Por Carlos Rilova Jericó
Este sábado pasado -seguro que no se les ha pasado desapercibido- fue el 14 de julio. Ese día, cada 14 de julio, fue elegido por los franceses (no hace tanto tiempo) como su fiesta nacional. Por una sencilla razón: un 14 de julio del año 1789, el pueblo de París tomó a cañonazos la prisión de la Bastilla, por ser un símbolo del régimen de monarquía despótica que esos asaltantes querían borrar de la faz de la Tierra.
Se podría hablar, largo y tendido, en una página como ésta, de la Historia de esos hechos. De quiénes estaban realmente allí aquel día, de si era tan importante tomar esa prisión del rey en la que, en realidad, había muy pocos prisioneros y bastante poco afines a las masas enardecidas que tomaron la fortaleza y ajustaron cuentas con el Antiguo Régimen… empezando con los mercenarios suizos al servicio de la Casa Real francesa. Se podría hablar, igualmente, de cómo esa prisión fue demolida, piedra a piedra -lo pueden comprobar si se dan una vuelta por la actual Plaza de la Bastilla- y esas mismas piedras transformadas en “souvenir” revolucionario por un avispado ciudadano, que las convirtió en pequeñas reproducciones de la Bastilla original.
Puede que, si hay vida y ocasión, lo haga en futuras ediciones de esta página, pero este lunes en el que Francia, además, festeja su segunda Copa del Mundo, me ha parecido que no había que dejar escapar otra ocasión: la de reconstruir, aunque sólo fuera en parte, el modo en el que se celebró esa fiesta de origen revolucionario con París sumido en una nueva convulsión política. En este caso la del famoso “Mayo francés”, que este año cumple su primer cincuentenario.
Para ello, me he sumergido en las páginas de este mismo periódico, “El Diario Vasco”, en su edición del 14 de julio de 1968, perfectamente digitalizada y accesible gracias a los buenos oficios de la Diputación foral guipuzcoana.
Así pues, si nos preguntamos qué pasaba el 14 de julio de 1968 en el París convulsionado por una nueva revolución, la respuesta de la edición de “El Diario Vasco” de ese día era que Francia había estrenado un nuevo gobierno el 13 de julio de 1968. Lo presidía Maurice Couve de Murville. Decía Jaime Pol Girbal, el corresponsal en París del DV, que todo transcurría con cierta normalidad. Así, Couve asistiría ese mismo día 14 de julio al habitual desfile militar por los Campos Elíseos y que la noche del 13 al 14, que era cuando Pol Girbal había escrito esta crónica, la ciudad había festejado -de acuerdo a la vieja tradición republicana- el nuevo catorce de julio en un ambiente de verbena.
Así pues, a primera vista, parecía que la indignación estudiantil que había conmovido al Mundo entero, las barricadas y la Policía cargando con sus anticuados impermeables -y sus no menos anticuados cascos militares con gafas de motorista- no habían conseguido alterar ésta ya bien asentada celebración. Ni siquiera para impedir que el símbolo más odiado por los revolucionarios de 1968 -el general De Gaulle- presidiera, una vez más, aquellos fastos.
Sin embargo, esa primera impresión de la crónica de Pol Girbal para “El Diario Vasco”, se desmentía a medida que se desarrollaba el resto de su crónica.
En ella había ecos bastante claros de la inquietud política que conmovía Francia. Pol Girbal decía, con palabras que bien podría haber sostenido un Danny Cohn-Bendit, que De Gaulle había dirigido un discurso paternalista a los nuevos ministros.
También podría haber gustado a los estudiantes de Nanterre la opinión del corresponsal de este periódico de aquel 14 de julio de 1968, cuando decía que, en realidad, ese nuevo gobierno no era tan nuevo. De hecho, la mayor parte de sus miembros habían pasado, de un modo u otro por el gobierno anterior: el de Pompidou…
Quedaba claro también, en esa crónica de Jaime Pol Girbal para “El Diario Vasco” de aquel 14 de julio de 1968, que el pretendido nuevo gobierno de Couve de Murville estaba allí para resolver el descontento que se manifestaba en la sociedad francesa en esos momentos. Eso sí: siempre bajo la férula de De Gaulle,
Para ello el que Pol Girbal llamaba “grand Charles”, el inefable general De Gaulle, daba como directrices el restablecer el orden público conmovido en las seis semanas anteriores a ese momento que habían defenestrado al gabinete Pompidou. Por otra, De Gaulle ofrecía, además de ese palo, la zanahoria de sentarse a dialogar durante un laborioso verano, en el que él incluso renunciaba a seguir redactando sus memorias en la paz y tranquilidad de Colombey-les-Deux-Églises. Esa oferta de diálogo se hacía extensiva a sindicalistas, estudiantes, universitarios en general y otros agentes sociales y políticos, para tratar de las posibles reformas a abordar. Empezando por una muy discutida Ley de Finanzas que la Francia de esos momentos parecía estar necesitando urgentemente.
Esa sería, pues, la situación que vivía el París del 14 de julio del año prodigioso de 1968 ¿Qué más contaba al respecto “El Diario Vasco” de tan señalada fecha?
Un artículo de fondo firmado por Ignacio Ramírez, repasaba diversas cuestiones candentes a nivel internacional.
La primera de ellas era, precisamente, la opinión de los franceses, acerca de si De Gaulle había resuelto los problemas planteados durante las seis semanas antecedentes al apartar a Pompidou del Gobierno. Se dudaba en Francia de que esa decisión era, tal vez, tan sólo fruto de la inquina personal del viejo general, que así se había deshecho de un personaje al que veía como un peligroso rival. Uno más brillante que él, al que había que eclipsar antes de que su brillo eclipsase la mediocridad que el general creía padecer ante los hechos -intelectuales y políticos- de Pompidou…
Ramírez desdeñaba esa interpretación, que consideraba indigna de la inteligencia política de De Gaulle, y ahondaba, por el contrario, en los graves problemas que sufría Francia, aquejada por una revolución más seria que esa supuesta “revolución de juguete” a la que se referían De Gaulle y los gaullistas el 3 de mayo de 1968. Antes de tener que recular ante ella. Como evidenciaba esa crisis gubernamental.
Este mismo espacio era aprovechado por Ignacio Ramírez para lanzar un sorprendente análisis -para la, en general, gris España franquista- acerca de la situación en Checoslovaquia, que este periodista definía como camino de una democratización que aplicase un Socialismo verdaderamente real. Fenómeno que también estaba contagiando a la juventud universitaria rusa, ansiosa de esos aires de Libertad que se veían en Checoslovaquia en esos momentos…
La edición de 15 de julio de 1968 de “El Diario Vasco“, que debía recoger evidentemente lo ocurrido el 14 de ese mes y año en París, no existía. En efecto, aquel 14 de julio de hace cincuenta años había caído en domingo y el lunes, en aquellas fechas, sólo aparecía la denominada “Hoja del lunes”, que sustituía a todos los demás periódicos, cerrados ese día por descanso semanal.
La “Hoja del lunes” del 15 de julio de 1968 se hacía eco -y en primera página- de que los problemas de la Francia gaullista -con la Francia nuevamente revolucionaria- habían continuado.
La noticia de ese 15 de julio decía que De Gaulle había presidido el habitual desfile del 14 de julio, pero asimismo París se había conmovido no sólo por el paso de sus fuerzas armadas por los Campos Elíseos, sino por otra de esas características manifestaciones sesentayochistas. Así, estudiantes y otros elementos revolucionarios, se manifestaron entre la noche del 13 y la madrugada del 14 de julio en la Plaza de la Bastilla bajo el eslogan de “No es más que un comienzo. Continuaremos luchando” y tras esto -y en medio de la gran multitud reunida en París para los fastos del 14 de julio- comenzar a montar barricadas y lanzar piedras contra unas fuerzas de Orden Público rápidamente desplegadas.
Comenzará así una batalla callejera que no concluirá, según el cable remitido por la agencia Efe, hasta las tres de la madrugada de esa noche del 13 al 14 de julio de 1968.
Todo lo cual, sin embargo, y como ya sabemos por “El Diario Vasco” del 14 de julio de 1968, no impidió la celebración del desfile con un más o menos ufano general De Gaulle presidiéndolo. Acaso ignorante, todavía, de que, en efecto, la lucha, como prometían los manifestantes de la noche anterior, iba a seguir hasta barrer aquel estado de cosas que él representaba y parecía ya muy caduco desde Mayo de 1968…