Por Carlos Rilova Jericó
Como ya decía hace un par de semanas, sabía que no tardaría mucho en volver este correo de la Historia a tratar del modo simplista y precario en el que se maneja la Historia en España y cómo esa cuestión, tan penosa, es reflejada en los medios de comunicación. La ocasión la ha ofrecido, y además por partida doble, ese controvertido partido político español, VOX, que hay quien califica, sin ambages, como de Ultraderecha.
En efecto, en una sola semana su secretario general, Javier Ortega Smith, sembró los campos mediáticos con polémicas declaraciones ante el Parlamento Europeo y poco después el jefe supremo del partido, Santiago Abascal, hizo otro tanto al publicar en las redes sociales un llamativo mensaje, en el que se le veía tocado con un morrión de combate del siglo XVI. Similar a los utilizados, entre otros, por los soldados españoles que participaron en la Conquista de América.
El mensaje histórico de ambas intervenciones estaba claro. En el de Ortega Smith ante el Parlamento Europeo, se proclamaba que los esfuerzos bélicos de España -antes y después de que se acuñase ese término político- habían impedido que hoy Europa estuviese invadida por el Islam y que las mujeres que tenía frente a él -y le reprochaban actitudes machistas en su discurso y su partido- no estuviesen vistiendo un burka…
Los hitos históricos a los que aludía Ortega Smith eran claros y no era la primera vez que oía yo ese argumentario: la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, la de Lepanto en 1571… todo eso habría impedido el mismo peligro contra el que dicen luchar ahora, en pleno siglo XXI, VOX y otros partidos afines como el Rassemblement National en Francia o el que respalda al cuasi dictador postcomunista húngaro Orbán.
Las reacciones no se han hecho esperar y llegaron no sólo de medios que se podrían definir como de tendencia izquierdista o, cuando menos, progresista.
En el programa “La Linterna” de la cadena COPE (no precisamente conocida por ser un centro de actividades bolchevique), el periodista y profesor Julio César Herrero llamó al orden a Ortega Smith, recordándole que no se deben confundir épocas ni confesiones distintas del Islam. Como puede ser la radical de Estado Islámico, con otras versiones en las que, como señalaba Herrero, las mujeres no tienen obligación de llevar burka…
El mensaje en redes sociales de Santiago Abascal, también recibió pronto un diluvio de críticas y bromas más bien ácidas. Sobre todo, porque el casco con el que Abascal se dotó para su fotografía promocional era, como ya he señalado antes, un morrión de combate del siglo XVI y el líder de VOX decía estar preparado para iniciar con él la Reconquista de España. Es de suponer que frente al Islam, evocando de ese modo tiempos pretéritos -hacia el siglo VIII de nuestra era- en los que el tal morrión no existía y dejando así de manifiesto, una vez más, la ignorancia -o la falta de medida- histórica de los líderes de VOX…
Yo, personalmente, no quiero abundar en matices tan finos. Lo que sí me parece importante destacar al hilo de estas noticias, es la apropiación del discurso histórico que se está produciendo en España por parte de determinados elementos políticos de una Derecha más extrema que moderada. Justo lo que no necesita un país que -hay que insistir en ello- no se distingue, precisamente, por su buen conocimiento del propio pasado.
Lo que dijo Ortega Smith la semana pasada -más aun que la exhibición del ya famoso morrión- no es un discurso histórico del que puedan -o deban- apoderarse las gentes que, normalmente, se definen en el habla coloquial de la España actual como “de Derechas”. Menos todavía las de Ultraderecha.
En efecto, así es. Hechos como la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212 o la de Lepanto en 1571, son sólo hitos que nos devuelven a una rica y compleja Historia sobre la que se ha forjado un estado de la Unión Europea hoy llamado España. Una Historia esa que afecta y es patrimonio -y responsabilidad- tanto de los españoles “de Derechas” como de los “de Izquierdas”. Algo que, en Francia o Gran Bretaña, está perfectamente asumido. Sin estridencias y sin histerias colectivas como las que tan -lamentablemente- a menudo se ven correr por las radios, televisiones, ordenadores y periódicos de España.
Ciertamente la tradición histórica que conforman esos hechos -las Navas, Lepanto…- nos muestra a una comunidad -totalmente dividida en 1212 en varios reinos, Navarra, Castilla, León… – que, sin embargo, es enemiga acérrima y casi constante del mundo musulmán. Contra el que combatirá decididamente hasta prácticamente el siglo XX en diversos frentes. Desde los campos peninsulares como el de las Navas de Tolosa, hasta las estribaciones de las montañas del Rif en los años 20 del siglo pasado.
Exactamente del mismo modo en el que lo harán muchos otros países europeos que, durante siglos, padecerán en esas mismas latitudes un enfrentamiento casi constante con distintos entes musulmanes. Desde la Regencia de Argel hasta el propio Imperio Otomano. Basta con leer magníficos libros de Historia, como “Los cristianos de Alá” de Bartolomé y Lucille Benassar, para descubrir todos los detalles de esa lucha común europea posterior a las Navas de Tolosa y a Lepanto.
Las cosas, en efecto, fueron así. Por mucha mezcolanza fronteriza que se produjera en los reinos hispánicos de la Edad Media entre las llamadas Tres Culturas, bien representadas en la Escuela de Traductores de Toledo. O, si a eso vamos, por las connivencias islámicas del rey Luis XIV. Apodado “el Turco” por los otros reyes cristianos de la Europa del siglo XVII a causa de sus ambiguas relaciones diplomáticas con el Imperio Otomano…
Por otra parte, sin embargo, los señores Ortega Smith o Abascal harían bien en tomar nota de que la Historia es como la nitroglicerina: puede estallar ante quienes la manipulan a poco que la manejen de manera abrupta.
Esto lo digo porque, lo mismo que los libros de Historia -no de fantasías de ciertas cabezas calenturientas- cuentan hechos como la Batalla de las Navas de Tolosa o Lepanto, también están llenos de otros hechos mucho menos convenientes para declaraciones primarias que afean constantemente el paisaje intelectual español. Como la de iniciar una nueva Reconquista armado con un anacrónico morrión renacentista.
Por ejemplo, los libros de Historia, cumpliendo con su misión, nos cuentan que Felipe II, aparte de un exacerbado interés en las artes ocultas -constatable hoy día en el Escorial, como contaba aquí mismo hace dos semanas- no tuvo reparo en recomendar a su esposa María Tudor -la famosa “Bloody Mary” inglesa- tolerancia hacia los protestantes en Inglaterra. O en aliarse con los persas safávidas. Tan musulmanes como los otomanos, pero enfrentados a estos por cuestiones geoestratégicas. Como hoy día ocurre, por ejemplo, con los peshmergas, aliados a Occidente frente al Estado Islámico… Y así podríamos seguir páginas y más páginas…
Porque, sí, la Historia es así de complicada y rica. Y conocer mejor la propia -sin hacer de ella un chiste chocarrero, sin convertirla en patrimonio de los “de Derechas” o los “de Izquierdas”- es un derecho fundamental y, en definitiva, una valiosa arma para defenderse en un mundo que, siempre, ha sido complicado y peligroso. Como bien se supo en España hace ahora quince años justos…