resolvería muchos problemas de la agotada Unión superviviente a la Guerra de Secesión.

En “Pequeño Gran Hombre”, del año 1970, sin embargo, todo eso -que coincide con bastante exactitud con los hechos históricos comprobados- es suprimido de un plumazo. Así la imagen que se da de Custer en esa otra película es la de un chiflado que se dedica a exterminar “indios”. Tanto si son guerreros armados con modernos Winchester como si son “squaws” y “papooses” desarmados e indefensos.

En ese aspecto no es que “Pequeño Gran Hombre” se alejase totalmente de los hechos históricos. Es cierto, por ejemplo, que Custer estaba al mando de tropas que, en 27 de noviembre de 1868, en las inmediaciones del río Washita, masacraron una aldea de sioux y arapahoes al parecer casi indefensa y en la que la mayoría de víctimas fueron ancianos, mujeres y niños desarmados. Sin embargo Arthur Penn, el director de “Pequeño Gran Hombre”, no añadía ahí matiz alguno a esa versión -todavía hoy aún discutida- de Custer convertido en una especie de asesino maníaco, sin nada más que contar a la Historia a través de la gran pantalla.

En definitiva podría decirse que tanto “Murieron con las botas puestas” como “Pequeño Gran Hombre” reflejan, cada una por su lado, aspectos totalmente históricos de lo que fue la vida del controvertido general Custer y que ambas son necesarias para tener una visión completa de un personaje tan complejo, y tan necesario, para comprender mejor lo que fue la expansión de la sociedad industrial de cuño europeo en un año curiosamente clave para ese proceso histórico como lo fue el de 1876. Ese en el que el Ejército estadounidense es masacrado por “salvajes” armados tanto con arcos y flechas como con modernos rifles Winchester y asimismo son derrotados significativamente -a ambos lados del Atlántico- movimientos reaccionarios a esos cambios por parte de población europea, blanca, que, como los “salvajes”, se niega a aceptarlos.

Ese sería el caso de los remanentes del Ejército confederado agrupados en bandas criminales como la de los James-Younger, que sucumbe en septiembre de 1876 en el famoso raid de Minnesota -también carne de celuloide hollywoodiense- y, en Europa, el del Ejército del Pretendiente carlista, que debe reconocer su derrota ante la España liberal. La de los telégrafos, los ferrocarriles (tan odiados por los James, los Younger y los carlistas) y el “progreso” de estilo anglosajón que barrerá finalmente a los “salvajes” tras la muerte de Custer y su pírrica victoria de Little Bighorn.

Así pues si alguna lección de Historia podemos extraer de películas como “Murieron con las botas puestas” y “Pequeño Gran Hombre” debería ser ésta. La de que son un muy necesario primer paseo por las complejidades -y ramificaciones- de algunos hechos históricos -como el de Little Bighorn- antes de sumergirse en otros productos de divulgación histórica como el cómic -o ensayo gráfico más bien- publicado recientemente en español por Norma Editorial y titulado “Little Big Horn”.

Un interesante trabajo, parte de una colección sobre el famoso “Far West”, en el que Farid Ameur (doctor en Historia Contemporánea por la Sorbona) analiza, en un dossier final, lo que han plasmado en las páginas anteriores en viñetas Luca Biengino, David Goy y Antoine Giner-Belmonte sobre esa significativa derrota, el 26 de junio de 1876, del “progreso” europeo frente a los “salvajes” nativos americanos. Convertida así esa derrota en un hecho histórico mucho más asequible para un público que -de eso no debería haber duda- puede contemplar a través de ese medio -el cómic- hechos históricos que, anecdóticos sólo en apariencia, han marcado el camino hacia el mundo en el que ese público vive hoy mismo. Erigido, entre otras muchas circunstancias, sobre los huesos blanqueados en la pradera de Little Bighorn…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


junio 2025
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30