Por Carlos Rilova Jericó
Como saben quienes siguen, al detalle, este correo de la Historia, no ha faltado algunas veces en su área de comentarios la aparición de la famosa (y vulgar) frase -atribuida a Winston Churchill- de que la Historia la escriben los vencedores y, por tanto, hay tantas “Historias” como historiadores y, por tanto, la Historia no es una ciencia, sino un relato subjetivo de los hechos del pasado.
Supongo que quienes sostienen esa idea errónea -y, por si no lo saben, refutada científicamente por grandes maestros de la profesión como Lucien Febvre y Marc Bloch hace ya cerca de un siglo- pensarán que, la Historia que podamos contar hoy día, variaría radicalmente caso de que viviéramos en uno de esos mundos alternativos que a la Física cuántica (y a la ciencia-ficción) le gusta imaginar. Esos en los que, por ejemplo, todo el planeta ha sucumbido a la Alemania nazi -o a la Rusia stalinista- por una serie de azares que han alterado la Historia tal y como la conocemos.
Así, yo mismo, por ejemplo, de haberse mantenido en esa realidad alternativa las circunstancias personales que hubieran facilitado mi nacimiento y mi posterior dedicación a la Historia académica, escribiría -siguiendo esa lógica- un relato muy distinto, por ejemplo, de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial a los que ya he escrito en esta página años atrás.
No sólo eso, en esa Historia alternativa, mis opiniones sobre Napoleón habrían variado, pues estaríamos en una realidad en la que se le consideraría de modo positivo, como una especie de precursor del “Führer” unificador de toda Europa bajo la égida del Reich alemán, y no se le podría describir -o sería mejor no hacerlo- como el belicoso dictador militar que el general Bonaparte en realidad fue.
Otro tanto ocurriría con todo lo que se podría decir sobre hechos como la Guerra de Secesión norteamericana, la esclavitud o el asesinato de Abraham Lincoln por ese “yo historiador alternativo” en esa realidad -también alternativa- en la que la última guerra mundial habría sido ganada por los nazis.
Hay abundantes ejemplos de esa alteración del discurso histórico en función de la realidad que rodea al hipotético historiador. La ucronía de Robert Harris “Patria” -aparte de un ejemplo de propaganda antieuropea “brexiter” encubierta- es también un ejemplo de cómo todo lo que consideramos aborrecible en nuestra realidad y, por lo tanto, es descrito en términos cuando menos severos en nuestros libros de Historia, ha pasado a ser algo positivo en esa otra realidad en la que la Europa de unos años sesenta alternativos vive plácidamente bajo la férula de un Adolf Hitler que se ha convertido en un paternal dictador. Garante de esa Europa unida, satisfecha y pacífica bajo su “Pax Germánica”. Una en la que, por supuesto, no es visto como un asesino genocida que provocó la muerte de miles de seres humanos y el exterminio de millones, sino un héroe fundador de una nueva edad de oro.
Lo mismo ocurre con el falso documental “CSA”, en el que se describe un mundo alternativo donde los sudistas ganaron la Guerra de Secesión.
El discurso histórico varía, en efecto, radicalmente en esas realidades alternativas, dando así, esos juegos de salón intelectual, la razón a quienes creen que la Historia es un relato relativo.
No lo discutiré. Evidentemente la Historia escrita en una Unión Europea nazi o en un Mundo dominado no por la democracia liberal de los USA, sino por unos triunfantes Estados Confederados de América -como el descrito en “Patria” o en “CSA”- no sería la misma que la que podemos escribir en esta realidad en la que la Democracia y la Libertad de Expresión son valores fundamentales sobre los que se organiza nuestra vida.
Sin embargo, sí introduciré un matiz en esa obcecada idea vulgar sobre los límites del discurso histórico magnificado por esa clase de especulaciones sobre un mundo con valores antagónicos a los que, al menos en teoría, disfrutamos en los países llamados “desarrollados”.
En efecto, sin negar a nadie el derecho de especular con esos modelos teóricos en un laboratorio de Física cuántica -o de eso que llaman “Ciencia noética”- o en una novela, desde el punto de vista de la Historia, como Ciencia, son casi nulas las posibilidades de que las realidades totalitarias, o incluso sólo autoritarias, lleguen a consolidarse más allá de cierto período de tiempo, que, por sólo citar dos ejemplos, podría variar desde unos cuatro años en el caso de la dictadura ultracatólica de Savonarola en la Florencia de finales del siglo XV hasta los cerca de 70 años de la soviética.
Así es, si observamos esas secuencias de hechos en el tiempo, es fácil darse cuenta de que hay algo en la conducta humana -por encima de las distintas épocas- que garantiza tanto la aparición periódica de regímenes liberticidas, totalitarios, como la confabulación de vastas fuerzas históricas para acabar con ellos.
Los ejemplos son sencillos de encontrar. El Imperio napoleónico apenas duró 10 años. El Reich de Hitler -admirador confeso de las hazañas de Napoleón- apenas algo más entre 1933 y 1945.
A lo largo de la Historia es observable, como una pauta casi matemática, que hay un momento en el que una parte clave de la masa humana que sufre esas condiciones sectarias, asfixiantes -inherentes a todo régimen contrario a la Libertad- prefiere arriesgarse a morir en combate abierto -en una revolución, en una guerra…- a seguir viviendo bajo esas condiciones.
En conclusión: es posible que, por un grandísimo azar, pudiera haber existido una sociedad dominada por los valores antiliberales de los confederados norteamericanos o de los nazis alemanes y que, así, la Historia escrita en ese mundo de pesadilla para el punto de vista político sobre el que se organiza nuestra sociedad, hubiera sido muy distinta. Pero no lo hubiera sido durante mucho tiempo.
Lo más curioso de toda esta pauta histórica es, sin embargo, su repetición casi constante a lo largo de la Historia de la Humanidad, reproduciéndose periódicamente la ecuación que acaba, indefectiblemente, en enfrentamiento abierto entre quienes consideran que la Libertad (especialmente la ajena) debe ser sometida y embridada y quienes llegan a un punto en el que no pueden soportar dichas condiciones y dan un vuelco a esa situación para recrear sociedades abiertas, no basadas en la violencia y la anulación de una parte de la sociedad por otra.
Es difícil, en efecto, no deducir de la observación de la Historia en el largo tiempo que, por encima de las distintas épocas y culturas, la Humanidad en su conjunto parece ambicionar un estado de libertad personal como el que se disfruta hoy día en las sociedades llamadas “avanzadas”, pero, aún así, no es capaz de purgar de su seno a quienes -llámense DAESH, ETA, Falange española, IRA, Khmer rojo, Partido nazi, PCUS, Girolamo Savonarola…- creen que el Mundo debe organizarse según los valores contrarios y parecen incapaces de aprender las lecciones escritas en libros de Historia que hablan sobre la caída del Imperio napoleónico o el Reich que iba a durar mil años según la propaganda nazi…
A grandes rasgos, la Historia de los humanos desde que aparecen las primeras sociedades con registros históricos y economías complejas, puede reducirse a ese largo antagonismo entre sociedades que se basan en cada vez mayores cotas de tolerancia y libertad y otras que tratan de negar, durante un período de tiempo variable, ese estado a la mayor parte de sus administrados.
Sin duda una materia interesante sobre la que reflexionar. Incluso más que ver falsos documentales como “CSA”, leer novelas como “Patria” o discutir en una sobremesa ese tópico tan gastado y pedestre de “la Historia la escriben los vencedores”, ya que los vencedores -¿durante cuánto tiempo?- jamás han escrito Historia sino panegíricos y propaganda que, eso sí, han intentado hacer pasar por Historia.
Campaña de mecenazgo
Durante varias semanas el correo de la Historia ha sido uno de los medios de comunicación de los que la Asociación de historiadores guipuzcoanos “Miguel de Aranburu” se ha servido para dar a conocer su proyecto de redacción de una nueva Historia de Gipuzkoa que estuviese a la altura de la que ya poseen, desde hace años, otros países y territorios de nuestro entorno.
Nos es grato anunciar hoy que ese objetivo ha sido cumplido con creces. Una ocasión que aprovechamos para agradecer a otros medios su ayuda para lograr ese objetivo y a nuestros 122 mecenas su imprescindible colaboración.
A partir de hoy quedan todavía 27 días en los que, quienes así lo deseen, aún pueden engrosar ese número de mecenas que harán posible nuestra nueva Historia de Gipuzkoa a través del proyecto de Crowfunding lanzado por la Diputación Foral de Gipuzkoa y gestionado a través de Goteo.org. Una posibilidad que puede conocerse mejor a través de este enlace https://www.goteo.org/project/historia-de-gipuzkoa