Por Carlos Rilova Jericó
Al comienzo de este verano, hace ya algo más de un mes, decía que iba a dedicar varios correos de la Historia, de manera informal, sin hacer una serie, a historias relacionadas con la Historia marítima. Es más: con la Historia marítima y el Noveno Arte. Más conocido, como “Cómic”. Al menos hasta que hace unos años apareció el concepto de “novela gráfica”.
Hablé así pues, en primer lugar, de Tintín y del ancestro del capitán Haddock: el caballero de Hadoque, al servicio de la gran Armada de Luis XIV.
Esa racha de correos de la Historia con aires marinos siguió en la misma línea con un comentario sobre uno de los cómics que el dibujante oficial de la Marina francesa, Jean-Yves Delitte, está dedicando a grandes batallas navales. Seguía en él con la Marina de Luis XIV, pues ese volumen se centraba en la Batalla de La Hougue en 1692.
Y esta semana vuelvo, por tercera vez, a ese mismo escenario, también de la mano de Jean-Yves Delitte que ha dedicado otro volumen a otra gran batalla naval en tiempo de Luis XIV.
En este caso la de Texel, que tiene lugar dos años después que la de La Hougue, en junio de 1694. Una que no hay que confundir con otras que tendrán lugar en ese mismo escenario en guerras anteriores y posteriores a ésta de los Nueve Años, en la que Luis XIV lucha contra una nueva coalición europea financiada y liderada por la España de Carlos II.
Este nuevo volumen de esa serie de batallas navales de Jean-Yves Delitte, no es sin embargo una mera continuación del de La Hougue. Por el contrario, en él da un giro verdaderamente original al tema. Sobre todo por el tratamiento que Delitte (pintor oficial de la Marina francesa, no lo olvidemos) hace de la figura de Jean Bart, que es el protagonista absoluto de esa batalla de Texel.
¿Por qué digo esto? Pues sencillamente porque Jean Bart no es un marino cualquiera. No, en efecto. Desde su época en adelante, y especialmente en el siglo XIX, Francia hizo de él uno de esos personajes que han servido de armazón a la sólida visión histórica sobre la que los franceses han edificado su influyente sociedad y su imagen-país proyectada tanto hacia dentro de Francia como, sobre todo, hacia fuera.
Así es. Jean Bart, oficial de Marina al servicio de Luis XIV, fue un objeto de “merchandising” antes siquiera de que el “merchandising” existiera como idea.
Es difícil, en efecto, no manejar cerámica, grabados, libros de Historia, libros infantiles, etc. de origen francés de entre 1850 y 1900, sin toparse con Jean Bart y alguna de las numerosas heroicidades que los franceses llevaban recordando desde los tiempos del Rey Sol.
Así, con Jean Bart, pasó algo similar a lo que ha ocurrido, de manera mucho más tosca –la Spagna, manca finezza!, como dicen que dijo el controvertido Andreotti- con el almirante guipuzcoano Blas de Lezo en, más o menos, los últimos diez años.
Es decir: Jean Bart ha sido para los franceses, junto con el corsario napoleónico Surcouf, una especie de superhombre que dio numerosas muestras de la maestría de ese país para dominar los mares. Con permiso de los holandeses y su Michiel de Ruyter (contemporáneo y comandante de Jean Bart en 1667) y de los británicos, que para esos menesteres ya tienen a Nelson en la vida real y en la ficción toda una batería de inolvidables capitanes de Mar y Guerra que van desde Horatio Hornblower hasta el afortunado Jack Aubrey. Pasando por Lord Nicholas Ramage y sir Richard Bolitho. Todos ellos émulos y trasuntos del citado Nelson, con el que sus caminos se cruzan de un modo u otro. Pues todos son personajes de esa época.
Y aquí es donde esa descripción de la Batalla de Texel, en 1694, por Jean-Yves Delitte se hace verdaderamente original: en ella el pintor oficial de la Marina francesa nos muestra a un Jean Bart que, para empezar, nos descubre sus orígenes neerlandeses en unos Países Bajos -disputados por Francia a España- que es donde nació este futuro héroe nacional francés y es bautizado como Jan Baert…
Aunque descubrir su ascenso desde unos orígenes humildes a un alto mando como oficial naval al frente de escuadras completas, no es ninguna novedad, ahí Delitte también sabe subrayar la importancia de esa circunstancia por medio de sus magníficos dibujos y sus no menos interesantes dosieres históricos, añadidos al final de cada uno de estos volúmenes.
Después de eso Jean-Yves Delitte es de nuevo mucho más original al decidir contar la historia de Jean Bart oscilando en uno de los mares más embravecidos que jamás tuvo que afrontar. Es decir, el de las cambiantes alianzas de la Alta Política europea de su época.
Así es. Los personajes de “Texel”, empezando por Jean Bart, discuten abiertamente sobre el tiempo que pasaron luchando contra España para finalmente acabar siendo sus aliados. Tal y como ocurre en los inicios de este cómic, situados cuando la Guerra de Sucesión española ya ha estallado y, por tanto, el antiguo enemigo es ahora el nuevo aliado. Orden que vemos acatar a Jean Bart, pero no sin algunas reflexiones que no han sido muy habituales en el relato de la “Grandeur” francesa, que suele pasar muy levemente por encima de esos detalles, pues esa pragmática realidad puede acabar estropeando un buen relato (de tintes algo más rosados) como el de esa Historia vista a través de esa “Grandeur” gala.
Sin embargo lo más admirable, una vez más, en este nuevo volumen de la serie de batallas navales de Jean-Yves Delitte, es el modo en el que esas aceradas viñetas en las que se ve la Historia de manera tan adulta no rebajan, en cambio, nada las circunstancias de la hazaña de Jean Bart en 1694. Cuando su flota se enfrenta a fuerzas holandesas superiores que se habían apoderado de un convoy de víveres -sobre todo grano- que necesita desesperadamente la Francia agotada por las continuas guerras con toda Europa.
Vemos así pues en las páginas de “Texel” épicos combates en los que Jean Bart, el antiguo corsario ennoblecido, hace alarde de su sangre fría y de su pericia como oficial naval. Abarloándose con las naves holandesas, cercándolas y machacándolas con las andanadas de sus barcos y un exitoso y cruento abordaje que acaba con la captura del comandante en jefe de la flota holandesa, la rendición de parte de esa flota y la huida del resto de unidades holandesas, que cazan viento para evitar la debacle que les espera. Inscrita en las baterías francesas dispuestas en zafarrancho de combate, asomando por las portas de aquellas grandes máquinas de guerra salidas de los astilleros del Rey Sol, y en los arpeos y picas de abordaje que las tripulaciones bajo mando de Jean Bart van a utilizar para dar ese pequeño vuelco a la Historia.
Uno que, como Delitte recuerda, no impide que, finalmente, Jean Bart tenga que acatar aquella extraña revolución diplomática del año 1700 en la que el gran enemigo de 1694, España, se convierte en el aliado al que él deberá defender con la misma pericia…
Tanta como la que Jean-Yves Delitte ha demostrado al contar por enésima vez -pero de manera distinta- la historia y las grandes hazañas de Jan Baert. Más conocido como Jean Bart…